Epílogo

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-¿Cómo no te puede gustar el pepperoni?

-Ya te lo he dicho antes.

-Hmm, cierto. 

Mi papá le dio otra mordida a su rebanada y me miró degustando la comida, en cambio yo sonreí y negué para pasarle una servilleta. La tarde era bastante buena para tener una buena charla con él, así que decidí abrirme emocionalmente para contarle lo que haría. 

-Mañana iré a probarme los trajes.

-¿Con Gerard?

-No, creo que él irá hoy, o puede ser que también mañana. No hemos hablado de eso tal cual. 

En ese momento yo le di una mordida a mi rebanada, la cual era solo de queso vegano y me di cuenta que en verdad estaba muy rica.

Quedé mirando a mi padre durante unos segundos observando algunos gestos que había ignorado casi toda mi vida, porque muchas veces pasaba por alto cosas que de cierta manera era importante reflexionar, y es que sólo hasta ese entonces pude percatarme que tenía casi las mismas características físicas que él. 

Recordando unas fotos que había visto de él cuando era más joven, podía decir que fácilmente tenía la ventaja de hacerme pasar por él si así lo quería, ya que a la edad que ahora tengo parecía su clon. Quitando el hecho de que en mi defecto, él siempre había tenido mayor altura. Pero ahora comprendía el por qué muchos decían que tenía muy fuerte los genes de los Iero.  Éramos tan parecidos que incluso la misma nariz había sacado, ya que mi madre la tenía más puntiaguda. 

Pero en el aspecto emocional éramos completamente distintos.  

Cuando terminamos de almorzar fuimos un rato a un lago que quedaba cerca de su casa, yo no traía auto esta vez así que él pasaría a dejarme en mi casa al término. Él sabía lo que tenía con Gerard, meses antes le había actualizado lo que ocurría en mi vida y pidió conocerlo, entonces hicimos una cena donde realmente todo lo tomó bien. Teniendo un privilegio porque los papás de Gerard tuvieron que enterarse a través de una llamada.

Bajamos del automóvil y nos detuvimos a ver el paisaje, aún no iba a anochecer pero el cielo hacía un gran contraste con el lago. Un tono entre naranja y púrpura. 

Sentir una sensación de calma me hizo recordar cuando le propuse matrimonio a Gerard, que sinceramente no había sido un evento meramente especial ya que no había preparado nada porque no sabía con exactitud qué hacer, pues me había limitado a unos días conseguir el anillo.

Esa noche él estaba cansado por el trabajo, casi caía rendido, así que tuve que apurarme a arrodillarme antes de que cerrara los ojos. Yo sólo traía puesta una camiseta y un bóxer, no el mejor que tenía, entonces llamé su atención por la acción y él abrió la boca en una "O" perfecta. Con los ojos llorosos se aventó encima de mi, logrando que yo cayera de espaldas, pero en compensación por el golpe me llenó la cara de besos y se lo puso en el dedo correspondiente. 

Esa noche había sido una de las mejores en mi vida. 

-Recuerdo que antes de casarme con tu mamá estuve a nada de orinarme encima, en plena ceremonia.

-Que horror -respondí riendo. 

-Si pero, ¿sabes? Ha sido uno de los mejores y más cómicos días que he vivido hasta hoy. Ese día me entraron arroces en el ojo que tu tía lanzó, tu mamá casi me deja plantado y se tropezó al entrar a la iglesia -dijo sin evitar que las arrugas al final de sus ojos por sonreír se le formasen. -Todo fue un caos. Sin embargo, fue el mejor caos de mi vida porque valió la pena cada cosa, ella nunca dejó de sonreír y yo moría por esa sonrisa.

ColdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora