Doce

623 102 22
                                    

Estúpida programación.

No dejaba de cambiar los canales pero es que nada llamaba mi atención. Sólo habían series que metían ideas idiotas a la cabeza de la gente, concursos mediocres y noticias amarillistas. Decidí apagarla y fui a mi habitación a ponerme un pants y un suéter. Me intenté poner cómodo, sólo escuché mis pisadas en el camino y eso me dejó con una sensación vacía.

Habían pasado unos días desde la vista a mi madre con Gerard. Desde entonces sentía las cosas un poco más ligeras aunque por las noches seguía con mis pesadillas. En dónde una enorme nube negra me consumía, me calcinaba y simplemente no podía huir.

Mañana se cumpliría mi primer semana libre, el tiempo pasaba tan rápido.

Al llegar a la cocina agarré una manzana y la comí sentado en un banco. Recordé que no me bañé hoy y me dio igual, ya no estaba cuidando mi imagen cómo algún tiempo llegué a hacer. Mi cabello estaba más largo, vestía con ropa holgada y sentí que subí un poco de peso. Gerard me obligó a comprar más frutas que comida chatarra, se deshizo de la mayor parte de las cosas que tenía en mi alacena. El estaba cuidándome un poco ahora y no me agradaba mucho.

No entendía cómo tenía tanto tiempo, para trabajar y pasar a casa a "visitarme" porque supuestamente quedaba cerca de su departamento, en su camino para ser más exactos. Cuando se iba me ponía a analizar todo, y si, con él me sentía bien, es una buena compañía pero también me estaba volviendo débil. Más ¿emocional? No quería serlo en cierto sentido, no quería que se ocupara de mi. Tampoco es que le haya contado mi vida, no quería que se metiera tanto.

Tomé agua fría y me recargué en la barra, sentí que no encajaba en mi propia vida. Debería dormir, ya era más de media noche. Cuando estuve en mi cama saqué los brazos de la colcha y esperé los brazos de Morfeo. Un ser me veía desde las sombras, un demonio tal vez, tenía los ojos azules que poco a poco se fueron oscureciendo dejando a su sonrisa como la única luz del lugar.

Estoy muy lejos de estar bien.

Mi piel empieza a quebrarse y caí, no quería hacerlo, no quería ir a él. Pero no pude evitarlo, cómo imán me atrajo a sí. Me abrazó y sentí su respiración en mi nuca, era helada. Me estaba muriendo.

¿Esto era lo que quería?

Comenzó a arrullarme y mi pecho comenzó a doler. Yo temblaba y soltó una risita.

Eres tan fuerte Frank, y tienes un hermoso tiempo.

No dije nada, no podía, sentía que mi boca tenía una especie de cierre. Me tuve que tragar los lamentos. Sólo podía sollozar y llorar en silencio.

Te ves tan lindo así, ¿sabes? Deberías reír más, todo este tiempo te veías ¿feliz? ¡si, feliz! No comprendo por qué mientes, las mentiras sólo hacen que tu futuro se pudra poco a poco.

Quería que me soltara pero sólo me apretó más, estar cerca de él quemaba.

Frank, ¿por qué tienes miedo? ¿sientes esto? Estás conmigo, nada malo va a pasarte. Tengo una visión para ti y es tan gratificante ¡¿ves?! ¡no morirás aún! Oh que suerte la tuya. Eres un chico tan lindo, esos ojos color avellana me fascinan.

Su maldita risa era tan suave, dejé de sentir la mitad del cuerpo.

¿Quién estará tocando la puerta esta noche? ¡diablos Frank! Entiende que no estás solo. Necesitas limpiar tu alma ¿no te amas a ti mismo? ¿qué estás haciendo mal? Deja de pensar que te siguen, crea fantasías nuevas.

Me soltó casi arrojándome y empecé a correr, corrí hasta que mis piernas no pudieran seguir y caí en el pavimento. No respiraba bien, sudaba frío.

Una melodía de saxofón comenzó a sonar y me cubrí los oídos. Estaba harto.

—¡Ya basta!

Y fue entonces dónde me levanté de la cama pataleando, estaba agitado y el cabello me caía en la cara. Me levanté, seguía temblando así que fui a la esquina de mi habitación a sentarme. No podía tranquilizar mis manos, me agarré la cara traté de quitar mi cabello para ver bien. Inhalé y exhalé tantas veces cómo pude, cuando mi pecho comenzó a moverse con normalidad alcé la cabeza porque hasta entonces la tenía entre las piernas.

—¿Por qué?

No hubo respuesta, cómo siempre.

Me levanté con dificultad y fui al baño para tratar de despertar bien. Iba descalzo así que podía sentir el frío entre mis dedos, me lavé la cara y vi las ojeras que habían crecido.

¿Cómo de un momento para otro cambió mi expresión?

Ahora sentía que mis pómulos se remarcaban demasiado, a tal grado de ser esquelético. Sentía que la ropa se me caía, me la quité y me metí a la regadera. El agua caía y tuve que moderar la temperatura. Ahora sólo deseaba algo cálido, me cansé de ese frío abrumador.

Salí con mi bata y fui al armario a buscar ropa, me puse un pantalón de chandal y una playera manga larga de color negro. Me senté en la cama y busqué mi teléfono para ver la hora.

6:20 a.m.

Busqué mis tenis y una sudadera.

Cuando salí de casa comencé a correr al parque, no quería detenerme, quería agotarme y agotar mis pensamientos. Pero no pude más y me senté en una banca. Tenía sed y no saqué dinero. Fui al bebedero caminando y tomé un poco. Estaba fresco pero aún así el sol se hizo notar, me cegó.

De regreso lo hice trotando, tuve que remangar la playera porque me estaba asando y la sudadera la amarré en mi cintura, abrí y dejé las llaves colgadas. Me di otra ducha y al salir sequé mi cabello con una toalla.

¿Ahora qué hacía?

Era temprano, no iría a trabajar y no tenía hambre. Sólo esperé, esperé a que sucediera algo.


ColdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora