El viaje hasta Inglaterra fue terriblemente incomodo y muy largo; por un momento Collin pensó en que no llegarían para la fiesta de la hija de su socio, pues tuvieron que tomar la ruta de tren mas larga, atravesando de Vienna a Zurich y de ahí a París para después tomar un barco desde Caláis hasta Londres, siendo este ultimo trayecto la peor parte de todo el viaje ya las hermanas von Hallen se la pasaron todo el tiempo aterradas.
Una vez hubieron pisado tierra Inglesa, Emilia y Corinna, pudieron descansar de la angustia que supuso el viajar en barco a pesar de que lady Ingrid trato de reconfortarlas todo el camino. Se encontraban apunto de subir al carruaje que los llevaría a la casa del socio de Collin cuando Emilia recordó que había dejado el ridículo en el camarote, por lo que ignorando los gritos de su primo y de las otras damas, salio corriendo para intentar encontrarlo antes de que al barco zarpara; cuando de repente se choco de cara contra algo duro mandándola en picada al suelo, pero antes de que su trasero tocara el mal oliente charco en el piso, unos brazos la sujetaron fuertemente evitando su bochornoso destino.
-¿Señorita se encuentra usted bien? ¿se ha hecho algún daño? permita que la ayude.
Emilia miro los hermosos ojos color miel del hombre que la sujetaban delicadamente y la voz aterciopelada que salia del caballero le provoco un escalofrió.
-Creo... creo que estoy bien señor, solo mi vestido a sufrido la peor parte- dijo mirando el bajo de su vestido manchado de agua sucia y lodo.
-Pues eso le pasa por imprudente- dijo otra voz grave que la obligo a girarse dispuesta a defenderse, por un segundo todo su alrededor se detuvo, cuando se contemplo al caballero con el que había chocado.
-Yo... yo... este- tartamudo como una boba.
-Vamos no seas mal educado que pensara la señorita de ti- dijo el otro caballero sacando a Emilia de su conmoción, pero jamas creyó haber visto un hombre como el, aun así se defendió.
-¡Que es un grosero!- dijo ella.
-¡Vaya al fin!, por un momento creí que era tartamuda y torpe, pero ahora veo que solo es torpe.
Edmond enfoco mejor a la joven y se quedo anonadado con la bella señorita que lo atravesaba con la mirada, hasta que Arlongford rompió el encanto.
-Ignore a mi amigo señorita, es un tanto amargado cuando se lo propone, ¿a donde se dirigía usted con tanta prisa?- dijo el otro caballero, el amable y guapo de ojos mielosos.
-Yo... ¡oh por dios! no puede ser el barco- y siguió corriendo dejando atrás a ambos hombres- ¡demonios, mi bolso!
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-Vaya esa niña si que sabe correr- dijo Edmond.
-Pues con esa falta de caballerosidad tuya hasta yo saldría como alma que lleva el diablo- le espeto Huge.
-¡Oh por favor! es ella la que hace gala de la falta de modales, ninguna señorita decente andaría corriendo como loca llena de lodo.
-Tu no tienes remedio Weilburg- le decía mientras le daba unas palmaditas en el hombro.
Ambos siguieron caminando por el muelle, pues tenían que revisar una mercancía que les llegaba desde Budapest. Mientras buscaban el barco que suponía traía las cosas, una escena bochornosa que sucedía a la orilla del muelle les llamo la atención.
-¿Acaso estas sorda?, cuando yo te de una orden tu me obedeces, ahora mírate pareces una pordiosera, apestas a podrido.
-Suéltame me estas lastimando y todos nos están viendo.
-Me importa una mierda, ni creas que dejare que te vean puerca y mal oliente pareces una vulgar vagabunda.
Edmond observo como la joven había cambiado la expresión de miedo por una de rabia y enojo, y cuando nadie lo esperaba le propino una bofetada tan fuerte al hombre, que su diminuta mano había quedado pintada en su rostro y cuando el intento arremeter de la misma manera contra ella... el duque y el barón, corrieron en su dirección mientras eran observados por los ojos curiosos de la demás gente, y antes de que el hombre pudiera golpear a la mujer, Edmond lo agarro de la mano y lo obligo a girarse hacia el mientras que Huge se ponía frente a la joven.
-¿Así que te sientes muy hombre por golpear a una muchacha?.
-¡Suélteme no es de su incumbencia, ella se lo ha ganado!
-Ninguna mujer se gana semejante trato- dijo Edmond.
Emilia observaba al hombre que sujetaba a su primo del brazo, el desconcierto en su rostro lo decía todo, aquel era el hombre que la había insultado hace unos instantes,pero ahora, la defendía mientras el otro caballero- el guapo de hermosos ojos- la protegía como si se tratara de un hermano protector.
-Tal ves debería darle yo el mismo trato, pues se lo ha ganado con creases- le dijo el hombre a su primo.
- ¡Por dios, que esta pasando aquí!- dijo una voz femenina y al instante todos se giro hacia la hermosa mujer que se abría paso entre la gente.
Lady Briest, vestida con un delicado vestido crema y café de cuello alto y entallado, que resaltaba su esbelta figura, su cabello entre castaño claro y dorado sujetado en un elegante moño, de piel trigueña, ojos verdosos, labios voluptuosos, pómulos marcados y con su exótico acento extranjero que le daba un aire de misterio, llamaba tanto la atención, que Emilia la aprovecho para salir corriendo hacia ella, mientras los dos hombres la miraban boquiabiertos.
-¡Oh Ingrid!- le decía la joven mientras esta le extendía los brazos.
-¿Pero que te paso mi niña?- Ingrid la miro de arriba a abajo hasta que reparo en la mirada iracunda de Lord Rosenau, mientras Emilia comenzaba a sollozar entre sus brazos.
-Es que... mi bolso y el barco, después Collin....
-Sh sh sh tranquila, no ganas nada poniéndote así- trataba de tranquilizarla sin quitarle la mirada a Rosenau- csendes, jó kislány semmit nem hagy befolyásolja a szív, én mindig veled.
Solo la chica entendió lo que la otra mujer le había dicho, ya que asintió con la cabeza y se limpio las lagrimas de las mejillas; eso dejo mas impresionado al Barón que seguía sin poder dejar de mirar a la mayor de las damas; pues no le quedaba duda de que fuese mayor de los 27 años o quizás ya rondara los 30 años, pero para el era mucho mas bella e interesante que las tontas debutantes que lo rondaban.
Quien también aprovecho el desconcierto de los otros caballeros fue Collin que se soltó del agarre del hombre y con solo una mirada les indico a las dos damas que se dirigieran al carruaje.
Sin pronuncian ninguna palabra las mujeres se encaminaron entre la multitud, mientras Edmond veía indignado como la mas joven ni siquiera se dignaba a agradecerles por salvarla del bruto ese, que entre miradas desafiantes también se retiraba del lugar.
-No cabe duda que todas son unas ingratas, jamas me meteré en problemas ajenos.
-Pues yo me siento mas que recompensado; si haberlo hecho me ha permitido que un ángel se me apareciera, lo haría cuantas veces fuera- dijo Huge con una enorme sonrisa en los labios.
-Pues te dejo para que sigas de bobo pensando en tu ángel, yo me voy.
Dejando atrás a su enamoradizo amigo, Edmond camino entre la multitud mientras en su mente recreaba el momento en el que la chica chocaba contra su tórax, y cuando la joven lo confronto, él aprovecho el momento para observarla muy detenidamente; era pequeña de cabellera castaña o eso le pareció, pues llevaba un sombrero que cubría un elaborado chongo, su tes ligeramente dorada como la miel, unos labios rojos y carnosos, las largas pestañas que rodeaban sus hermosos ojos marrones, y envuelta en ese vestido verdoso,resaltando su figura como una madonna de Miguel Ángel; sin duda era una mujer hermosa, lastima era igual a las demás. Seguramente seria su esposo el que la maltrataba o su hermano ¿o?... ¡que rayos le importaba! se fue con el a pesar de el modo en el que la había tratado... pues que le aproveche.
"Tu no eres menos santo que ese hombre, recuerda a tu madre"
Edmond sacudió la cabeza para borrar esas palabras de su mente, pues lo cierto era, que el tal vez, el fuera aun peor que ese extranjero.
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El Duque de Hielo (1° Saga corazones traicionados)
Ficción históricaEL DUQUE DE HIELO La vida del duque de Weilburg no había sido nada fácil desde que murió su padre; había descubierto que no podía confiar en nadie, ni siquiera en la persona que se suponía debía protegerlo y amarlo. Desde ese momento se obligó a con...