CAPÍTULO 1- La fiesta de despedida.

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Una noche en la discoteca de moda de la ciudad;

Una noche en la discoteca de moda de la ciudad;

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-Ponme tres de ron cola, majo-.

-A ti los que quieras, preciosidad- Me dice el camarero morenazo gritando desde la otra punta de la barra.

Le pago los tres cubatas y le guiño el ojo mientras me voy alejando hasta llegar a mis tres mejores amigas.

-¿Habéis visto el culazo que tiene el camarero? Además de buenorro, simpático- Les digo a mis amigas.

-Para culazo el mío- Dice Món, la más creída de mi grupo guiñándonos un ojo.

-Tía, te vamos a echar muchísimo de menos. ¿En serio te tienes que ir?- Comenta mi otra amiga, Noelia.

-Quédate en mi casa, verás que fiestones nos pegamos todos juntos este verano...- Dice Carmen, aún conociendo de sobra a mis padres.

Hago una mueca de tristeza, pero mis amigas saben que no tengo otra opción. Les comento que ya lo había discutido con mis padres miles de veces, y que ellos aseguraban que estaría mucho mejor con Pedro y Mari, los mejores e inseparables amigos de mis padres.

La noche transcurre bailando reggaeton y bebiendo un cubata tras otros, mientras un grupo de chicos bastantes atractivos nos apuntan en nuestros móviles sus números de teléfono.

Al buen rato, alguien me susurra al oído mientras me toca el brazo.-¿Me concede este baile, preciosidad-.

Para mi sorpresa es el camarero al que le pedí los tres ron cola. Menudo morenazo...

-Me encanta la bachata- Le comento mientras lo cojo del otro brazo y voy marcando el primer paso. Noto cómo cada vez se acerca más a mi y no puedo evitar ruborizarme. Medio Madrid nos está observando.

Cuando me quiero dar cuenta me agarra del cuello y me acerca todavía más, rozando su lengua en mis labios. El pulso se me acelera por momentos y de reojo veo cómo mis tres amigas están flipando. 

Creo que lo mejor será irnos a otro sitio y no dar el espectáculo en una de las discotecas más famosas de Madrid. Se lo susurro al oído y este accede. Tira de mi brazo y dice: 

-Vayamos al almacén, allí no nos verá nadie- Intento bajar las escaleras como puedo, bastante tocada por el alcohol, pero tropiezo con un chaval rubio, uno de esos que nos pidió los números de teléfono, con tan mala suerte de que todo el cubata se derrama sobre su camisa de cuadros rojos. 

-¿Qué haces, payasa?, ¿tienes prisa por ir a liarte con ese camarero que tanto te pone?- Dice el chaval con bastante agresividad. 

Cuando me dispongo a contestarle, alguien tira de mí y evita que lo haga. 

-¿Estás loca? Le has tirado el cubata a lo peor de Madrid, y encima le ibas a contestar. Vamos al almacén antes de que nos pille alguien. A las 6 cerramos y queda media hora- Me dice el camarero.

Desenfreno en el pueblo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora