51. Harry.

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Días después.

Esperé poco paciente que la puerta se abriera. Estos últimos días no había sabido nada de ella. No me había llamado, como solía hacerlo de costumbre, y en el Instituto, apenas me había dirigido la palabra. Era raro. Ella estaba rara.

La figura de una mujer de cabello rubio apareció frente a mí. Me dedicó una sonrisa cordial de bienvenida. Supe que era la "Marcie" de la que la castaña tanto hablaba. Sin embargo, parecía más buena de lo que ella la describía.

-¿Rebecca?- pregunté sin dar más vueltas.

-Está en su habitación.- dijo invitándome a pasar con un gesto amable.

[...]

Aquella sonrisa que en mi rostro se había dibujado antes de verla, se borró completamente de mí. La garganta se me cerró, se me secó la boca, el estómago se me revolvió. Miré incrédulo. ¿Por qué las maletas? ¿Por qué las lágrimas en su rostro? ¿Qué estaba pasando?

-Harry.- se sobresaltó al verme, intentando secar sus lágrimas y escondiendo detrás de su delgado cuerpo las maletas.

-Rebecca, ¿qué es todo esto?- dije con dificultad.

Ella no respondió nada, sólo bajó su vista, dejando caer -inevitablemente- una lágrima.

La empujé a un lado y observé las maletas. Todas sus pertenencias estaban allí. Me dirigí hacia su clóset, y lo abrí con fuerzas, sintiendo la sangre hervir dentro de mí. Estaba vacío. Al igual que la habitación.

-¿Por qué guardas todo en esa maleta?- grité sin fuerzas, temiendo lo peor.

Ahora, sus ojos me miraron con intensidad, pero tampoco dijo nada. Mi respiración comenzaba a salirse de lo normal.

-¡Responde, maldita sea!- busqué enfrentarme nuestras miradas.

-Volveré a Nueva York, Harry.- musitó con la voz poco audible.

Un nudo se formó en mi garganta. Quise llorar y destruir todo al mismo tiempo. Pero tenía que ser mentira. Ella no podía irse, no, no y no.

Pero ella se estaba llevando todo. Y eso sólo significaba una cosa: no volvería.

-Volverás pronto... ¿verdad?- pregunté ingenuamente.

-No. Vuelvo para quedarme.- dijo con un hilo de voz, para luego dejar caer sus incontrolables lágrimas.

Negué con la cabeza, sintiendo mis ojos cristalizarse. La impotencia comenzó a apoderarse de mí.

Tuve miedo de romperle el corazón alguna vez, pero ahora era ella la que partía el mío en pedazos. Y me odiaba por eso. Me odiaba también por haberme permitido caer en sus redes de esa forma. Por haberme enamorado de ella. Por el simple hecho de haberme enamorado. Fui estúpido. El amor es estúpido.

No sabía si era tristeza, rabia o desilusión, solo sabía que me dolía el alma como nunca.

-¿Pues sabes qué?- dije sorbiendo mi nariz y ahogando mis lágrimas. Me acerqué a ella, con los ojos rojos de furia, apretando mis dientes y mis puños- Vete. Vete y no vuelvas nunca más. Por que si te vas...- hice una pausa- no quiero volver a verte jamás.

-Harry, sólo déjame que te explique- sollozó.

-No quiero escucharte, no quiero verte, no quiero saber más de ti ahora- dije asesinándola con la mirada.

Me dolía verla así, de todos modos. Las lágrimas corrían, incontrolables, por su mejilla y sus ojos me miraban arrepentidos y suplicantes, rogando que la entendiera. Pidiendo a gritos que la perdonara.

-¡Rebecca! ¡Ya debemos irnos!- gritó una voz grave desde el primer piso.

Ella intentó reponerse y tomó con sus manos mi rostro.

-Te amo, Harry. Y lo siento- suspiró, sin poder dejar de llorar.

-No vuelvas- la miré con todo el odio posible- No vuelvas nunca.- dije para luego retirarme con pasos rápidos y furiosos.

La rabia del momento me consumía. Tal vez, esa era mi mejor forma de mostrar que en realidad, estaba muriendo por dentro.

¿Qué haría ahora? No estaba listo para soltarla, para dejarla ir. No creía poder soportarlo. Aunque sabía que podía estar sin ella, ¿cómo hacer que quiera estar sin ella?

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora