Que maravillosa fiesta... ¡oh, la duquesa es tan hermosa!... anda niña acércate al duque..... es el faisán más delicioso que he probado..... el conde se ve tan atractivo.....
Eran los murmullos de la gente que se encontraba maravillada con todo, la mansión del duque era digna de compararse con el palacio mismo, la gente se sentía alegre, curiosa, y sobre todo intrigada; desde la muerte del anterior duque, nadie había entrado a semejante lugar, pero quien imaginaria lo que estaría a punto de suceder...
-Que piensas Parrish, todo esto me parece extraño, Weilburg no es conocido por ser un alma festiva.
-¡Agh.!.... no me llames así; mejor dime Arlongford, Parrish me quita atractivo, y respondiendo a tu cuestión, tengo muy mala espina de esto; hace rato que Edmond desapareció con la duquesa y ninguno de los dos ha regresado, el conde se ve inquieto.
-Demasiado largo, te diré Wilsito- el vizconde rió, y miro hacia la multitud del salon- pues... yo vi salir a su excelencia de su despacho y no tenía buena cara.
-Ignoraré tu estupidez querido amigo- Huge no dejaba de pensar que algo sucedía; Dios mío, ¡que solo sean ocurrencias mías!
Todo transcurría normal hasta que una campanilla dio la indicación de parar la música, todos los invitados ponían atención al hombre que se encontraba en el centro del salón y la gente comenzo a hacer un circuló para que todos pudieran ver al duque, que tenía una copa en la mano y un extraño gesto en el rostro, pues no se sabía si era un amago de sonrisa o una mueca de apatía.
-Estimados invitados, es conocido por todos que no soy hombre de mucha algarabía, y sé que muchos se preguntan el motivo de tan hermosa velada; como sabrán, acabo de terminar mis estudios y recientemente cumplí años, lo cual podría ser también unos de los motivos de esta reunión, sin embargo, quisiera que el conde Portmore me acompañara aquí al frente- Edmond miró entre la multitud hasta que dio con Maurice, y le hizo una seña con la mano para que se reuniera con él.
"Al fin el momento llego"... se decía en la mente un nervioso Maurice que irradiaba regocijo, pues sabía que al fín se haría el anuncio que espero toda su vida. Al llegar con Edmond le estrecho la mano en signo de agradecimiento, que equivocado estaba.
En un rincón del salón se encontraban el vizconde de Chester y el barón de Arlongford observando atentamente la escena, ninguno de los dos reconocían al hombre que hablaba se miraron uno al otro y negaron con la cabeza.
-Este hombre ha sacrificado su vida por cumplir con la promesa que le hizo a mi difunto padre, asi que, gracias por tantos años de lealtad hacia mi padre y por la devoción con la que nos cuidaste a mi madre y a mi- la gente miraba sorprendida por las palabras de Weilburg, y pequeños aplausos se escuchaban inflando el ego de Maurice.
-Fue un placer para mí, sé que tu padre estaría orgulloso al verte Edmond querido.
-Es más placer para mi anunciar que nuestro estimado Maurice...
-¡¡¡Con nadie!!!!
Todos se voltearon hacia la voz femenina que se escuchaba, y Edmond no podía creer lo que veía.
-Con nadie se casara, yo ya no puedo con la culpa Maurice, no puedo ni siquiera mirarme al espejo, al fin tengo todo lo que soñé y ni así soy feliz- decía Lilian mientras caminaba lentamente al lado de la escalera, sus ojos estaban hinchados, el maquillaje corrido y su cabello parecía un nido de pájaro.
Maurice corrió a su alcance al verla así bajo la mirada confusa de la gente, que alternaban las miradas entre la pareja y Weilburg.
-¿De que estás hablando Lilian?, ¿que te ha pasado?, ven vamos a tu cuarto, todos nos están viendo- la tomaba del brazo intentando llevarla arriba.
ESTÁS LEYENDO
El Duque de Hielo (1° Saga corazones traicionados)
Ficción históricaEL DUQUE DE HIELO La vida del duque de Weilburg no había sido nada fácil desde que murió su padre; había descubierto que no podía confiar en nadie, ni siquiera en la persona que se suponía debía protegerlo y amarlo. Desde ese momento se obligó a con...