Siete

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No quería que anocheciera, no quería que la pesada noche me envolviera en una pesadilla. Lo de Gerard me dejó pensando, demasiado para mi gusto, y cuando comenzaba a hacerlo mi cabeza jugaba conmigo. Era mi propio enemigo y no sabía que hacer, siento que mi mente está mal, ¿Por qué ahora?

¿Por qué vuelvo a estar en posición fetal recordándonos?

Sinceramente no entiendo por qué ella sigue siendo la tristeza más grande de mi ser, me miro en el espejo cada día y veo en mi rostro el tiempo que he sufrido desde su partida. Detesto todo. Odio mi vida. Me deprime, me da impotencia, me destruye y ella me hace tanta falta. Me siento tan débil.

Obligo a mi mente, al pensamiento de olvidarla pues siempre estoy pensando en el ayer. Prefiero estar dormido, siento que no tengo una razón para estar aquí, vivo, y quiero acabar con la condena de tanto que me duele que no esté. Tengo que superarla, yo sé que debo superarla, pero aún no estoy listo. No quiero. No puedo sanar. Sólo pedía volverla a ver, que sus ojos jamás se hubiesen cerrado. Sólo vivo en la esperanza de que tarde o temprano voy a estar con ella, o que va a regresar para mi.

Tal vez si soy un egoísta como dice Gerard. Pero no me importaba. 
 
He sufrido mucho por su ausencia desde ese día hasta hoy, no soy feliz, yo se que que pude haber hecho más. Golpeé el suelo hasta que mis manos dolieron, hasta ver la sangre que brotaba de mis nudillos y sólo hasta que no pude moverlas más me detuve. Estoy viviendo en una oscura soledad, la misma soledad de su sepulcro. Parecía un loco hablando solo pero ¿con quién podría?

Mi madre, era el único amor del que ya tenía un vago recuerdo pues lo llevaba conservando desde hace quince años y, desde entonces, mis ojos no han parado de derramar tantas lágrimas por penas de dolor. Soledad era lo único que tenía muy presente y sus recuerdos hacen más triste la angustia de vivir pensando siempre en ella.

Me terminé de acostar, gemía de dolor. Dolor emocional y físico.


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Gerard:

Al día siguiente llegué un poco tarde al trabajo pero antes de la hora a la cual nos habían citado. Entonces realmente había llegado bien. Estaba un poco triste, había visto una serie para olvidarme un poco de la realidad pero no podía alejarme del todo. Los problemas no siempre se evitan.

Cuando Frank entró a la habitación me sorprendí. Tenía unas enormes ojeras, sus ojos estaban hinchados, parecía molesto (aunque eso se podría decir que es normal) y tenía mangas largas que cubrían casi por completo sus manos.

—Gracias por llegar a tiempo Frank.

Él asintió y bajó levemente la mirada. Se notaba perdido.

Cuando Erick terminó de hablar fui a recoger unos papeles para guardarlos en mi maletín. Escuché un carraspeo y tuve miedo de voltear. Conocía perfectamente de quién se trataba.

—Gerard.

Giré sobre mis talones y vi que tenía un semblante serio pero no me miraba exactamente.

¿Estaba arrepentido?

¿Por qué Frank siendo tan hermoso era tan frío?

De nuevo el recuerdo de ayer me golpeó y traté de ponerme firme.

—¿Qué pasa?

—Yo... No sé cómo decirlo.

Se rascó la nuca y vi sus nudillos, estaban lastimados. Me preocupé al instante y agarré una de sus manos para verlo mejor.

—¿Qué te pasó?

—Na-nada, nada —dijo y se soltó de mi agarre.

—¿Te duele mucho?

—Algo —suspiró. —Quiero pedirte una disculpa, no debí haberte dicho eso.

Miré a Vicent por detrás y éste abría la boca impresionado sin disimular nada. Yo tampoco pude evitar abrir mucho mis ojos. Frank se estaba disculpando, conmigo. 

—¿En serio?

—Si, no quería que te agobiaras con tanto trabajo pero sabes como soy. Lo siento. No pensé en lo que dije realmente, no quería que sonara así. 

Asentí lentamente. Me preocupaba más su aspecto que la disculpa. 

—Descuida.

Frank asintió y se dio la vuelta pero lo detuve.

—¿Estás bien?

—¿Qué quieres que te diga?

Frank sonrió, por primera vez me sonrió.

Pero esa sonrisa no tenía ni una pizca de gracia o felicidad, no me agradó. Estaba actuando muy raro éste día, algo le pasaba. Su rostro se veía muy mal, parecía que toda la noche se la había pasado llorando, tenía la vista perdida y se encontraba desalineado. 

Quería averiguar pero me he metido en líos por eso, ya no sabía qué hacer. Estaba nervioso.

—No lo sé, ¿quieres hablarlo...?

Negó. —Nos vemos, Gerard.

Frank se fue y al llegar a su lugar empezó a trabajar. Tal vez regresando a ser el mismo de siempre pero, ¿entonces ya estábamos bien?

No podía estar más confundido ahora.


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