Felicidad

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Se podría decir que efectivamente Cleopatra era feliz, Cesarión y ella gobernaban Egipto, Antonio estaba con ella y Arsínoe yacía muerta. Cleopatra no se inmutó cuando trajeron su cadáver desde Asia Menor, ya la habían preparado para su senda por la Duat y había recibido los debidos enterramientos egipcios. La enterraron en la cripta, junto al resto de sus ancestros.

Antonio ya había reunido a sus legiones pagadas con el oro egipcio y había partido en la conquista de Partia. En Alejandría había dejado al hijo que tuvo de su primer matrimonio: Antilo. Él había sido bien recibido por Cleopatra, él aun niño dulce y que se había convertido en un gran amigo para Cesarión. El corazón de Cleopatra se regocijaba al ver los pasillos de alabastro de su palacio siendo recorridos por niños, le encantaba escuchar su risa y por supuesto amaba la alegría que traía a su palacio.

Era la tarde de los Idus de Julio, Cleopatra, Mardian y Sosigenes se encontraban en el sepulcro real, junto al Soma de Alejandro. 

-Como podéis ver majestad todo está siendo desarrollado según vuestros designios- Informó el arquitecto jefe.

-Bien, gracias.

La reina observó la sala a su alrededor. Las paredes eran de basalto negro y el techo era alto, decorado como si fuese un cielo nocturno. Grandes columnas parmeriformes de negras con inscripciones en griego se encontraban en los lindes de la sala. En el centro de la sala se encontraba una tarima de cristal y sobre ella un altar del mismo material. A ambos lados de la tarima había dos pequeños santuarios: Uno de César y otro de Isis. Unas grandes estatuas de los dioses Anubis y Hades se encontraban detrás del altar.

Era perfecto, era todo cuando Cleopatra deseaba, era su propio sepulcro, el lugar donde su cuerpo prevalecería hasta el fin de los tiempos y el lugar donde su ba dejaría su cuerpo para acudir al juicio de Osiris o su alma sería llevada al inframundo griego, donde cruzaría la laguna Estigia y sería juzgada por tres jueces: Minos, Radamantis y Éaco. Cleopatra era ptolemaica, era heredera de dos culturas, de dos religiones, de dos mundos ¿Cuál de esos mundos la reclamaría tras su muerte? ¿Cuál sería su curso tras ascender las limitaciones de la carne? Cleopatra no podía preocuparse de eso, tenía mucho que hacer, debía cumplir su propósito antes de eso, la tumba debía esperar.

-Me complace, buen trabajo arquitecto.

El hombre hizo una reverencia mientras esbozaba una sonrisa.

Cleopatra volvió a mirar su sepulcro y se fue a paso ligero. Pasó toda la tarde en la biblioteca, hablando con sus compañeros, filosofando y tratando de rescatar los conocimientos que había perdido pero Cleopatra estaba contenta. Marco Antonio trajo miles de manuscritos desde la biblioteca de Pérgamo, eterna rival de Alejandría, esos manuscritos sustituyeron a los perdidos hace años aunque algunas obras únicas como la de Aristarco había desaparecido, una lástima.

Jonsu, dios lunar apareció en el firmamento cuando Cleopatra llegó al palacio. Cenó y durmió junto a sus dos hijos menores, Alejandro y Selene, eran tan bellos, tan divinos. Eran su tesoro, Cesarión y ellos dos lo eran, un tesoro por el que incluso daría Egipto...lo que fuese, su propia vida.

Al día siguiente Cleopatra junto a Antilo visitó el gimnasium donde se adiestraba Cesarión, el instructor de los jóvenes, Euristeo les recibió.

-Es un honor majestad.

-¿Cómo progresa Cesarión?

-El muchacho se esfuerza pero lamento decir que no es bueno para la lucha cuerpo a cuerpo. En cambio es hábil en el manejo del arco y la jabalina y ha hecho pruebas con él en asuntos estratégicos, sería un buen general.

-No todos nacen con el don del combate, algunos son enviados al mundo con la buena capacidad de dirigir.

-Y otros simplemente deben obedecer a los que son enviados con capacidad para dirigir- Dijo el instructor.

-¿Estáis molesto?

-Para nada majestad, eso es posiblemente cierto. Soy soldado, comprendo que todo en este mundo tiene una jerarquía. Perdí un ojo por vos durante la batalla de Alejandría, comprendo lo que decís.

Cleopatra sonrió, complacida.

-Instructor, este es Antilo, es mi hijo adoptivo- El chico miró a Cleopatra y sonrió. La reina no había pensando lo que había dicho "su hijo", Cleopatra sonrió, cuánto más hijos, mejor- Vivirá a partir de ahora en Alejandría y desea familiarizarse con la educación de todo buen griego.

-Comprendo majestad. Chico.

-Eh...¿Si, señor?

-Alguna ves has combatido cuerpo a cuerpo, como un hombre.

-Eh...no...señor.

-Condenados romanos, debería fomentar el culto al cuerpo- Dijo el instructor negando con la cabeza pero sonriendo- Ve a aquella sala- Dijo señalando una puerta- Y desnúdate completamente, todo. Luego embarnuda tu cuerpo en el aceite que encontrarás y ve a la palestra. Lo pondré a luchar contra el joven Ptolomeo, le será más fácil adaptarse así.

-Bien- Sonrió Cleopatra- Cuídate Antilo.

Cleopatra se acercó y besó la frente del niño antes de abandonar el establecimiento y volver a Antirrodos.

Una vez llegó pasó el tiempo firmando documentos que le entregaba Sosigenes.

-Te complacerá saber que tu flota ya se ha terminado. Trescientos cincuenta y seis barcos totales.

Cleopatra sonrió.

-¿No te alegra saberlo Sosigenes? Estamos a salvo.

El anciano se inclinó y se apoyó en el escritorio de la reina.

-Tanto tu como yo sabemos que esa flota no podrá con el poder de Roma. Octavio a depuesto a Lépido como Cónsul de África, todo occidente es suyo.

Cleopatra suspiró.

-Tenemos a Antonio.

-Que no sabemos si es tan brillante como César.

-Derrotó a los asesinos de César.

-Con la ayuda de otros romanos. Te arriesgas demasiado al jugar todo a una sola carta. Cleopatra, un país, una monarquía es como una torre de arena, si destruyes la base, destruyes la torre. Tú eres nuestra base, si Octavio te destruye a ti, o a tu flota, Alejandría Caerá, todo Egipto caerá.

-Sosigenes...

-¿Cuánto pretendías ocultarlo?

-¿De qué hablas?

-Elige mejor vestir, mi reina. Estás en cinta.

Cleopatra sonrió con pesar.

-Esperaba dar a nuncio de mi nuevo hijo cuando Antonio volviese.

-¿Olimpo ya te ha examinado?

-Todos los días. Me alegra saber que dentro de poco el palacio estará lleno de risas ¡Por Isis, más que ahora incluso!

-Cleopatra...todos tus ancestros se han asesinado entre si por el trono de Egipto.

-Ya tienes tres hijos nacidos de tu propio viente ¿Un cuarto?

-Tranquilo Sosigenes, eres demasiado precavido- Cleopatra se levantó- Solo Cesarión será rey de Egipto.

-¿Cómo puedes afirmar eso?

Cleopatra sonrió con malicia.

-Bueno...digamos que haré algo que haría que el primer Ptolomeo estuviese orgulloso.

-Cleo...

Las puertas se abrieron de repente, con violencia y brusquedad.

-¡¡¡¡MI REINA!!!!- Gritó el guardia.

-¿Qué ocurre?- Preguntó Cleopatra.

-Es el señor Antonio.

-¡¡¿QUÉ LE HA PASADO?!! ¡¡¡HABLA!!!

El guardia tragó saliva.

-Sus legiones han vuelto...totalmente arrasadas.

El Legado de EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora