55. Ultimo Capitulo.

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Narrador omnisciente.

Días más tarde.

Una brisa fría recorrió su espina dorsal, mientras que en su interior se desataba una contradictoria guerra entre su cerebro y su corazón. El primero le susurraba que la olvide, que un chico como él podría tener a cualquier otra chica, que era tiempo pasado. El segundo, en cambio, pedía a gritos que no la dejara ir, que se tragara todo su maldito orgullo y fuera tras ella.

Sus pies golpeaban el suelo, nerviosos. Fruncía el ceño mirando hacia todos los lados en el aeropuerto. ¿Debía realmente ir a buscarla a Nueva York?

Se sentía decidido. Pero no del todo. Había algo que se lo impedía. Un miedo, una inseguridad, una duda. ¿Qué tal si se encontraba con algo que terminara de romper su corazón? Sería sin duda humillante.

La misma brisa llegó hasta las manos de la castaña, quién se cubrió de ésta con las mangas de su suéter color verde oscuro. Sonrió. Había extrañado, sin embargo, ese frío característico de la ciudad de Londres. Jugaba con sus dedos, esperando ansiosa que su padre pasara a recogerla.

Se sintió aliviada al pensar que había tomado la decisión correcta. Estaba dónde debía estar. Solo faltaba el «con quién» debía y quería estar.

Claro que en ese momento, ninguno de los dos hubiera podido imaginarse que esa distancia de miles de kilómetros que los separaban hace unos cuantos días, ahora, se habían transformado en apenas unos cuántos centímetros.

El rizado se sintió mareado de tantas preguntas. Decidió que dar una vuelta por el amplio aeropuerto, y tomar un poco de aire le vendría bien. Sentía que iba a volverse loco.

Becca, por otro lado, sintió su corazón romperse un poco al recordar las claras palabras que Harry había pronunciado tiempo atrás. «No vuelvas. No vuelvas nunca» resonó en su cabeza, como un martillazo. La misma sonrisa que se había formado al imaginar volver a ver esos deslumbrantes y cautivadores ojos verdes, se esfumó por completo.

Sin embargo, no podía echarse atrás ahora. Y muy dentro de ella, sabía que realmente no quería hacerlo. Se había aferrado a esa decisión. A esa decisión de amarlo, aunque sólo prenda de un hilo.

Y casi sin darse cuenta, ahora se encontraba vagando por los largos pasillos del aeropuerto. Dando vueltas sin sentido. Caminando sin dirección. Buscando algo bueno por allí.

Y entonces ahí estaba.

Una inconfundible cabellera rizada y oscura se encontraba de espaldas a pocos centímetros de ella. Sintió su corazón acelerarse de manera exagerada. Sus pasos se detuvieron en seco. Dudó entre correr hacia él o simplemente esperar a que él volteara y la viera. Tragó saliva. Él estaba allí. Con sus botas gastadas, con sus apretados pantalones negros marcando sus perfectas piernas, y con esa familiar camisa blanca. La misma que alguna vez le había prestado.

Harry sacudía su cabello con su mano, cansado ya de tanto pensar. Se sentía un tonto. Un tonto por pretender ir tras alguien que realmente ya no demostraba interés en él.

Estuvo a punto de darse la vuelta y volver a esa vida de mujeriego. Estuvo a punto de decidir finalmente olvidarla. Estuvo a punto de rendirse. Pero entonces una angelical voz se escuchó tras sus espaldas:

-Harry- musitó ésta.

Antes de poder darse la vuelta, su corazón se detuvo un momento. Le pareció irreal. Conocía esa voz, ese tono, ese acento americano.

Cerró los ojos y por fin volteó.

Sí, allí estaba ella. Con la misma sonrisa, con el mismo brillo en sus ojos color caramelo.

Becca se sonrojó al ver la forma en la que Harry analizaba cada parte de su cuerpo. Esa mirada verde esmeralda aún tenía ese poder de intimidarla y hacerla sentir pequeña y frágil.

Y así se mantuvieron, durante unos instantes, cruzando las más intensas miradas. Hasta que una lágrima resbaló por la mejilla de la castaña.

Ella no aguantó más. Corrió a los brazos del rizado y lo abrazó con fuerzas. Su cabeza se encontraba justo a la altura del pecho de Harry, quién parecía estar inmóvil, pero su corazón latía mil por hora y Becca podía sentirlo.

-Te amo. Te amo como a nadie más en el mundo.- dijo casi sin pensarlo la castaña.

Él por fin cayó en la cuenta de lo que estaba pasando. Correspondió a su abrazo, sin saber si podría soltarla luego.

Se separó de ella para ahora tomar su rostro con sus grandes manos y enfrentarlo al suyo. No pudo contener más sus ganas y juntó sus labios con los de ella. Se sentía tan bien como la última vez que la besó. O quizá mejor. Había estado soñando con ese beso desde hacía tiempo.

Su lengua pidió paso en los labios de Becca, para que luego, amabas jugaran entre sí. Como si bailaran la más dulce melodía, como si encajaran perfecta una con otra.

-Lo sient...- comenzó a decir ella.

-Sh. Deja que el beso dure. Deja que el beso cure.- murmuró sobre sus labios, para luego sellar con otro beso su boca.

Fue intenso. Profundo. Necesitado. Deseado.

-Eso fue...- se sorprendió Becca.- Lindo.

-¿Lindo? Yo diría perfecto. Más que perfecto- se exaltó él, haciéndola reír.

Acompaño su risa y acarició con extrema dulzura su mejilla.

-Parece que finalmente sí tuve mi final de película- sonrió divertida.

-¿Qué? ¿Final? Oh no, gatita, esto es sólo el comienzo.- declaró él con firmeza.

Y así fue. Tal simple y sencillo como aquello. Encontrarse fue, es y será la solución.

FIN.

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora