Veintiuno

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Continuación del capítulo 19...

—No puedes dejarme Gee, tu no. No puedes dejarme solo, no te puedes morir.

Sentí que mi corazón se desgarraba, ¡¿por qué no corrí antes?!

Mis manos y ropa tenían su sangre, estaba seca pero era su sangre.

Pasó un largo tiempo y seguía sin saber sobre él, me comenzaba a asustar más. Temblaba hasta que alguien entró y se acercó a mi.

—Frank.

Yo sólo me aferré a Vicent, era el único que estaba conmigo, aquí.

—Es mi culpa, yo...

—No Frank, nada es tu culpa. Estaban en un enfrentamiento, estaban trabajando...

—¡Mierda Vicent, se va a morir! 

Lo solté para después ponerme en cuclillas, me agarré la cabeza y grité. Odiaba esto. Sentí una mano en mi hombro y lo miré. También estaba llorando, quizá yo lo había hecho ponerse así.

—Tenemos que orar, no sé, tienes que ser fuerte. Por él Frank...

Negué, no podía ser fuerte ni por mi mismo. Sentía mi vida en las manos.

—No he sabido nada por casi una hora.

Un silencio abrumador reinó el lugar.

Por un momento pensé que el chico pálido y con ojos verdes hermosos había perdido la vida. Que estaba aquí lamentándome por él y que los malditos doctores no nos querían decir la verdad. Alcé la vista y Vicent no estaba. Miré al techo con esperanza y mi labio comenzó a temblar más fuerte.

—Por favor no me lo quites, sé que he sido una mierda con él y con todos en general, yo debería estar ahí, Gerard no se merece esto, Gerard tiene mucho que dar y mucho que vivir. Por favor. Prometo cambiar, prometo ser una mejor persona, si Gerard sale de esta prometo ver por él y nunca dejarlo. Es, Gerard es... 

Es el amor de mi vida.

Dejé caer mi cabeza entre mis rodillas y respiré pesadamente. No me iba a rendir aún. No profesaba ninguna religión, pero en ese momento le había pedido a alguien que lo salvara. No sabía exactamente a quien le había hecho la petición, pero si existía Dios, ojalá me haya escuchado. 

—¿Señor?

Sentí que me movieron despacio y miré a alguien vestido de blanco.

—S-si.

—Hicimos mucho, el paciente perdió mucha sangre pero... -hizo una pausa para revisar su libreta. -El joven Way va a estar bien, sobrevivió.

Abrí los ojos sin poder creerlo, ¿en serio lo había dicho?

¿No jugaban con mi asqueroso ser?

Miré al techo y luego al doctor, me levanté con su ayuda y no pude hablar.

Hasta ahora.

—¿Gerard...?

—No le voy a mentir, el joven está en un estado crítico. Ahora mismo necesitará de una máquina para que lo ayude a respirar durante unos días pero se compondrá, no logró entrar a coma. El va a estar bien, sólo que tendrá que permanecer aquí estos días.

Asentí efusivamente y me abalancé a él, le agradecí millones de veces mientras lloraba.

Gerard estará bien.


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Entré al lugar después de un largo tiempo, Vicent había llamado a sus parientes y ahora mismo estaban de viaje para acá. Me habían dicho que otros compañeros también salieron heridos pero no al grado del pelinegro. Claro, Gerard no tenía un maldito chaleco antibalas. Caminé hasta estar a un lado de él y verlo por fin. Tenía muchos cables, tubos y cosas así encima, sus manos las tenía sobre su pecho y éste bajaba y subía lentamente. Eso me tranquilizó.

Me senté y quité el cabello de su cara para verle bien.

Poco a poco fue abriendo los ojos y la máquina sonó un poco fuerte, me alteré mucho.

—No no, ciérralos. Descansa Gee.

Bajé mi mano para agarrar la suya y con esfuerzo logró apretarla un poco. Estaba tan débil.

—Aquí estoy, no me iré.

Ahora yo apreté el agarre y él esbozó una pequeña sonrisa.

Una promesa es una promesa.

No me negaría, deseaba esto también, ya no tenía miedo. Lo necesitaba, necesitaba de Gerard para estar bien. Y fui un tonto cómo para darme cuenta hasta ahora, con esto.

Me acerqué poco a poco y sentí su respiración porque la máquina lo detectaba. Mi cara la había acercado a una de sus manos, la cual estaba algo fría. Ya no me importaba nada, sólo era un beso en sus nudillos. 

Quizá a estas alturas significaba mucho, o poco, pero era lo máximo que podía hacer. 

Y bueno, yo lo besé.

El aparato nuevamente sonó y me separé sonriendo. No debía alterar a Gerard, no en esa condición. De nuevo cerró un poco los ojos, la luz le estorbaba.

—Te quiero Gerard.


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