Maravilla

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Al terminar nuestro plato de pasta nos quedamos un rato más en casa de Sniffles.
Luego, antes de irnos, le agradecimos hasta el hartazgo al peliazul (o eso fue lo que Flippy hizo) y salimos por la puerta principal.
El sol quemaba y nublaba mis ojos, pero no tardé mucho en acostumbrarme. Flippy me tomaba de la mano sin dejar de sonreír.

—¿Y bien? ¿qué te gustaría hacer el día de hoy?

Cualquier cosa a tu lado estaría bien.

Humm... ¿Te parece... Ir al zoológico?

—...— la idea era algo infantil, pero no puedo negarme, no con esa carita Claro, vamos allá.

Nos encaminamos a través de las calles de la ciudad; todas las personas nos miraban con algo de extrañeza, aunque no era de sorprenderse, no es de todos los días ver pasar a una pareja de jóvenes idénticos y con uniformes militares.

Llegamos al lugar de destino; Trouffles estaba en la entrada vendiendo los boletos; lo saludamos y entramos. El lugar era muy amplio y había montones y montones de conejitos y monos pequeños correteando alrededor; Flippy insistía en ir a ver las morsas, aunque yo le dije que quería ver a los leopardos.

Primero veamos a las morsas.

Primero los leopardos.

Pero las morsas están más cerca.

Y los leopardos son más interesantes.

¿Qué tienes contra las morsas?

Nada, que creo que sería mucho, MUCHO más interesante ver a los leopardos alimentarse.

¿A qué sabe la vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora