33. Rebecca.

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Abrí los ojos con algo de dificultad. Pestañeé repetidas veces para comprender toda la situación. Me encontraba en esa conocida habitación, usando esa ropa con ese tan familiar perfume varonil. Me gustaba ese aroma. Dí algunas vueltas sobre el amplio colchón, asegurándome de que mi amigo no se encontraba conmigo. Me vi despeinada, todo me daba vueltas, estaba ligeramente mareada y podía sentir sobre mí un poco de ese inconfundible olor a alcohol. Entonces temí lo peor, estaba en casa de Harry, que tal si yo y él... que tal si nosotros. Oh, no.

Recé para mis adentros que nada de eso hubiera ocurrido, nada de lo que pasaba por mi mente en estos momentos. Mientras tanto me dirigía hacia la cocina, esperando encontrarme con el chico de cabello rizado para que me diera explicaciones de lo que había ocurrido la noche anterior.

Y allí estaba él, sentado sobre el mismo sofá donde supuse había dormido. Sostenía en sus manos una taza de café humeante. Podía sentirse el olor desde lejos. Bajé la velocidad de mi caminar y lo observé durante unos segundos.

Su cabello estaba igual de alborotado que siempre. Desprolijo, despeinado, perfecto. Sus ojos miraban hacia la ventana y la luz del sol los hacía brillar aún más, dejando apreciar así, sus cautivadoras orbes verdes. Relamió sus labios y sentí desarmarme. Era tan jodidamente atractivo que me dolía resistirme a él. Sonreí, embobada ante su perfección.

No esperé un minuto más para acercarme a Harry. Pero lo hice de forma silenciosa. Con mis manos tapé sus ojos, yo me encontraba atrás de él. Bajé mi cabeza hasta tener al lado su rostro. "Bú" le susurré en el oído. Luego cuando él giró a verme lo besé rápidamente en la mejilla, dejando un color rosa claro marcado en su piel. No había podido evitar hacerlo. Vi cómo en su rostro se dibujaba una sonrisa espontánea, una de esas que salían por sí solas de él, una de esas que no podía evitar. La conocía. Conocía cada una de las sonrisas de Harry. Pero esta iluminadora sonrisa no duró mucho. Se esfumó en cuestión de segundos, siendo reemplazada por una mordida en su labio inferior. Se levantó con rapidez y volvió hacia la cocina. Bufé.

-Buenos días. Sí, yo amanecí muy bien, algo confundida, ya que preguntas. ¿Y tú? Por lo visto, no muy bien, o eso parece. Sí, sí, tu cama es cómoda. Ah, pero el sofá no, ¿verdad?- dije ironizando una conversación inexistente.

-Buenos días- se limitó a decir con una sonrisa cortada.

Abrí mis ojos, tratando de comprender qué ocurría exactamente con él. Quiero decir, ayer todo estaba bien entre nosotros, como de costumbre, y ahora se comportaba frío y distante. Ni siquiera me miraba a los ojos. No, ni siquiera me miraba.

-Harry-musité jugando con mis dedos- ¿Podrías decirme qué pasó ayer exactamente? No logro recordar muy bien...- lo miré algo apenada.

El tensó su mandíbula y se apoyó con más fuerza sobre la mesada de la cocina. Vi algo en sus ojos que me dolió. Jamás había visto en su mirada ese aire de angustia y decepción.

-¿No recuerdas nada?- preguntó intimidandome con la mirada- ¿Nada, de nada?

-B-bueno, t-tal vez sí, algo. N-no estoy muy s-segura- tartamudeé.

Él me miró esperando que continuara y respondiera su pregunta.

-Recuerdo que tomé mucho alcohol, recuerdo haber bailado contigo y luego...-me frené al ver que sus ojos se iluminaron de repente- Luego no recuerdo nada más.

Su vista volvió a apagarse.

-Pues, luego te acostaste en mi cama y te dormiste rápido- afirmó.

Él mentía y lo sabía. Lo sabía porque yo también mentía. Mentí cuando dije que no recordaba nada más. ¿Cómo podría olvidarme de ese beso? Estaba algo tomada y eso fue lo que me impulsó a pedir que me besara, pero claro que lo recordaba, recordaba la forma en que lo deseaba, la forma en la que me había hecho sentir. ¿Cómo olvidarme de la forma en que dejé salir mis sentimientos? Sí, le había dicho que lo quería, tal vez no lo había hecho a consciencia. Simplemente mi corazón había hablado por mí.

¿Por qué él simplemente no me lo decía? ¿Por qué no estaba alimentando su ego como solía hacerlo, ahora que tenía una verdadera razón para hacerlo? Jamás iba a comprenderlo.

Me estaba consumiendo la idea de que había hecho el ridículo. Yo le había dicho lo que sentía, y él lo había olvidado o le había restado mucha importancia.

Tal vez lo mejor era seguirle su juego, "bien, aquí no paso nada amigo". Funcionaba para mí.

No, que demonios. No lo hacía, desde luego que no. Lo quería, lo quería de verdad y no me gustaba ni siquiera un poco la idea de que al él le importara una mierda eso.

Estúpida Rebecca, ¿cómo pudiste ser tan tonta como para enamorarte de tu amigo, nada más y nada menos que Harry Styles?

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora