32. Harry.

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Tensé la mandíbula. Sentí mi corazón estrujarse y mi cuerpo estremecerse al escuchar esas palabras salir de la pequeña boca de la castaña. La miré sin saber qué decir, ni cómo reaccionar. Ella sostenía su radiante sonrisa, pero sus ojos estaban cerrados.

Me limité a sonreír de lado, observando cómo ella daba una vuelta sobre el colchón acomodándose para finalmente caer en un pesado y profundo sueño.

-Descansa- dije en voz poco audible- No lo recordarás por la mañana.

Bajé la mirada y apagué la luz de la habitación, largándome de ésta. Me dolía un poco la cabeza, también necesitaba dormir un poco. Me acomodé como pude en el duro sofá, con las manos detrás de mi cabeza y mi vista hacia el techo.

Intentaba conciliar de una buena vez el sueño, pero se hacía imposible para mí. No había manera de que pudiera sacarme ese maldito "te quiero" de la cabeza. La forma en la que me había hecho sentir. La sensación que habían causado en mí esas dos palabras.

Había escuchado eso antes, muchas chicas me lo decían. Pero sólo de su boca salían de ese modo tan sincero y especial. Sí, es verdad, ella estaba borracha, pero como dicen, los borrachos nunca mienten, sólo dicen las cosas que jamás se atreverían a decir estando sobrios. Sé mucho de eso. Por primera vez entendía lo que era querery ser querido.

Oh, espera. ¿Qué diablos estoy pensando? ¿Querer? No, no y mil veces no. No podía permitirme quererla. Simplemente, no podía hacerlo. Vamos, soy Harry Styles. No me enamoro, no quiero a nadie. ¿Cómo podía estar permitiendo que esa castaña con sonrisa de comercial se metiera en mi cabeza y la llenara de estúpidas dudas? Eso estaba mal. Me estaba perdiendo a mí mismo.

Sin embargo, había algo aún peor que quererla a ella, peor que estar confundido, peor que pensar que quería algo con ella. Peor era que ella me quisiera a mí. No debería hacerlo, no estaba bien. Por Dios, ¿cómo fue que dejé que esto pasara? No iba a dejar que ningún idiota le hiciera mal, ¡y yo era el más grande de los idiotas cuando se trataba de amor! Sabía que si ella continuaba queriéndome como ya lo hacía, yo la lastimaría. No soportaría verla mal. Mucho menos si sé que la razón de ello soy yo.

Sí, es verdad. Yo soy de esas personas que cuando me la veo venir, cuando siento que se avecinan los problemas, prefiere simplemente hacerse a un lado y dejar que las cosas tomen un camino diferente, uno que no me involucre. Yo no soy de los que ponen la cara para el cachetazo. Y no, no soy de esas personas que se animan, aunque por fuera lo parezca, yo no soy de esas que ponen el pecho y se la juegan hasta caer, aunque saben que tienen el round perdido. Al menos no cuando se habla de ese maldito sentimiento al que llaman amor. Es muy cobarde, lo sé, pero es tan grande la impotencia y el dolor que se siente cuando te das cuenta que luchar fue en vano, que prefiero ni siquiera intentarlo.

No dejaría que ella dejara caer una lágrima por mi culpa. Y sabía que si me acercaba más a ella sería así. No podía quererla, porque jamás podría cambiar lo que soy. El chico malo, el que no se deja ablandar por nada.

Ella era la clase de chica que odiaba a la clase de chicos como yo. Y eso debía ser así. Ella tenía que odiarme, yo tenía que odiarla.

Después de todo, soy y seguiré siendo un rompe corazones. Pero había un corazón que nunca me permitiría romper. Pero para eso, debía mantenerme alejado de él.

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora