Diecisiete

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Me levanté temprano para darme una ducha de agua tibia, me saqué la cabeza con una toalla y después me sacudí como un perro ya que no me peinaría. Tenía otra toalla en la cintura mientras buscaba un pantalón liso no tan ajustado, un suéter de lana de color negro una playera blanca sin tanto estampado.

¿Iría muy formal?

Cómo sea, ya me había vestido. Antes de salir me acomodé los botines y cerré mi maletín. Me subí al auto y me puse el cinturón, vi en el retrovisor e inspeccionando todo encendí el motor. Conduje al trabajo, hoy tenía ganas de ir y tal vez iniciar con otra investigación, según Gerard ya casi terminaban lo de Bridgit así que decidí dejarle el caso.

Sabía que lo haría bien.

Me sentía un poco nuevo, cómo si tuviera un peso menos. Esta vez no había despertado a mitad de la noche, no había soñado nada y creo que eso era mejor que despertar sudado y agitado a las tres de la mañana.

Estacioné cerca del auto de mi amigo y bajé, claro, no tenía una sonrisa tan radiante como la de Gee, tampoco es como si lo estuviera haciendo, sólo que me sentía bien de estar de regreso acá. Abrí la puerta y algunos me voltearon a ver, levanté una mano a modo de saludo y sólo me miraron extrañados. Antes solo llegaba y entraba sin importarme una mierda, ahora por lo menos los había notado y dicho buenos días.

Me encogí de hombros y busqué mi escritorio, estaba vacío. Puse mis cosas encima tocando la madera.

—¡Frankie!

—Hola Gee.

El pelinegro se acercó y chocamos puños. Demonios, me sentía como un adolescente, aunque yo no hacía estas cosas. Todo era tan nuevo.

—Quiero que veas algo.

Me agarró de la mano y vi ese gesto, le di mucha importancia porque su tacto era suave, delicado.

Dios mío.

Me guió hasta su escritorio y abrió su laptop, le quitó la contraseña y tecleó muchas cosas, se hizo a un lado y con una sonrisa me señaló la pantalla.

—¿Qué es?

—Quiero crear una página para ayudar a la gente. Poner artículos de cómo evitar el suicidio, depresión, ansiedad y autoayuda.

—¿No es algo difícil?

—No tanto, ya tengo casi la mayoría y estoy editándolo. A penas se me ocurrió esto, hace poco reportaron unos suicidios de adolescentes y me parte el alma.

Asentí y seguí viendo, la verdad era como un blog y había puesto cosas interesantes.

—Se ve muy bien.

—Gracias.

Me quedé observándolo un tiempo más, sus ojos verdes brillaban y sentí que si no quitaba la mirada me perdería en ellos. Parecía estar hechizado pero era inevitable. Sentí su cercanía y fue cuando di un paso hacia atrás.

—Eh si, y-yo tengo que hablar con Erick. Adiós.

—Nos vemos.

Me alejé y me di golpes mentales. Carajo Frank, un poco más y casi chocaban sus malditas narices. No podía hacerlo, no le haría eso. Saqué varias cosas y las acomodé como antes las tenía, dejé mi portátil dentro del maletín y caminé hacia aquel cubículo.

Toqué y esperé un "pase" por parte de Erick. Cuando entré me recibió con alegría por haber vuelto.

—Temía que no llegaras hoy.

—No te preocupes.

—¿Y, qué tal la pasaste?

—La verdad es que tuve de todo.

—Uy, no sabía que eras así.

Negué soltando una risa y Erick se detuvo, cambio de estarse riendo a estar completamente serio. Así hasta podía intimidar.

—¿Qué pasa?

—Te hice reír, Frank.

—Ah, es que...

—¡Debí hacer esto hace tiempo! Es un milagro.

—Si bueno, no te acostumbres. No dejaré que un buen día arruine mi miserable vida.

—Bienvenido a casa.

^¬^¬^¬^¬^¬^

Estoy celoso de las personas de mi alrededor, ellos tenían que hacer mientras que yo trataba de acomodar algunas pistas para dárselas a Erick, no digo que sea menos importante, pero puedo hacer más.

Esperaba más.

Cuando acabé con una pila salí de ahí para comprar algo para comer.

—¡Frank!

—¿Si? ¿qué sucede?

—¿A dónde vas?

—Tengo hambre.

—¿Tardarás?

—La verdad no lo sé.

—Entonces ¿te puedo encargar algo también? Muero de hambre y tengo que llevar un registro a las oficinas de correo.

—Está bien.

Me entregó el dinero y salí de ahí, conduje a una tienda algo cercana. Compré unas bebidas y ordené dos paquetes completos, al regresar terminé de dar el último bocado, no soportaba tener comida a mi lado cuando moría de hambre. Salí bebiendo del auto y esperé a Gerard sentado en una de las "bancas", si se puede llamar así, que estaban casi a un lado de la entrada.

Llegó y tenía una expresión cansada, algo molesto.

¿Gerard estaba molesto?

—Te marqué como diez veces.

—Rompí mi teléfono hace una semana, creo.

—¿Cómo...?

—¿Cómo he sobrevivido? Soy un Dios, por eso, pero no tardaré en comprar otro.

No me gustaba bromear pero era inevitable decir esto. Mi comentario le causó gracia y buscó su comida, se la entregué y seguí jugando con el popote mientras bebía refresco. Me levanté y lo observé siendo algo discreto, parecía un hámster cuando masticaba y traté de evitar reírme de él.

Se veía tierno.

Me distraje mirando hacia arriba, luego a él por quinta ocasión, su cabello era difícil de decifrar, a veces parecía tenerlo corto y otras veces largo. Sus cejas parecían perfectas, eran tan negras como la noche, sus mejillas tenían un leve color rojo encima haciéndolo más adorable y mientras comía parecía estar disfrutando un manjar hecho por los dioses.

Diablos, no.




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