CAPÍTULO 3: La llegada al pueblo.

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-Mira, Adriana, cariño, ya estamos llegando- Dice mi madre muy entusiasmada. 

-Ya huele a bicho muerto. Menudo asco de pueblo, cómo no me guste, cojo los bártulos y me voy a Madrid. Avisados estáis- Le digo a mis padres rencorosa por mandarme a este maldito pueblo. 

Veo el cartel del pueblo: "SOTENSAN DE SAN JUAN". En la entrada hay un polígono muy grande, y a su lado un polideportivo. Hasta donde me alcanza la vista, todo lo demás es campo. Nos adentramos y veo que las calles son muy estrechas, casi no cabe mi coche por ellas. Llegamos a una plaza donde hay un gran fuente y continuamos. Cuando llegamos a una calle algo más ancha veo varias casas, una de ellas preciosas. Entonces mi madre interrumpe mis pensamientos:

-Procura no dar el espectáculo, ya sabes que Pedro y Mari tienen muy buena imagen de ti, además  de los disgustos y sobre todo el tiempo, los ha envejecido muchísimo-.

Me quedo bastante rayada porque no sé de qué disgustos hablan , pero justo cuando voy a preguntar se ven a lo lejos un hombre y una mujer agarrados por la cintura. Deben de ser ellos. 

Están irreconocibles, aunque la verdad llevo muchos años sin verlos, sólo recuerdo de ellos que eran algo exigentes. Aparcamos y nos bajamos del coche. 

Mis padres y ellos se funden en un gran abrazo, incluso mi madre y Mari empiezan a llorar. Desde que hace años se marcharon a Francia por la enfermedad del padre de Pedro, no nos hemos vuelto a ver. Dos años después el hombre murió y la familia decidió que lo mejor sería quedarse allí. 

Los noto bastante desmejorados. Mari es una mujer bajita con el pelo muy canoso, y Pedro, bastante más alto que ella y con una larga barba.

-Bienvenue petite- Me dice Mari mientras me abraza. 

-Un plaisir d'être ici-.

Intento decir lo más agradable posible.

Entre todos bajamos las maletas y éstos me enseñan la casa. Nada que ver con la de Madrid, pero bastante acogedora. 

Es la casa típica de pueblo, con su corral, su patio lleno de flores, su cocinilla, etc...

Me despido de mis padres que se van a celebrar las bodas de plata, y la verdad, no tengo ni idea de cuándo vendrán. 

Subo a mi nueva habitación. Está impoluta. Hay una cama de matrimonio con unas sábanas preciosas y unos cojines muy monos encima, no son nada de mi estilo, pero quedan genial en esa gran cama. La habitación es de un rosa chicle monísimo. Y tengo un cuarto de baño para mí sola. Al final no va a ser todo tan malo como parecía... 

Coloco mis cosas en los armarios y cojo el móvil para escribirle a mis amigas y decirles que ya he llegado. No me saco de la cabeza al morenazo de la noche anterior. Quizá si tuviera su número podríamos concertar una próxima cita y terminar lo que acabamos. 

Cuando estoy en ello escucho la voz de Mari que me llama desde el patio: 

-Ma petite, Il est temps pour le dîner-. 

¿Qué le habrá dado a esta mujer para hablarme en francés todo el rato?

En la cocina me encuentro a Pedro y me dice que cenamos en el patio, que aquí lleva meses haciendo mucho calor, y que fuera hace una temperatura ideal.

-Pues qué suerte, en Madrid todavía hace frío-.

Nos sentamos en la mesa y me sirvo una ensalada que tiene una pinta deliciosa. 

-Ponte comida sin miedo, cariño, hay mucha-.

-Ya sabes cómo se cocina en los pueblos, aquí hay comida para un regimiento.-Espeta Pedro entre carcajadas. 

-Tenía muchas ganas de volver a veros. Hablamos con tus padres una vez al mes, pero es bastante caro llamar desde otro país y además ya sabes que todos andamos muy estresados con el trabajo. No tenemos tiempo ni para nosotros mismos. Yo estoy ahora en unas grandes oficinas de jefa de marketing, pero también los jefes necesitamos descansar. La ciudad es muy estresante, y ya sabes que a nosotros el pueblo nos encanta. Las verbenas, las romerías, las misas, aunque bueno, yo no tengo muchas ganas de marcha-. 

-¿Qué pasa, Mar...?-.

-Bueno chicas, vamos a recoger la mesa y a ponernos los pijamas, que ya se va haciendo tarde- Interrumpe Pedro, y todo suena extraño. 

Cuando decido subir a mi cuarto y me pongo el pijama, Mari me dice que mañana me presentará a la nieta de su vecina, que tiene 20 años y vendrá al pueblo. 

Accedo y subo a la cama. Me duermo pensando en el camarero de Madrid. 

Desenfreno en el pueblo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora