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Nuestra vida se volvió algo rutinaria, sin olvidar que también se hizo recta y limitada.
La dificultad de los circuitos de entrenamiento iban aumentando de a poco; como habíamos acordado en el trato, yo recorría los circuitos y realizaba los ejercicios en lugar de Flippy; en otras palabras: quien estaba haciendo el servicio militar era yo, no él, ya no más. Aunque con eso me bastaba, al menos tenía mas libertad que antes, pasaba más tiempo controlando su cuerpo, y eso para ya era algo bueno.
Para buena suerte, los demás cadetes nunca se metieron con nosotros.

Ahora ha llegado el día en que nos anunciaron que dentro de poco de supone nos enseñarán a usar un arma de fuego. Estoy pensando en darle a Flippy una oportunidad en esta actividad.

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Son como las cuatro y media de la madrugada, aún recostados en la cama pero ya despiertos; decido hablar con Flippy.

--Hey, que desde hace mucho que yo me encargo de los entrenamientos pero, has oído que quizá hoy nos enseñen el manejo de armas. ¿No quieres intentar esto?

--Tal vez, no lo sé, no estoy seguro. ¿Por qué lo preguntas?

--La verdad, no tengo una razón exacta para preguntar. Sólo quería saber si querías intentarlo o no.

--Hmm... De acuerdo, voy a intentarlo.

--Perfecto.

--Sólo deja de ser tan arrogante cuando te refieres a tu desempeño en el servicio.

--No soy arrogante, sólo bueno... Más bueno que un veterano.

¿A qué sabe la vida?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora