21. Rebecca.

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Dí algunas vueltas sobre mi cama antes de levantarme. Costaban tanto los lunes. No había sido un buen fin de semana para mí, por varias razones. Una de ellas: Harry. Después de lo que había pasado aquél viernes, no habíamos hablado desde entonces.

Bajé rápidamente las escaleras mientras que terminaba de acomodarme la camisa dentro de mi falta entablada. Como siempre, se me hacía tarde. Mi padre estaba vistiéndose para salir. Ni siquiera quería preguntar a dónde iría, era más que obvio que se encontraría con Marcie. Puse mis ojos en blanco.

Había algo que estaba atormentándome la cabeza, no desperdiciaría la oportunidad ahora que lo encontraba en casa.

-Papá, déjame que te pregunte algo-musité.

-¿Qué sabes de mamá? Quiero decir, hace mucho tiempo ella no llama y no sé nada de eso. Bueno, sin contar con el hecho de que normalmente cuando los padres se separan los niños suelen quedarse con las madres, ya sabes...

-No, no sé nada- me interrumpió, algo nervioso. Debo irme, ¿si? Luego hablamos de esto. Adiós cariño- besó mi frente.

Levanté la cabeza, irritada y solté algo de aire. A decir verdad,su respuesta me había dejado aún más intranquila. La extrañaba, ¿acaso ella no lo hacía por mí? Era muy extraño que no hubiera llamado, pues, las primeras semanas solía llamarme y escribirme todos los días. Papá sabía algo, algo que yo no. Lo averiguaría.

Traté de restarle importancia, para comenzar con mi rutina diaria, en el instituto.

Tenía que hablar con Harry. Sólo él podía hacerme sentir bien, sólo él sabía cómo hacer que me olvide de todos mis problemas. Y eso era justo lo que necesitaba. Iba a tragarme todo mi maldito orgullo si era necesario. Necesitaba un abrazo, alguien que me escuche, un amigo.

No lo encontré durante la hora de entrada, lo cuál, claramente, no me sorprendió, pues siempre llegaba tarde al instituto.

-Otra vez tarde, señorita Pierce- dijo la potente voz del profesor de Historia del arte.

"No puede ser" pensé. Había jurado que llegaba temprano. Traté de divisar al rizado, pero no, definitivamente él no estaba allí.

-S-si, lo siento- dije entre risitas, dispuesta a sentarme en mi lugar.

-No tan rápido, señorita- me frenó- Quiero que me busques unos libros en la biblioteca- dijo para luego nombrar algunos materiales bibliográficos.

Asentí levemente con la cabeza y me dirigí hacia el lugar mandado. Tarareaba mi propia melodía en los vacíos pasillos del enorme instituto. Mis pies de vez en cuando seguían el ritmo de mi canción, moviéndose torpemente.

Unos murmullos dentro de la habitación del conserje me llamaron la atención e hicieron que mi caminata se detuviera en seco. Retrocedí unos pasos para volver frente a aquella puerta cerrada. Ahora los sonidos eran más nítidos. Un ruido inconfundible de besuqueos y gemidos. Reí al pensar encontrarme con profesores en esa comprometedora situación. Abrí la puerta de par en par y con un rápido movimiento mientras mi boca gritaba un "Já" inevitable.

Retrocedí nuevamente al encontrarme con algo que no me esperaba. Mi sonrisa traviesa se borró, para ser remplazada por una mueca de incomodidad.

No se trataba de profesores, claro que no. Eran, nada más y nada menos que el señor Styles con Charlotte. Tragué saliva con fuerza y bajé mi mirada al suelo.

Era uno de esos momentos en los cuáles quería que me tragara la tierra.

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora