La sala estaba en sombras, solo unos pequeños braseros iluminaban tenuemente la estancia. El cuerpo del dictador se encontraba en el centro de la misma, sobre un altar de piedra. El lugar olía a incienso y el olor del cadáver ya se hacía notar. Ella estaba sola.
Se acercó al cuerpo y lo miró con severidad, luego asestó un golpe seco a la mejilla del fallecido César. Le habían lavado las heridas y puesto ropas blancas.
-Desgraciado tú no tenías que morir, tu eras mi única carta para jugar.
Cleopatra reprimió las lágrimas pero no lloraba por haber perdido a un amor, lloraba por haber perdido a un aliado, a alguien que de cierta forma había ocupado un importante lugar en su mente y corazón, César había llegado a ser una amigo, un amigo muy querido con su misma visión, con su mismo sueño.
Ella se había colado en la sala vestida de mujer romana libre. Llevaba un vestido verde oscuro y ocultaba su apariencia bajo una larga capa negra deseaba pasar desapercibida.
-Siempre hiciste lo que querías en vida ¿verdad?- Cleopatra se secó las lágrimas- Imaginaba que no sería de otra forma después de muerto. Recorre los caminos de la Duat con tranquilidad y afronta con honor el juicio de Osiris...yo haré lo que tus compatriotas no hicieron, haré de ti un dios que adorar, una imagen que venerar y protegeré a nuestro hijo cueste lo que cueste.
Cleopatra se acercó al cuerpo y besó los fríos labios del romano por última vez. No lo había llegado a amar, nunca lo hizo pero si lo quiso con locura, era su amigo, su alma gemela, el único que podría entenderla más allá de apariencias y ardides, el único.
-Que Isis te proteja, querido mío- Dijo poniendo en la mano de César una moneda de oro con la efigies de César y Cleopatra tallada en ambas caras.
Unos pasos se escucharon y Cleopatra se apartó corriendo del lado del cuerpo y se ocultó tras una columna del fondo de la sala. Las personas ante ellas empezaron a envolver el cuerpo de César en sábanas de algodón blanco. Entre ellos estaba Marco Antonio, con el rostro rojo por las lágrimas.
-Vamos mi señor- Le dijo al cuerpo de César.
Todos se fueron y en ese momento fue cuando Cleopatra se permitió derramar una lágrima. Luego salió a escondidas de la sala y se reunión con sus cortesanas y unos tres guardias. Todos ellos iban vestidos como romanos de a pie salvo que los guardias llevaban dagas ocultas.
-Lo han llevado al foro- Le informó Iras.
Cleopatra asintió y seguida de su comitiva llegaron al foro. La noche era fría y sin alegría, ni los grillos cantaban, solo se escuchaban los sonidos de las lágrimas y las llamas de las antorchas y braseros. La reina y sus compañeros se mezclaron entre la ingente muchedumbre que se había reunido para venerar a César.
Frente a ellos, en las escaleras del senado, reposaba en cuerpo del dictador, sobre una pira funeraria. Frente a él estaba Marco Antonio y detrás se encontraban Octavio, su hermana, la esposa de Antonio, Fulvia y Calpurnia, la mujer de César. Todos ellos vestían de blanco, el color del luto romano.
Todos los romanos prestaron atención a Antonio.
-Hoy...Roma a sufrido una terrible pérdida, una devastadora traición. Aquí...yace el cuerpo de César, aquí yacen el corazón y el alma de Roma. El soñó todo esto, el construyó todo esto sobre sus hombros ¡¡El conquistó todo esto!! Romanos, romanos hay quién dicen que sus sueños eran demasiado bastos, dicen que era arrogancia, yo digo que era visión. No pudieron soportar su grandeza porque...porque se sentían pequeños a su lado y esos hombres pequeños, hicieron esto- Dijo mostrando a todos las ropas ensangrentadas de César. Iras y Charmion tomaron las manos de su ama para darle fuerza-¡¡Hicieron esto y arrancaron el corazón a Roma!! ¡¡Recordad lo que le hicieron a este hombre!! ¡¡¡¡Porque yo os juro conciudadanos que aunque sea con mi último aliento yo vengaré su muerte!!!!- La multitud rugió y Marco Antonio tomó una antorcha y la alzó- ¡¡¡VENGARÉ A CÉSAR!!! ¡¡¡VENGARÉ A ROMA!!!
Antonio encendió la pira y el fuego se alzó majestuoso, como antaño lo fueron las conquistas de Roma. Se alzó y engulló el cuerpo del romano que con majestuosidad hasta en su muerte, se alzó alto para reunirse con los dioses.
Cleopatra ahora no reprimió sus llantos, no lo hizo, lloró con ganas y pasión.
-Majestad- le susurró Iras con cariño- Volvamos...a casa.
Cleopatra asintió.
Sus hombres empezaron a apartar a la muchedumbre para ofrecerle paso seguro pero Cleopatra miró una última vez a la pira.
-Te lo prometo...César.
Dicho eso, se fue rápidamente.
Pocas horas después del funeral, cuando la noche era más oscura, Antonio se dirigió cabalgando a la villa de César y grande fue su sorpresa cuando las mujeres de la casa le dijeron que la reina se había ido. Antonio quedó pensativo unos momentos pero espoleó con fuerza a su caballo y cabalgó hasta al puerto.
Todo estaba en silencio pero efectivamente encontró lo que buscaba. Las grandes y opulentas galeras egipcias estaban cargando provisiones y las pertenencias de la reina. Cleopatra volvía a Egipto.
Antonio descabalgó y se dirigió al puerto. Cleopatra estaba escoltada por dos guardias que en un principio le impidieron el paso.
-Cleopatra- le llamó él.
La reina, sin girar la cara hizo una señal a sus guardias para que le permitieran el paso.
-En Egipto...en Egipto erigimos monumentos eternos a nuestros héroes...y aquí- Miro con asco a Roma- Aquí los quemáis como basura.
-Serénate Cleopatra- Pidió Antonio, se encontraba cansado y su corazón se oprimía por tanto dolor sufrido- Tengo bajo mi control a las legiones de César, cazaré a sus asesinos.
-De eso estoy más que segura- Le dijo Cleopatra- Yo estaré esperando en Egipto.
-¿Y el César?
-¿Qué César?
-Sabes a cuál me refiero.
Cleopatra por fin se viró hacia Antonio y le miró, su rostros era impasible y gélido, Antonio se pensaba como aquello era posible, como no podía estar llorando ante la muerte de el que él creía que era su amado.
-Mi hijo viene conmigo, no lo dejaré en este matadero.
-He echo todo lo posible, todo lo que estaba en mi mano para ayudarle y ahora te veo a ti...te veo a ti y al César, huyendo en la noche.
-Sabes que pasará si me quedo. César ahora no está, nadie puede protegerme de Octavio en Roma. Debo regresar a Alejandría.
-Octavio no haría eso- Dijo Marco Antonio aunque ni el mismo se creía esas palabras.
-Sí lo haría y tú lo sabes...¿Qué puede hacer una reina extranjera en Roma y más cuando el testamento del padre de su hijo no nombra siquiera su nombre?
-Si César escribía el nombre de tu hijo en su testamento ahora mismo el pequeño si que estaría muerto.
Cleopatra sonrió.
-Eres un buen amigo...viniste en cuanto pudiste- Cleopatra puso una mano sobre el fuerte brazo de Antonio- Tras la muerte de César Egipto queda libre de sus deudas y responsabilidades para con Roma pero si alguna vez necesitas mi ayuda serás bienvenido en mi hogar.
-Gracias.
Iras y Charmion acostaron al dormido Cesarión en un bote que los llevaría hasta la galera.
-Que Isis te proteja Marco Antonio.
Cleopatra besó la frente del romano y se marchó.
La reina se recostó junto a su hijo y sus cortesanas y besó las mejillas del pequeño. Soltaron amarras y los remeros comenzaron a poner rumbo a la galera real. Cesarión era su vida, su razón de seguir adelante. Cleopatra se llevó las manos al cuello y se descolgó el anillo que César le había otorgado y que Cleopatra había atado a una cadena de oro y lo puso al rededor del cuello de su hijo.
-Ahora, él estará siempre contigo, pequeño mío.
Cleopatra miró hacia atrás y pudo ver por última vez a Antonio y Antonio vio por última vez a Cleopatra. Solo se vieron ellos. Cleopatra y Marco Antonio.
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El Legado de Egipto
Historical FictionDicen que salí de una alfombra y me presenté desnuda ante César, dicen mucho sobre mí pero ¿qué has escuchado tú? Hice lo que debía hacerse, lo que debía hacer para gobernar cual Isis en el cielo, para defender a mi pueblo...hice lo que había de hac...