Veintiséis

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—Frankie.

Gerard se acercó a mi y levanté la vista de los papeles que leía.

Hoy tenía un look desaliñado, su cabello caía rebelde en su cara, sus ojos tenían un hermoso brillo haciendo que se vieran más claros y su piel se veía tan tersa. Tenía puesta una chaqueta de cuero, pantalones ajustados, una camisa blanca y esa corbata alrededor del cuello me hacía comenzar a pensar mal.

Me tuve que remover un poco en el asiento para alejar todas las perversiones que empezaba a crear.

—Dime.

Me sonrió y me dieron muchas ganas de apretarlo y abrazarlo hasta dejarlo inconsciente. No me malinterpreten, es en buen sentido.

Se acercó y se sentó a un lado de mi.

—¿Podemos cenar en mi departamento?

—Claro, ¿ya le hablaste a tus padres?

—Sí, hace un rato.

Desde el accidente Gerard mejoró bastante y había vuelto a la normalidad. Aún no podía comer de todo pero ya era un avance. El pelinegro seguía en la misma posición, viéndome. Me pasé una mano por en cabello y suspiré. Debía cortármelo.

Me hice hacia atrás y le agarré el mentón a Gerard, lo atraje hacia mi y junté nuestros labios. Sabía a té, de manzanilla creo. De un momento a otro pasó sus manos por mi cuello intensificando el beso. Mordí su labio inferior y su lengua entró como si no necesitase permiso.

Claro que no, él podía hacer lo que quisiese.

Escuché un carraspeo y nos separé. Los labios de Gerard habían quedado rojos y un leve sonrojo apareció en sus mejillas.

—Iero, Way, que gusto que ya se llevan de... maravilla.

Erick me lanzó una mirada y me encogí de hombros.

—Perdone, me tengo que ir. Hablamos después Franki... Frank.

Gerard carraspeó. Asentí y cuando se fue me crucé de brazos.

—Ve a mi oficina. Necesitamos hablar.

Dicho esto Erick caminó y cerró su puerta.

—Demonios.

Guardé todas las hojas en un sobre y busqué una liga. En serio comenzaba a estorbarme tanto cabello. Cuando llegué toqué y esperé a escuchar el pase. Cerré la puerta detrás de mi y me senté en frente de él.

—¿Pasa algo? —dije tratando de sonar desinteresado.

—Es gracioso, ¿sabes? El cómo las cosas pueden cambiar de un momento para otro. Lleva tiempo,  pero al final el destino se encarga de poner las cosas en su lugar y en orden.

Jugaba con sus lentes en el escritorio, y por su posición creo que estaba cruzado de piernas. Se encontraba muy relajado. Procese cada palabra y asentí, después de todo tenía razón.

—¿Hablas por lo de Gerard y yo?

—Exacto, no sé lo que tengan pero, déjame decirte, siempre supuse que iban a terminar así. Tenía una corazonada y aunque dudé, pasó, porque tenías más cara de hetero.

—Hum pero...

—Deja que termine. Cómo te decía, Gerard es un gran chico y no sé cómo pero logró domar al gran Frank, es admirable he de reconocer —dijo y sentí mis mejillas y cara arder. Mierda. —Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Dime, ¿son algo formal?

Fruncí el ceño y negué.

¿Por qué había tardado tanto?

No sabía.

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