La intención de la reina

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Los cuerpos regaban el campo de la batalla de Filipos y el humo de las hogueras bañaban el aire como antaño pasó en Farsalia con César. Una batalla de romanos contra romanos, hermanos contra hermanos.

Antonio caminó hacia la explanada donde habían capturado a los líderes enemigos. Por fin, tras tres años de persecuciones y guerra civil los últimos asesinos de César yacían humillados por la derrota.

Los legionarios gritaban y golpeaban sus escudos al ver a su comandante bajando hacia ellos. Los prisioneros se encontraban atados, formando una masa de cabezas agachadas con decenas de heridas. Rufio, antiguo general de César y ahora de Antonio se acercó.

-Tráemelos.

-A la orden.

Los soldados arrastraron a dos prisioneros ante Antonio.

-Casi, Bruto ¿Cómo os encontráis?

Ambos guardaron silencio.

-¡¡Mirad romanos, parece que se han mordido la lengua!!

Los soldados rieron y Antonio se agachó ante los antiguos senadores. Los dos le miraron y Antonio escupió a Bruto en la cara.

-Eso es por el gran César.

-Antonio...déjanos morir con honor.

-¿Honor? ¡¿Honor?! ¡César se merecía honor y vosotros no le disteis la opción de morir con honor, no...le acuchillasteis entre decenas!

Ambos se miraron y bajaron la cabeza.

-Lo hicimos por la república, por Roma.

-César era Roma.

-Roma no tiene rey, nunca lo tendrá. En Roma éramos todos hombres libres ¡Libres Antonio! Pero entonces llegó esa...ramera egipcia y emponzoñó la mente de César- Le dijo Bruto-Y si César era Roma, Cleopatra la estaba matando.

Antonio miró ofuscado a ambos hombres, desenvainó su gladius y lo arrojó a los pies de Bruto y Casio.

-Yo no soy como vosotros, soy un romano auténtico...podéis partir de esta vida con honor.

Bruto asintió agradecido.

Los legionarios vitorearon a Antonio y ante los ojos del romano Bruto y Casio se empalaron sobre su gladius, marchando al inframundo para el juicio de Plutón.

Antonio montó a caballo y marchó hacia el campamento. Todos estaban ajetreados curando heridas o clasificando armamento o vienes que se pudiesen reaprovechar. Marco Antonio descabalgó y se dirigió a la tienda de mando.

-¡Antonio!- Saludó Octavio.

Ambos hombres intercambiaron besos en ambas mejillas a modo de saludo.

-Enhorabuena por tu gran victoria.

-Sí...Qué pena que estuvieses enfermo

-Habrá otras batallas, además Agripa me ha mantenido informado de todo.

El almirante de la flota se encontraba sentado frente al lecho de Octavio.

-¿Por qué trajiste a Agripa? La batalla se llevó acabo en tierra no en trozos de madera flotantes ¿Temías que lloviese?

El almirante frunció el ceño y apretó los puños.

-El César me llamó para velar por su bienestar como guardia personal

-¿César?- Preguntó Antonio extrañado pero luego recordó-Ah sí, Octavio...todavía no me acostumbro.

-He heredado ese nombre de mi tío.

El Legado de EgiptoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora