Capitulo especial: Educación ptolemaica

135 12 0
                                    

Ptolomeo con diez años:

Hacía dos meses que Cesarión había cumplido años y solo dos minutos desde que lo derribaron por décima vez.

Estaba en la palestra junto a una media docena de jóvenes nobles que se peleaban entre sí, practicando el ancestral arte de culto al cuerpo. Todos los chicos estaban completamente desnudos, sin ninguna prenda que les tapara y sus cuerpos estaban envueltos en suaves capas de aceite, para que fuese más difícil agarrar al adversario. Cesarión era el peor. El joven príncipe se levantó escupiendo la arena que había tragado. Luchaba contra Eleo, Ptolomeo se habría ruborizado al ver a su amigo completamente desnudo frente suyo pero él estaba igual que Eleo y además, le estaba dando una paliza.

Ptolomeo cargó contra él pero Eleo le detuvo agarrándole del cuello y dando una patada al tobillo de Cesarión le derribó.

-¡¡Arriba Ptolomeo!!- Gritó el instructor, Euristeo.

Él era un griego alto y fornido de unos cuarenta años, vestía una túnica griega negra y en sus piernas, sobacos y espalda se veían decenas de heridas de guerra. Era uno de los mejores soldados, un hoplita del ejército real.

-¡¡Levántate!!

Cesarión le hizo caso y se levantó con suma dificultad, le dolía el pecho y sentía las piernas temblar.

-¡¡No debes atacar sin criterio ni estrategia, examina el punto débil del rival y aprovéchalo!!

Euristeo se alejó y esta vez fue Eleo quién cargó contra Ptolomeo. El príncipe agarró por el cuello a su amigo, rodeando su cabeza pero no tenía suficiente fuerza y Eleo le derribó. El adiestramiento había acabado por el momento. Eleo ayudó a Ptolomeo a levantarse.

-¡Buena pelea!- Dijo el instructor.

Mentiras, contradijo Ptolomeo en sus pensamientos.

-¿Habrías preferido que te dejase ganar Cesarión?- Preguntó Eleo con una sonrisa.

-Eso nunca...pero te ganaré algún día Eleo, te lo juro.

El instructor miró con orgullo a sus alumnos.

-Venga, marchaos a asearos.

Ambos lo hicieron y como era de esperar Ptolomeo tuvo que soportar  las risas de Arkantos y Antígono. Cada vez Ptolomeo les tenía más animadversión. Ellos eran un año mayor que Ptolomeo y se burlaban de sus escasos dotes de lucha de Cesarión y...de otras cosas en referente al cuerpo del joven faraón. Por supuesto Eleo le defendió y cuando salieron del gimnasio Arkantos lo hizo con la nariz rota.

En la entrada les esperaba un escuadrón de guardias a caballo y en una litera llena de sábanas y cojines les esperaba Anara con una pequeña sonrisita. Estaba guapísima. Vestía un vestido color rosa que Cesarión le había regalado para su cumpleaños, Anara estaba bajo la protección del dios Ptah según el horóscopo egipcio mientras que Cesarión nació en Junio, bendecido por Juno para los romanos y por Isis para los egipcios, eso su madre lo tomó como buen augurio.

-He aquí mis pequeños luchadores- Bromeó Anara.

-Anda calla- Dijo Cesarión, de verdad no estaba de humor.

Anara le puso mala cara a Ptolomeo mientras ambos chicos subían a la litera y se ponían en marcha.

-Cada día agradezco a Serapis que su majestad haya dado a luz a una niña ¡Atenea bendita! No tendré que casarme contigo.

Ptolomeo le miró, por sus ojos danzaban destellos de ira.

-No te preocupes, Selene será mi esposa y a ti mandaré que te casen con un noble viejo y lleno de verrugas.

El Legado de EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora