Catorce

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Cuando lo dejé en su casa subí de nuevo a mi auto y golpeé el volante tantas veces como pude, estaba furioso, nunca me curaría de las manos. Traté de que no me tocara otra vez, lo mantenía alejado de mi, Gerard sólo reía y reía, lo dejé en su cama y cayó rendido. Salí de ahí lo más rápido posible. Al llegar a mi casa me tiré en la cama y grité cubriéndome lo más que pude. Claro, si un maldito loco grita a las casi dos de la mañana yo también saldría a golpearlo.

Mis nervios volvieron y con ellos un terror.

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Me levanté y me cambié de ropa, amarré las agujetas de mis botas y salí de casa. Estaba molesto aún, no pude dormir por aquel acto que tal vez parezca insignificante, pero para mi no lo era. Al subir al auto apreté el volante y conduje a las oficinas. Bajando del auto caminé para después entrar y buscar a alguien en específico.

—¡Gerard maldito Way!

Casi todos voltearon a verme, había hablado más fuerte de lo que quería. Maldije entre dientes y localicé al pelinegro. Me miraba un poco asustado y confundido. Quizás me pasé, un poco.

—¿Frankie?

—No me vuelvas a llamar así, quiero hablar contigo. Ahora. Te espero en el estacionamiento.

Salí azotando la puerta y dando fuertes pasos, sentía rota mi cabeza. Y con ello yo en general. Gerard vino hacia mi con lentitud y más confundido que antes. Respiré fuertemente mirando hacia el cielo.

—¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? ¿por qué me besaste?

Deben darme un jodido premio por ir directo al grano. Y por ser un imbécil a veces en situaciones tensas, aunque pensándolo bien, era la primera vez que sucedía esto. Hablo de todo.

—¿Besarte? ¿de qué hablas?

—¿De qué hablo? ¡Ayer me besaste maldita! ¿o quieres que te lo recuerde?

Gerard abrió la boca sorprendido y se cubrió con una mano.

—Y-yo...

—Mira Gerard, estaba empezando a confiar en ti pero siempre había algo que la cagaba, ahora sí cruzaste una línea, ¿Cómo quieres que en verdad te endienta, o que estemos bien? Simplemente no puedo, no puedo hacerlo.

—No sé qué decir.

Negué y bajé la mirada. Gerard al parecer empezó a recordar, se veía arrepentido y yo estaba decepcionado.

—¿Por qué?

—¿Ah?

—¿Te gusto? ¿En serio te gusto, Gerard?

—Frank...

—Responde.

No sé a dónde iría con esto pero una parte de mi quería saber. Estar más tiempo ahí hacía que mis pulmones les costara menos tomar aire. Estaba siendo masoquista. Gerard se mordió el labio inferior y movió la cabeza nervioso.

—Si...

—¿Por qué?

—No lo hagas más difícil.

—Tu no lo hagas más difícil, respóndeme.

—¡No lo sé! Carajo Frank, sólo pasó, no lo pude evitar. No es como si éste tipo de cosas lo hagan.

—Debes estar muy jodido para gustar de alguien como yo.

—Quizás tienes razón. 

Me mordí el interior de la mejilla y tensé la mandíbula. Me había respondido muy retador.

ColdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora