Quién domina Egipto domina el mundo

232 17 0
                                    

Ra atravesó las cortina bien entrada la mañana, llenó la luz de la habitación y acarició la piel de su amada hija haciéndola despertar de su reposo. La reina vestía frescos ropajes blancos que se arrastraban por la cama hasta llegar al suelo. Se incorporó sobre el lecho y bajo su sombra pudo ver a su pequeño recién nacido.

-¡Majestad!- La volvió a llamar Heliodoro.

La reina dejó esos bellos pensamientos correr hacia un lado, les dejó alejarse hasta el momento donde pudiese zambullirse nuevamente en ellos. Ya recordaría ese lejano día...en otro momento.

-Lo siento Heliodoro, dime.

-Se acerca la época de la agogé para los niños de los diez años.

La agogé, Cleopatra odiaba ese termino espartano, era un entrenamientos bestial pero era básicamente un término que unificaba el acondicionamiento físico de los menores para prepararse para el servicio militar, el adiestramiento ptolemaico no era tan bárbaro como el espartano pero se usaba ese término, así lo habían echo sus ancestros siempre y en unos años Cesarión también debería estar ahí...en unos años.

-Proceded como de costumbre, reclamad a los niños de las familias nobles y entrenandlos- La reina se acomodó en su trono. Mener y Ur estaban a los pies del mismo, bostezando con pesar y soñolientos, esa reunión les aburría tanto como a ella.

Sosigenes pasó unos papiros a la reina y ella tras darle una rápida visión los impregnó con su sello personal. Solo eran acuerdos de comercio, asuntos triviales de las cosechas del Nilo, la movilización de las recolecciones, cosas diarias para ella.

-¿Algo más?- Preguntó Cleopatra, llevaban toda la mañana atendiendo asuntos de estado.

-Sí gloriosa divinidad, dos asuntos- Habló el Chambelán de la corte- El joven príncipe, ungido por la fuerza de Horus pronto alcanzará la edad de cuatro años. Debería comenzar su formación oficial.

-Es un niño pequeño, demasiado pequeño- Habló Sosigenes.

-Dadle unos años más de juegos y risas- Acordó Olimpo.

El Chambelán puso mala cara.

-Pero...

Ur hastiado del ruido rugió con fuerza y sus fauces trajeron de nuevo el silencio. El leopardo se estregó contra la pierna de la reina y volvió a echarse el el piso de granito.

-Chambelán durante el reinado de mis predecesores el heredero a recibido la educación helenística, y así seguirá siendo. No será hasta los diez años que Cesarión empiece con la agogé y sus estudios.

-Faraona a hablado- Dijo el Chambelán caminando hacia atrás sin dejar de reverenciar.

Debo tener cuidado con este, pensaba Cleopatra, el Chambelán pasaba demasiado tiempo con su hermano, el rey, era demasiado joven todavía y Cleopatra lo tenía totalmente fuera de los asuntos de estado pero un barón era demasiado peligro para ella y su hijo, más incluso que la furcia de Arsínoe, "prisionera de lujo" en Roma.

-¿Qué asunto queda?

-Una carta mi diosa- Dijo el Chambelán- Del gran César.

-¡Ábrela!- Ordenó Cleopatra con emoción, tras casi cuatro años una carta podía ser lo que Cleopatra estaba esperando, un hilo que le atase con César. El Chambelán abrió la carta- Léela.

-A la gloriosa faraona de Egipto, Cleopatra, de la estirpe de Horus y de Ra, amada del sol y la Luna, hija de Isis y reina del Alto y Bajo Egipto...

-Sí, sí, léela tú mismo y retransmite lo que podría interesarme de todo ese tumulto de apariencias.

-Sí, diosa.

El Legado de EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora