53. Harry.

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Tres meses más tarde.

Despeiné mi cabello, mirándome al espejo. Mis ojos se veían cansados, y debajo de estos unas bolsas oscuras. Sonreí, así era cómo se amanecía luego de una noche de puro placer.

Esperé que la increíble rubia con la que me había divertido como nunca saliera del cuarto de baño, en el cuál se encontraba hacía mas o menos treinta minutos. ¿Por qué las mujeres tenían que arreglarse tanto? De todas formas, no volvería a tener otra oportunidad de meterse en mi cama. Ya saben, me gusta variar.

La formada figura apareció frente a mí, casi desapercibida. Ahora lucía un vestido corto, poco casual, y ajustado a su definida silueta. Su largo cabello amarillo caía por debajo de su culo, el cuál no me privé de mirar.

-Es tarde, preciosa. Deberías volver a casa.- dije en una sutil forma de echarla de mi casa.

-Sí, lo sé- asintió tomando su cartera- Eres increíble, Harry.- susurró con voz seductora en mi oído, sin poder provocar nada en mí.

-Tu también lo eres gatit...- me detuve en seco- Sophie.- terminé, aclarando mi garganta. Ella alzó una ceja confundida, sin borrar su mirada provocadora.

-Soy Amanda.- me corrigió con algo de molestia en su voz.

-Da lo mismo- hice una mueca.

Empujé su lindo pero algo molesto cuerpo fuera de mi casa, tratando de ser lo más amable que mi dura personalidad me permitía.

-Un gusto, nos vemos, adiós.- dije rápido para luego cerrar la puerta en su cara.

Suspiré aliviado. No me gustaba cuando las mujeres eran arrogantes y caprichosas. Yo era quién mandaba.

Escuché tres golpes en mi puerta y rodé mis ojos, frustrado. ¿Qué mierda quería ahora?

-¿Te olvidaste algo, amor?- pregunté con un inevitable sarcasmo y una falsa sonrisa. Ella asintió, sin despegar sus azules ojos de los míos.

-Olvidé darte mi número.- dijo con una voz de hueca que me irritó, mientras me entregaba un pequeño papel color rosa, perfumado y lleno de corazones, dónde se encontraba su maldito número.

-Oh, si claro. Te llamaré luego.- asentí y volví a cerrar la puerta frente a sus narices. Hice un bollo el papel y lo tiré a la basura. Sabía que no iba a necesitarlo.

[...]

El manto oscuro de la noche se encargaba de cubrir la ciudad de Londres. Un viento fresco recorría las calles, iluminadas por luces artificiales de grandes faroles antiguos. Yo llevaba las manos en mis bolsillos, y mis pies jugaban con los charcos de agua. Las veredas estaban vacías, y como siempre, el ambiente sólo brindaba tranquilidad. Por las noches, me gustaba caminar sólo. Sin dirección alguna. Y caer dónde sea.

Fue así que llegué a parar en Oliver's bar. Siempre había sido mi bar favorito. Pero eso había cambiado con la partida de la castaña. Ahora, cada vez que pasaba por allí, una oleada de recuerdos me atacaba, dejándome quebrado. Podía recordar todo lo que aquella noche había sentido. Cada palabra, cada cosquilleo en mi estómago, y ese beso. Maldición, ese beso estuvo a punto de matar.

Había momentos que me peleaba conmigo mismo, ya habían pasado tres meses, quería olvidarla, necesitaba olvidarla. ¿Pero cómo? Si todo me recordaba a ella. Ni siquiera era capaz de evitar cuestionarme cosas como: ¿Cómo estará ella? ¿Qué estará haciendo? ¿Habrá encontrado a alguien más?

Y esa última me desarmaba.

Mi cabeza me dice: Ella ya se fue, es pasado ahora. ¿A quién le importa? Y entonces mi corazón responde: A ti, idiota. Triste realidad.

Negué con mi cabeza. No podía estar permitiéndome que esto me hiciera caer de esa forma. ¿Por qué mejor no me trago todos los malditos recuerdos y hago de cuenta que nada pasó, aunque sólo esté fingiendo? Soy bueno en eso. Y sí, Harry Styles está de vuelta. El mismo de antes.

Abrí la puerta del bar, triunfante. ¿Qué acaso ahora me privaría de un buen trago con mis amigos, que siempre se encontraban allí, por un estúpido recuerdo?

-Dame algo fuerte.- pedí una vez sentado frente a la barra.

Busqué con la mirada alguna linda chica para divertirme esa noche. En cambio, me encontré con mi buen amigo Louis. Hacía semanas que no lo veía. Me saludó desde lejos con un gesto con su cabeza, para luego acercarse y abrazarme.

-Hermano.- seguí su abrazo. Justo lo que necesitaba, un amigo para hablar y emborracharme hasta caer. Como en los viejos tiempos.

Luego de conversaciones sin ninguna importancia, salió aquél tema que tanto me costaba hablar. Haciendo que mi sonrisa se borre y la garganta se me seque:

-¿Qué has sabido de Rebecca?

Traté de esquivar su pregunta, pidiendo otro trago, pero él me miraba tan fijamente que sabía que no podía no darle una respuesta.

-Nada.- admití bajando la cabeza involuntariamente- No me interesa, de todos modos.- hice una mueca, nervioso.

-¿Y la extrañas?- su pregunta me atragantó.

-Yo...- balbuceé- Realmente, sí.- esta vez no mentía. No podía mentirle a Louis, el me conocí

-Ve a buscarla.- dijo con total tranquilidad, dándole un trago a su bebida.

-¿Qué?- pregunté con una risa nerviosa- ¿Estás loco? ¿Quieres que vaya a Nueva York? ¿A buscarla?

-¿Qué? ¿Vas a decirme que no tienes dinero? Hombre, eso te sobra- siguió sin perder la calma de su voz. No se equivocaba, nunca me faltó dinero. No sería un gasto ir hasta NY, pero, ¿enserio?

-Y-yo, no lo sé. ¿Qué pasaría si nos volvemos a ver? Nada será igual. Oh, ¿y qué pasaría si ella no está interesada en mí? O peor, ¿qué pasaría si ella está con alguien más ahora?- dudé.

-¿Crees que Colón hubiera conquistado América si hubiera pensando "qué pasaría"? ¿Sabes? Eres un cobarde, y un rencoroso.

-¿Por qué me dices todas estas cosas? ¿Por qué insistes tanto con ella?- alcé una ceja, curioso. Realmente me parecía extraño, él siempre me daba consejos para ir por ella, para no dejarla ir.

-Por que jamás te vi tan feliz, como te veía con ella.- suspiró- En fin, no quiero obligarte a nada, sólo te aconsejo, como cualquier amigo haría.

El se levantó de mi lado, golpeando mi hombro.

-Sólo haz lo que tengas que hacer. Tu decides.- agregó.

Sin vueltas, sin rodeos. Había tomado una decisión.

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora