43. Rebecca.

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Aunque hubiera preferido que se quedara junto a mí durante toda la noche, él tuvo que irse y lo entendía. Y así se fue, dejando todas esas cosas que había dicho vagando por mi cabeza. No pude evitar sonreír al recordarlo.

Cambié mi vestimenta por una remera larga y unos shorts de pijama. Acomodé mi cabello en una cola de caballo desprolija y me arropé en mi cama. Algunas preguntas inundaron mi mente, haciéndome imposible poder conciliar el sueño. ¿Qué pasaría luego? ¿Cómo sigue esta historia? ¿Qué estábamos haciendo exactamente?

En fin, dejé que todos esos absurdos cuestionamientos dejaran de atormentarme la cabeza, había sido suficiente por hoy. Después de todo, si hay algo que aprendí durante lo largo de mi vida fue que hay que dejar de pensar en lo que va a pasar y empezar a vivir lo que está pasando. Vivir el presente a puro sentimiento. Eso era justo lo que haría.

La voz de Rihanna comenzó a sonar y supe al instante que tenía una llamada en mi móvil. Maldije para mis adentros; ¿Tenía que sonar justo cuando estuve a punto de quedarme dormida, por fin?

-¿Qué?- dije de mal modo, inevitablemente.

-Uh, tranquila- dijo esa voz tan particular, con cierta diversión. Sonreí.

-¿Es un chiste? Te fuiste hace... ¿diez minutos?- contesté entre algunas discretas risas mirando la hora en mi reloj de mano.

-Sólo quería saber cómo estabas tonta- añadió con una dulzura que provocó algunas vueltas en mi estómago.

-Bien, Hazza, estoy bien. ¿Tengo que acostumbrarme a esto?- pregunté con la voz cansada. No es que no me gustara escuchar su voz, de hecho, amaba ese gesto. Pero estaba agotada, sólo quería descansar.

-¿Te molesta?

-Sí- dije sin dejar de reír.

-Entonces sí, acostúmbrate- dijo con ese tono burlón y tierno al mismo tiempo- Bien, te dejaré descansar. Sueña con algo lindo, o sea conmigo. Mejor no, puede que te ahogues con tu propia baba, así que no- reí- Adiós, te quiero.

-También te quiero idiota- concluí.

"Vaya" pensé, "ese Harry no cambia más". Seguía con sus actitudes egocéntricas, y también continuaba con esa constante lucha de provocarme todo el tiempo. Y eso me gustaba. Claro que no quería que cambiara, él era perfecto para mí.

Si de algo estaba segura en ese momento, era que no me molestaba en absoluto tener que acostumbrarme a esos "te quiero". Sonaban tan bien viniendo de él. Sin duda, estaría dispuesta a escuchar decirlo miles de veces más.

Unos minutos más tarde, conforme y feliz, pude por fin, caer en un pesado sueño.

Cuando la luz del sol traspasó las persianas de mi habitación supe que era hora de levantarse. Ésta vez mi humor era distinto. Esa sonrisa que vi en el espejo esa mañana era la que Harry había causado, y aún no podía sacármela de encima.

Bajé las escaleras tarareando la melodía de "Don't stop believing" a todo volumen. Aún estaba en pijama pero eso no me importaba. Esa mañana había despertado temprano y aún tenía tiempo de sobra para prepararme para el Instituto. Hoy sería un gran día. Algo lo susurraba en mi oído y confiaba en ello.

Pero la imagen que se presentó ante mí en la cocina no parecía ser parte de un día genial. Todo lo contrario.

Aunque aún estaba enojada con mi padre por haberme mentido todo este tiempo, emparejarse con otra mujer y traerla a casa sin preguntarme siquiera, verlo en ese estado me desarmó por completo.

Unas lágrimas caían por su rostro, pero las secó con sus dedos al sentir mi presencia. Era tarde, ya lo había visto. En sus manos, sostenía el teléfono. Supuse que había tenido una conversación no muy buena con alguien.

-¿Papá?- pregunté confundida- ¿Qué pasó?

-No. No voy a mentirte más. Es tu madre, Rebecca- dijo.

Tragué saliva con fuerza, sin estar segura de querer saber lo que seguía.

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora