Capítulo especial: Nunca como a tu padre.

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Ptolomeo con ocho años:

Estaba harto, no lo iba a ocultar: Hacía varios meses desde que Marco Antonio había llegado a Alejandría, actuando como si fuese esposo de su madre. A Cesarión le caía fatal, por Osiris que le caía mal, había llegado allí, a su hogar y actuaba como si fuese un dios, como si fuese el mismísimo Julio César.

Ahora Cesarión se encontraba en uno de los mayores teatros de Alejandría, cerca del puerto. En las gradas del centro, los mejores asientos, se encontraban él y su madre, sentados en tronos al rededor de su corte. Los demás asientos eran ocupados por nobles, mercaderes, médicos y eruditos.

-¡¡Para su disfrute y deleite: Marco Antonio, descendiente de Heracles!!

Descendiente de Heracles, a Cesarión le dieron ganas de reír allí mismo, si Marco Antonio descendía de Heracles entonces el hijo de Zeus no debería de haber sido tan grande como lo narraban las leyendas. La mitología para Cesarión era simple y llanamente cuentos, historias sin realidad pero que sin duda alguna transmitían una lección, algo bueno que aprender y por supuesto era entretenido escuchar tales historias: El bravo Teseo, el apacible Orfeo, el sabio Odiseo, el aventurero Jasón y el implacable Aquiles, el favorito te Cesarión. Para él Aquiles serían un hombre que catalogaría como...ardiente. Vivía al límite y eligió la gloria eterna a una larga vida. Eligió amar. Amar a Patroclo y a su bella Briseida. Sí, ser Aquiles no debería ser tan malo.

-Cesarión, atiende a la presentación- Le pidió su madre.

¿Presentación? Querrá decir pelea. Antonio no paraba de hacer competiciones físicas por las tardes, batiéndose con los maestros alejandrinos en las artes de las luchas cuerpo a cuerpo. Un escalofrío recorrió la espalda de Cesarión, en solo dos años él sería llevado a una palestra y sería obligado a combatir cuerpo a cuerpo. La lucha cuerpo a cuerpo no era lo de Cesarión, Eleo era mejor en eso. Él era un estratega hasta su madre se lo decía, el Cesarión que era objeto de mofa había desaparecido, ahora él era el inteligente. Pasaba muchas tardes jugando al Senet y leyendo antes que ir a ver peleas como aquellas, ¡Isis! Nada tenían de productivo.

Tras empezar el combate como era de esperar Antonio venció con premura y fuerza. Los alejandrinos vitorearon incluso Anara pareció aplaudir al romano, se notaba que ante sus ojos infantiles era alguien atractivo, un héroe...que asco.

-No aplaudas- Ordenó Cesarión con tono autoritario.

Anara obedeció y bajó las manos. Cesarión se sentía mal por ella pero a parte de ser su amigo era su rey y si prohibiría algo de mayor sería tener que ver luchar a Marco Antonio.

-Se comporta como si fuese egipcio- Le dijo Eleo.

Cesarión dirigió una mirada a su madre quién aplaudía.

-Déjale que lo piense, pronto Isis le mostrará la fría verdad.

Eleo sonrió, asintiendo.

Después de la pelea volvieron a Antirrodos. Cesarión de inmediato fue a sus habitaciones junto a sus amigos y Mardian, él era su instructor y a la vez su protector. Le seguía a todos lados después del incidente del Soma de Alejandro. Era su sombra.

-¿Por qué me dijiste que no aplaudiese a Marco Antonio?- Inquirió una enfadada Anara.

-Es un romano.

-Tu también- Le reprochó la niña.

-¡Mi padre lo era! Yo soy egipcio.

-Majestad, relájese- Le pidió Mardian.

Cesarión asintió y se disculpó con Anara. Eleo le miraba interrogante, Ptolomeo nunca pedía perdón, su madre decía que los reyes y aún más, los dioses, nunca debían disculparse por nada.

Después de eso la tarde pasó entre risas y juegos hasta que Anara y Eleo se marcharon. Cesarión cenó con su madre...y Marco Antonio.

-Delicioso vino- Congratuló Marco Antonio.

-Viene de oriente- Le informó su madre.

-Y ya es la décima copa que tomáis- Informó Cesarión.

-¡Cesarión!- Le regañó su madre.

-No pasa nada ¿Su majestad me pide que para de beber?- Preguntó el romano.

Cesarión sabía que probablemente debería actuar sereno pero sentía la sangre hervirle la sangre de César.

-No, no deseo tal cosa.

-¿Entonces qué deseáis?

-Que te ahogues con el vino.

Cesarión se levantó y se fue a paso ligero. Llegó a sus aposentos y detrás de él llegó su madre, airada. A Cesarión no le gustaba ver a su madre enfadada o triste pero en esa ocasión la culpa era de Marco Antonio, la culpa era solo suya.

-¿Por qué has actuado así con Antonio?

-Soy el faraón, puedo hablarle como quiera a quién quiera- Dijo Cesarión.

Cleopatra esbozó una pequeña sonrisa.

-Te pareces más a mí de lo que me gustaría creer.

-Pues no lo creáis madre.

Cleopatra esbozó una mirada triste y tomó a su hijo en brazos. Lo llevó a la cama y se sentó junto a él.

-A ver pequeño César ¿Qué te hace enfadar?

-No tiréis de mi lengua madre, no os gustarán mis palabras.

-Dilo, venga.

Cesarión suspiró.

-No me gusta que Marco Antonio se quede en Alejandría.

-Cariño, te lo expliqué hace mucho: Necesitamos un protector, alguien que vele por nosotros y cuide la integridad de Egipto. Marco Antonio es ese hombre.

-Un hombre que se emborracha noche tras noche.

-Mientras más incapacita lo tengamos más se olvidará de Roma- Le recodó su madre pues eso ya se lo había explicado- Antonio es nuestra baza.

-¿Baza para qué madre? No sabes si es bueno peleando.

Cleopatra sonrió y abrazó a su hijo.

-Madre...¿Tú lo quieres? ¿Cómo quisiste a mi padre?

La reina suspiró.

-Cesarión es casi imposible que en esta vida me enamore de alguien como me enamoré de César, con él fue...

-¿Cómo fue?

Cleopatra rió y rascó la nariz de su hijo, el punto débil de Cesarión, le hacía cosquillas.

-Es muy pronto para esta conversación. Pregúntame dentro de cinco años y te contaré como era la relación entre tu padre y yo.

-¿Y Marco Antonio?

Cesarión sabía que había privado a su madre de la posibilidad de olvidar esa pregunta, se le notaba en su expresión que estaba sorprendida.

-No le quiero, Antonio solo es...solo es el medio para alcanzar un fin.

Cesarión atendió las palabras de su madre. Un medio para alcanzar un fin pero ¿Qué fin? Cesarión conocía muy bien a su madre, conocía sus sueños y sus ojos solo se iluminaban con pasión únicamente cuando contemplaba los mapas de oriente, de Grecia a Egipto y de Egipto a la Bactria. Solo se iluminaban en sus horas de soledad cuando recordaba su sueño y el de su padre y el de su padre antes que él, el sueño de todos los Ptolomeos y de Alejandro antes que ellos: El mundo. Ese era el sueño de Cleopatra pero...¿También ese era el sueño de Cesarión?

El Legado de EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora