Capitulo 32

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Le di una última mirada a mi reflejo. El atuendo era sinónimo de seriedad, sencillez, servicio...

Todo lo opuesto a mi persona.

Dicen que eres lo que vistes (al menos eso afirma Jazz). El conjunto consistía en un par de pantalones negros. Una blusa manga larga, blanca. Y un chaleco negro de lo más mortal e incómodo. Deteste mi reflejo de inmediato. Esa no era yo. Era un copia barata de un impresora prehistórica que solo podía imprimir en blanco y negro. ¡Ah! Y olvide mencionar que todo el atuendo me producía comezón.

Fantástico. Simplemente fantástico.

Nunca he podido utilizar la ropa de otras personas. Imposible y desagradable. ¡Por esa misma razón nunca participe en las obras estudiantiles!

Eso, y odio las obras de teatro. Me parecen ridículas.

Al igual que esta situación.

Es estúpido. No hay otra manera de llamarlo. Desde el momento en el que decidí escuchar al tarado de Alex, era inevitable que esto se convirtiera en idiotez. En mis casi dieciocho años jamás hubiera imaginado llegar al punto de hacerme pasar por alguien del servicio para conseguir comida gratis.

¿Quién haría una idiotez de tamaña magnitud?

Alexander Black.

Pero el premio a la idiotez me lo he ganado yo. Por hacerle caso a un neandertal con la capacidad mental de un pez dorado. Incluso "Dory" tiene mayor capacidad mental que ese inepto.

Abrí la puerta del vestidor. Alex s encontraba ya en su atuendo. Él también se haría pasar por un integrante del personal de servicio. ¿No era más fácil preparar un par de emparedados en casa?

Al parecer no para el idiota. Estoy considerando más divertido permanecer en casa castigada que servirle comida a un montón de ricachones engreídos.

—Esto es ridículo. Ridículo y estúpido.

Alex sonrió. — No te ves mal.

— ¿Crees que me interesa? A estas alturas podrías decirme que encontraste la cura contra la calvicie y me importaría una mierda.

— ¿Te interesa saber cuál es la cura contra la calvicie?

— ¡Era sarcasmo! Ya sabes, ironía amarga.

—Tienes un sentido del humor muy extraño. — bufe. — Corbata.

— ¿Qué?— Le mire desconcertada. — ¿Ahora lanzaras palabras sin sentido? Tú dices corbata y yo digo comida.

Alex negó y señalo un punto sobre mi hombro. — Tu corbata. Deberías llevarla puesta. Apropiadamente.

Cruce mis brazos sobre mi pecho. — Me importa un carajo donde la lleve puesta... ¿Qué haces?

Alex había acortado la distancia entre ambos. Tomo la corbata y rodeo mi cuello con la misma. Paso un extremo sobre el otro con agilidad, y en menos de dos segundos la había ajustado a la perfección.

—Listo. No eres muy buena en esto. — se burló.

—Obviamente. Usar corbatas no es parte de mí día a día. — Di un par de pasos hacia atrás, alejándome de Alex y su presencia. — ¿Y ahora qué?

—Salen y sirven la comida. — Reconocí la voz de Bruno y me gire. Llevaba un atuendo idéntico al nuestro, con la diferencia que este llevaba un antifaz negro puesto. Enarque una ceja. — Y necesitaran estos. — extendió ambas manos, y de estas colchaban un par de antifaces. Alex tomo el suyo y se lo coloco. Sus ojos verdes resaltando aún más. Bruno me extendió un antifaz y negué. — Debes llevar uno de estos puestos. Es parte de la temática.

Orgullo, Sam, OrgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora