Las donaciones de Alejandría

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El ruido causado por el gentío era completamente ensordecedor. Toda Alejandría había acudido a la plaza del palacio de la ciudad, la residencia secundaria de los reyes. El pueblo gritaba y ondeaba el estandarte púrpura de los Ptolomeos.

Cleopatra y Cesarión, como faraones, estaban sentados en altos tronos en los que todos podían contemplarlos. Alejandro, Selene se sentaban a los lados de Cesarión junto al pequeño hijo de Cleopatra y Antonio: Ptolomeo Filadelfo II. La corte rodeaba a la familia real junto a sacerdotes, escribas, nobles, generales y Antilo, hijo natural de Antonio y adoptado de Cleopatra. Antonio se encontraba frente a la reina y su primogénito.

El romano vestía una túnica escarlata sobre su armadura romana mientras que una corona de laurel reposaba sobre su cabeza.

Antonio alzó la mano y todos los alejandrinos guardaron silencio. Lo único que se escuchaba era el sonido de los estandartes ondeando al viento y de las olas rompiendo contra la costa.

-¡¡Ciudadanos de Alejandría, me presento ante vosotros con todo el poder del imperio romano oriental!!- Declaró Antonio- ¡¡Y lo hago para declarar que la reina Cleopatra, viuda de Cayo Julio César según el rito egipcio fue su única y legítima esposa!! ¡¡Y su hijo, Ptolomeo César, faraón de las dos tierras es el verdadero, legítimo y único hijo del divino César!!

Los alejandrinos gritaron y vitorearon con gran júbilo mientras golpeaban los estandartes contra el suelo adoquinado de la plaza del palacio. Antonio alzó la mano y prosiguió.

-¡¡Quiero que se sepa que todo el mundo que yo, Marco Antonio, renuncio a mi falso matrimonio romano y tomo por esposa a la reina Cleopatra!!

Cleopatra sonrió con malicia. Le había costado meses convencer a Antonio de hacer esa proclama públicamente pero el nacimiento de Ptolomeo, ya hace meses, fue la gran excusa para convencerlo, Antonio era suyo, el mundo era suyo, solo tenía que alcanzarlo.

Antonio miró a la reina y ella asintió, sonriente.

-¡¡Como prueba de esta gran unión entrego todas las provincias orientales del imperio romano al reino de Egipto!! ¡¡DESDE CIRENAICA HASTA ARMENIA!!

En esa ocasión el grito de los alejandrinos fue imparable e incalmable, eran como una tormenta estival que azotaba con titánica furia la tierra, en sus voces Cleopatra escuchaba la verdad, la felicidad, la ambición que compartían con la propia reina: El mundo.

-¡¡Egipto, Fenicia y las islas de Chipre y Creta serán reino y soberanía de su divina majestad Cleopatra y el glorioso faraón Ptolomeo César!! ¡¡A mi bella hija, Cleopatra Selene, le nombro reina de Cirenaica y Libia!! ¡¡A mi hijo mayor, Alejandro Helios, le concedo Armenia y Partia!! ¡¡Y a mi joven hijo, Ptolomeo filadelfo, le entrego Siria y Sicilia!! 

Cleopatra esbozó una sonrisa, casi estaba, casi...

-¡¡A la reina Cleopatra la nombro Reina de reyes!! ¡¡El gran Ptolomeo César es Rey de Reyes, heredero del imperio del gran Alejandro y heredero del Gran César!!

Los alejandrinos vitorearon con gran aplomo, los estandartes ondeaban en el cielo con violencia, las lanzas de los soldados centelleaban al ser impactadas contra el piso, y Antonio sonreía mientras que ponía un brazo en el hombro de Cesarión y se proclamaba su tutor.

El viento siguió siendo implacable y Cleopatra alzó la vista. Uno de los estandartes, con su halcón dorado, se descoció de su hasta y salió volando. Un escalofrío recorrió la espalda de la reina mientras contemplaba como el estandarte desaparecía entre las corrientes incesantes del viento.



Octavio alzó el manuscrito, furioso y con los ojos inyectados en sangre.

-¡¡He aquí el testamento de nuestro querido Antonio!! ¡¡Un manuscrito de traición a Roma!!

Se encontraba en el senado, todos los senadores se encontraba reunidos y se encontraban sentados en los asientos, atendiendo a Octavio. Él cónsul miró a cada uno de los senadores y solo con eso, solo con esa mirada les hizo entender a todos y cada unos de ellos la furia que sentía por dentro.

-Antonio, el bravo Antonio, nuestro fiel defensor, ha entregado tierras romanas a sus hijos, a esos bastardos que duermen entre sábanas alejandrinas, allá, en el barbárico Egipcio. Antonio, el fiel y valeroso romano, ha prostituido su dignidad, divorciándose de su esposa, de mi hermana para yacer en tierra extranjera ¡¡Follando con la puta del Nilo!! Cautivado...por la misma trampa que César.

-¡¡Octavio, esos son blasfemias contra Antonio!!- Dijo Germánico.

-¡¡¿Los son?!! Lee su testamento ¡¡LÉELO!! Léelo y luego dime Germánico si son blasfemias contra Antonio o blasfemias contra la madre Roma.

El senador tomó el pergamino y comenzó a leerlo en voz baja, cuanto más leía más palidecía y más sudor caía de su frente.

-Cuando llegue mi hora...dice él, deseo ser enterrado en Alejandría ¡¡En su muy maldita Alejandría!!- Gritó Octavio-¡¡ Yacer descansando en Egipto, entre egipcios!! ¡¡Y por si fuera poco también desea trasladar la capital del imperio a Alejandría

Los murmullos se hicieron presentes pero Octavio alzó una mano.

-Líbrenme los dioses de decir que Marco Antonio no es un hombre honorable ¡¡Todo eso!!- Dijo señalando el testamento- Es obra y gracias de su amante ¡¡De la puta de Cleopatra!! No compatriotas míos...no, Antonio no es el peligro, el peligro es esa víbora de reina que envenena la mente de nuestro fiel hermano y ahora le ha vuelto en nuestra contra ¡¡Es Cleopatra la que ha envenenado el mismísimo corazón de Roma, la que ha hecho que el mundo vea a Roma débil, ¡¡Como una ramera de piernas abiertas!!

-¡¡Cierto!!

-¡¡Cierto!!

-¡¡Así es!!

-¡¡Mientas hablamos las huestes de Cleopatra y Antonio se encuentran en Grecia, listas para invadirnos!! Decidme pues, senadores...¡¡¡¿Cómo actúa Roma ante una invasión extranjera?!!!

Todos los senadores se pusieron en pie.

-¡¡GUERRA!!

-¡¡GUERRA!!

-¡¡GUERRA!!

Octavio asintió con una sonrisa y tomó un pilum dorado, ungido con sangre escarlata y seguido del resto de senadores tomó camino al templo de Belona, protectora de la patria.

Octavio alzó el pilum.

-¡¡Declaro la guerra, justa y sin cuartel a Marco Antonio y a la reina Cleopatra!! ¡¡Declaro la guerra al noble reino de Egipto!! ¡¡Yo Octavio, hijo de César, la declaro...!!- Octavio lanzó el pilum- ¡¡¡...Y YO LA COMIENZO!!

El pilum cayó ante la estatua de Belona.

-¡¡¡GUERRA!!!

El Legado de EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora