31. Harry.

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Entonces allí me encontraba yo, frente a esos suplicantes y brillantes ojos color miel que solían tener la habilidad de sacarme de mis casillas. Aunque mi cabeza quería negarse rotundamente, mi corazón se interponía y jugaba en mi contra.
¿Qué debía hacer? ¿Qué tenía que responder?

Mi subconsciente me dice que es malo, que no debo, pero por Dios... yo nunca le hago caso a mi cabeza. Tal vez si lo hiciera, hoy no estaría con ella, no estaría aquí, ni en este momento.

Casi sin darme por aludido mis brazos ya se encontraban rodeando la pequeña cintura de la castaña, y mis labios, buscando los suyos con desesperación. No podía, y no quería resistirme a eso. Necesitaba ese beso, al igual que ella. Y no podría negarselo a una señorita que me lo pedía de esa forma.

Becca se adelantó. Sus labios chocaron con los míos de manera desenfrenada. Nuestras lenguas ahora peleaban por el dominio total. No había sensación más gratificante que aquella de sentir su boca en la mía, su cuerpo a mi lado y sus manos detrás de mi nuca tratando de expresar un "nunca te dejaré ir".

La separé un poco de mí, pensando si de verdad debía estar haciendo esto. Ella estaba borracha, no lo recordaría en la mañana. Pero, ¡maldición! las ganas eran más fuertes que yo.

Sus ojos me miraron con diversión y ganas de más. Yo, en cambio, me encontraba confundido y no podía evitar que esto fuera notorio.

-¿Qué?- preguntó alzando una ceja- Oh, no. No me digas que no te gustó. Lo siento yo...- dijo algo avergonzada.

Se deslizó de mi agarre y bajó la cabeza. Pude ver que se sentía dolida, decepcionada.

-Si me gustó- musité lo suficientemente fuerte como para que ella me escuchara y volteara a verme con un nuevo brillo en sus ojos.

Lo necesitaba de nuevo, sus labios eran adictivos para mí. Busqué su boca para encontrarla con la mía de nuevo. Ésta vez, el beso fue más lento, y mucho más intenso, profundo.

La levanté del sofá en el cuál se encontraba sentada, sin despegar mis labios de los suyos. Ella posó su mano sobre la unión de mi mandíbula con mi cuello. Las mías se encontraban en su cintura. Becca me guío hasta chocarme contra la pared. Ella llevaba el mando.

Sus besos se trasladaron hasta mi cuello. Ella estaba divertida, y yo en cambio estaba siendo víctima de los encantos de esa mujer. Se separó de mí sólo para tomarme de la camisa con fuerza y llevarme sostenido de la misma hasta mi habitación. Grave error.

Me tendió sobre la cama y me besó nuevamente en los labios. Mis manos recorrieron todo el contorno de su espalda, pero cuando esta terminó supe que no podía dejar que algo más pasara.

-Maldita sea, Becca, no. Estás ebria, no podemos- la separé de mí a duras penas.

Se echó a reír con ganas otra vez. Quería estar enojado, pero su risa era contagiosa y divertida. Ignoró completamente mis palabras y volvió a chocar su boca contra la mía. Demonios, cómo me gustaban esos labios, esos besos. Me encontraba en una lucha interna conmigo mismo, decidiendo si debía dejarla en mis brazos a pesar de su borrachera y hacerla mía de una buena vez o cuidarla y dejarla descansar.

Aunque lo dudé durante varios minutos, opté por la segunda. Era la mejor para ella. Y en esos momentos de irracionalidad, lo mejor para ella era lo mejor para mí.

-No- la separé definitivamente de mí- No puedo. Simplemente, no puedo.

Me levanté del gran colchón y me terminé de prender los botones desprendidos de mi camisa, dejando como siempre un último suelto. Revolví mi cabello como siempre solía hacer y tomé una gran bocanada de aire. Enserio tenía ganas de estar con ella, pero estaba ebria, no podía aprovecharme de eso.

-Lo sabía- murmuró su angelical y melodiosa voz, ahora algo desentonada por los efectos del alcohol- ¡Qué tonta, tonta, tonta eres Rebecca!- se golpeaba la cabeza con su mano débilmente.

Mordí mi labio inferior, era tan jodidamente tierna cuando estaba en ese estado.

-No soy suficiente para ti. ¿Cómo pude pensar que Harry Styles estaría conmigo?- dijo haciendo una mueca mientras pasaba su mano por su alborotado cabello.

Me estremecí por completo al escuchar aquellas palabras salir de su boca. Tragué duro. Hubiera querido decirle que era exactamente todo lo contrario, ella era demasiado para mí. Más de lo que podía pedir. Más, mucho más de lo que en realidad merezco.

-No digas eso, gatita- dije envolviendo su cuerpo con mis brazos- Eres genial. Eres... perfecta- dije casi en un susurro.

Sabía perfectamente que no lo recordaría por la mañana, pero no podía evitar decirlo. Ella me dedicó su mejor sonrisa, esa que era sólo para mí. Esa misma que me daba vuelta el estómago. Respiró aliviada, y colocó su cabeza sobre mi hombro. Sentí un cosquilleo apoderarse de mi cuerpo con ese acto tan insignificante.

Nos mantuvimos así durante unos largos minutos. No demoró en quedarse dormida. La llevé en mis brazos hasta el centro de la cama y la recosté. Me encargué de cubrirla con lo suficiente para que no pasara frío durante la noche. Me senté junto a su cuerpo acostado. Qué linda se veía cuando dormía. Sonreí. Corrí con suavidad un mechón de cabello que se encontraba sobre su frente, hacia atrás.

Decidí que debía irme y dejarla descansar sola. Me levanté lo más silenciosamente posible y vi cómo ella se acomodaba en la amplia cama.

-¿Harry?- habló su voz melodiosa, y adormilada una vez que me encontraba saliendo de la habitación.

Giré a verla, ni siquiera me miraba, y sus ojos estaban cerrados, pero tenía una sonrisa en su rostro.

-¿Sí, Becca?- pregunté con voz baja.

-Te quiero. Enserio, te quiero.

RudeBoy |H.S|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora