-¿Lo encontráis grato mi señor?- Preguntó Octavia.
Antonio no se inmutó, se quedó mirando el paisaje de la ciudad ante él, una formación rocosa llena de templos casas con árboles y vegetación creciendo entre las edificaciones pero la ciudad no era tan bella como...como aquella ciudad en la que verdaderamente residía el corazón de Antonio, no era tan bella como Alejandría. Tantos años pasados y Antonio aún podía sentir la brisa del mar en su rostro, el bullicio de los mercados, la visión de las naves de velas multicolores atracando en el puente, el olor a incienso y el cálido tacto de la piel de Cleopatra, de su reina.
-¿Mi señor?
-Eh sí...todo es perfecto querida- Le sonrió Antonio.
Se encontraban en Atenas, la residencia preferida de Antonio, lejos de Roma, lejos de las intrigas de Octavio pero cerca de la mayor parte de sus tropas. Estaban cenando en una de las terrazas de la villa de Antonio.
-Toda la vajilla está hecha aquí, en Atenas, no son tan prácticos como los de Roma...los griegos sienten debilidad por la belleza.
Al igual que los alejandrinos, la artesanía ateniense y alejandrina era de la mejor del Mare Nostrum, en todo lo que Marco Antonio posaba la mirada se encontraba Egipto...se encontraba Cleopatra.
-Claro...- Antonio se esforzó por buscar algún tema de conversación- ¿Te agrada estar aquí?
-Por supuesto mi señor, nunca había estado en Atenas ¿Más vino?
Ahí estaba ella, Octavia una mujer tan servicial, sumisa y complaciente con su marido, como toda buena mujer romana, no tenía una gota de salvajismo o altanería ¿Cómo podía alguien anhelar a una mujer así?
-No, gracias.
-¿Más...?
-¡No! No quiero nada más Octavia, gracias.
-Disculpas.
Las puertas de la terraza se abrieron y Rufio entró ataviado con su armadura de combate.
-¡Ave Marco Antonio! Te traigo noticias.
Octavia se levantó de su asiento y se dirigió hacia las puertas.
-No tienes por que irte- Le dijo Antonio.
-Una mujer no debe tratar asunto de estado con los hombres y además...cuando se tratan estos temas me pregunto ¿Por qué de repente el vino se a agriado?
Antonio besó la mano de Octavia.
-Buenas noches esposo, os esperaré en el lecho- Dijo sumisamente.
Cuando Octavia se hubo ido Rufio habló.
-Tu emisario ha llegado...tampoco a podido entrar al palacio.
Antonio suspiró y agachó la cabeza.
-Ya es el décimo este año y el duodécimo en dos años.
-Esa alianza debe hacerse, hace años que no vemos ni trigo ni oro, no recibimos nada de Egipto desde que abandonamos Alejandría hace tres años.
-Solo envió grano a Roma hasta que Cirenaica formó parte de su reino. Cleopatra no hace favores, nunca...esperará un pago por su ayuda.
-Lo se- Admitió Rufio- Debes ir tú, solo te recibirá a ti.
-¿Y...y si también me rechazase?
-Eso sería...improbable.
-Prepara las galeras, partimos en dos días.
-A la orden. Trata de conciliar el sueño.
Antonio esbozó una triste sonrisa.
-No lo concilio desde hace tres años.
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El Legado de Egipto
Historical FictionDicen que salí de una alfombra y me presenté desnuda ante César, dicen mucho sobre mí pero ¿qué has escuchado tú? Hice lo que debía hacerse, lo que debía hacer para gobernar cual Isis en el cielo, para defender a mi pueblo...hice lo que había de hac...