Dieciséis

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¡No! ¿qué tratas de hacer, Frank? Ni se te ocurra, no puedes. NO.

Estaba en el suelo sentado cubriéndome la cabeza con las manos, lo más que podía.

¿Por qué no podía dormir? ¿por qué yo?

¿Por qué no me deja en paz?

Yo soy el único al que vas a tener cuando se vayan todos, te va a dejar, comprende eso. No lo necesitas realmente Frank, no hagas nada. Ni se te ocurra aferrarte.

Quería gritar, decirle que estaba equivocado pero ¿y si no lo estaba?

Sólo quería dormir esta noche.

¿En serio crees que te ama de verdad? ¡Despierta! 

—No sé —pude decir por fin, después de tanto tiempo.

—Tú no lo quieres, ¿por qué lo buscas? Sólo espera, esto es algo que olvidarás luego. Él también lo hará. Él merece a alguien más, tu no necesitas a nadie más que a mi, yo te cuidaré siempre.

—Déjame en paz.

—Te has cansado de estar jodido y solo, buscas su compañía pero él no te importa. Gerard no te interesa y lo sabes. Tú déjalo en paz, déjalo vivir.

—¡Cállate!

Me senté en la cama y llevé una mano a mi pecho, estaba sudando a mares y la camiseta que llevaba se me había pegado al cuerpo. Sentí que cortaba mi circulación. Respiré con dificultad y quité las sábanas de encima.

°^°^°^°^°^°

Movía mi pierna con impaciencia, estaba en el estacionamiento mientras el atardecer estaba en su pleno momento. Vicent me dijo que lo esperara ahí, no tan a la vista pero sí en un lugar para que pudiera llevar a Gerard. Me había tomado más tiempo de lo que imaginé, luchaba contra mí mismo para llegar hasta acá y empezar a ser más fuerte. Era viernes, el lunes tendría que presentarme a trabajar de nuevo, ya me había acostumbrado a esa rutina destructiva que había optado y ahora volvería un poco a otro tipo de estrés. Sin contar que si Gerard me mandaba de nuevo a la mierda tendría que verlo y por ende sufrir de ansiedad todos los días.

No estoy bien.

Quise fumar un poco, pero no tenía ningún jodido cigarrillo cerca. Quería arreglar las cosas para tener por lo menos a un amigo más, no le prometería algo que no le puedo dar, no puedo darle amor pero trataría de estar con él, de apoyarlo, después de todo él estaba solo aquí.

Todo iba en contra a lo que yo usualmente sabía hacer. Pero algo me empezó a remover cuando me decía que extrañaba su casa, a sus amigos, debía ser muy difícil para el también.

Yo ya no importaba. Trataría de ser mejor. Ya no podía seguir así, tan imbécil y terrible persona. No sabía cómo cambiar, pero lo intentaría. Me sorprendía que a veces pensaba distinto, después de todo quizá lo estaba logrando. Aunque por momentos volvía a ser el mismo y me volvía loco.

Yo estaba loco.

Vicent salió y Gerard iba detrás, le indico que fuera a su auto y él se volvió a meter a traer quizás sus cosas.

El pelinegro llevaba una mochila de cartero, la llevaba colgada correctamente y caminó hacia el auto gris de Vicent. Tenía una bufanda al rededor de su cuello y yo sólo pude ver como mi aliento se veía en el aire, había mucho frío. Me acerqué lentamente, casi como un acosador, tenía miedo. Otra vez. Quería tirar todo a la basura como mi cabeza lo gritaba anoche. Me congelaba con cada paso.

¿Significará algo ese maldito pensamiento que parece otra persona dentro de mi?

Gerard al verme se pegó más al auto y mordí el interior de mi mejilla.

—Hola.

—Buenas noches —respondió seco.

—¿Cómo has estado?

—Bien.

Esto no me llevaba a nada, apreté los puños. Evitaba mirarme, metí mis manos en los bolsillos de la chaqueta y carraspeé.

—Disculpa mi actitud, nunca quise dejarte o hacer que te fueras con todo lo que te dije. Créeme, es sólo que fue tan inesperado y me ofusqué. No sé cómo hacer amigos, ni mucho menos cómo actuar ante una declaración inesperada. En verdad lo siento.

Gerard asintió lentamente y sonrió. Mierda, me dolió el estómago cuando lo hizo. Había extrañado esa expresión. Segundos después abrió la boca y habló.

—No te preocupes Frank, entiendo. Es duro para ti y el que las cosas se salieran de control pues... Descuida. No pasará nada, te prometo que me comportaré. Creo que fuiste muy sincero.

Sonreí y me abalancé a él para darle un abrazo, no lo pensé, sólo lo hice y me gustó. Realmente lo hizo. Me sentí bien y cerré los ojos para disfrutar el momento. Había actuado por impulso y por primera vez no me arrepentía.

Tenía razón, era más alto que yo.

Al separarnos ladeé la cabeza y suspiré.

—Entonces, ¿amigos?

—Sí, está bien.

—¡Qué bonito es esto!

Volteé y vi a Vicent ensanchar su boca sonriendo.

—¿Que...?

—Cálmate, sólo me pareció tierna la escena. Es que estás enano.

Solté una carcajada inconscientemente y él alzó victorioso un puño.

—¡Por fin!

—Tenemos que irnos ya sino queremos morir congelados.

Gerard ya tenía la nariz roja, Vicent asintió y yo intenté despedirme.

—¿Estás loco?

—No traje mi auto y...

—No dejaré que te vayas a pie, sube.

Me negué rotundamente, me había gustado transportarme caminando. Sentía el aire chocar en mi cara y me daba tranquilidad, me sentía libre y me ayudaba mucho. Me hacía sentir menos miserable.

—Quisiera dar una vuelta, si quieren mañana podemos salir.

—¿Seguro Frankie? —preguntó Gerard.

Asentí y un calor reinó en mi cara, vaya frío el que me estaba afectando.

—Mucho.

Asintío y terminó de subirse. Me despedí con la mano y caminé por la acera, los arboles se veían muy bien en la sombra, cómo en efecto vintage y quise tomar una fotografía. Debía comprar un nuevo teléfono.

La verdad es que no quería llegar a mi casa porque eran de las veces en las que pensaba mucho estando solo, ahora me sentía un poco mejor, no quería quitar eso de mi cabeza todavía. No quería arruinarlo. Toqué la hoja de una planta y sentí la textura lisa.

¿No han sentido esa sensación?

Esa de las que creemos que el tiempo va en cámara lenta y es donde aprecias las pequeñas cosas, es tan satisfactorio, sentí que por un momento iba a flotar y comencé a asustarme por la profundidad que le estaba dando a todo. Me detuve en una parada y esperé en la fila, cerré los ojos unos segundos. Empecé a tararear una canción que hace poco había escuchado. Hace tiempo que no me dejaba llevar por las cosas.

Al llegar a mi casa todo estaba en silencio, ésta vez me agradó. 

Caminé a mi habitación para cambiarme y me acosté a dormir, los ojos me pesaban y por un segundo dejé de sentir miedo.

—¿Lo hice bien?

El aire de afuera corrió y miré a través de la ventana.

"Claro que si, cariño"


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