Veintitrés

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¿Has escuchado reír a los demonios alguna vez? Dicen que su risa atrae desastres, que el pecho se te cierra y todo a tu alrededor es como una visión borrosa de la realidad. Estamos tan arruinados, tan perdidos y asustados en nuestra propia mente que vagamos como si tuviéramos tiempo y sabemos que no. Y sólo logro preguntarme, ¿por qué las cosas suceden tan rápido? ¿por qué las personas más valiosas son las más afectadas? Siempre nos preguntamos un por qué, pero nunca nos preguntamos para qué. Cuando esta vida está llena de razones.

Gerard tenía los ojos cerrados, estaba descansando por última vez ya que esta tarde le darían de alta, el servicio se encargaría de cubrir los gastos cuando yo dije que podía ayudar a pagar. Pero me negaron.

Pasé una de mis manos para quitarle algunos de sus mechones que tenía en la frente. El pensar que pude haberlo perdido me pone realmente mal pero confirmo que esta aquí, conmigo, cuando veo su rostro.

Se removió un poco y movió la boca, me alejé y abrió los ojos lentamente.

-Hola.

-Buenas tardes Gerard.

-¿Qué hora es?

-Acaban de dar la una.

-Uh, ¿dormí mucho?

-Realmente no importa, ¿tienes hambre?

Asintió y me levanté para agarrar la charola con la comida, me senté de nuevo a su lado y lo coloqué en mis piernas. Él se sentó recargando su espalda en la almohada que le había comprado, las del hospital son un poco duras.

Agarré con el tenedor dos cubitos de manzana y las sumergí en yogurt.

-Abre la boca.

-Frank, puedo hacerlo yo.

-Ábrela. 

Gerard hizo un puchero y después sonrió para proceder a hacer lo que le había dicho.

Saqué el tenedor de su boca y empezó a masticar. Hice lo mismo hasta que terminó y le entregué un poco de agua que me había pedido. Era como un bebé enorme.

-¿Y mis papás?

-Vendrán más tarde.

-¿Mi hermano? ¿Ray?

-Afuera.

Volvió a asentir y entró la enfermera que se encargaba de atenderlo, ella sonrió al vernos, se acercó y anotó algo en la tabla que traía en las manos.

-¿Cómo te sientes, Gerard?

-Bien, ya no me duele mucho aquí -dijo señalando una costilla.

-De acuerdo, ¿me ayudas Frank? Lo levantaremos.

Dejé las cosas en la mesita y me acerqué para seguir sus instrucciones. Yo agarré la mitad de su peso y ella la otra, en realidad podría con él solo, pero al ser su trabajo ya están acostumbradas y Stella es muy fuerte.

Me aprendí su nombre porque ella es la que más veía por aquí.

Quedé cerca (por no decir mucho) de la cara de Gerard, podía sentir su respiración chocar en mi mejilla, volteé y lo miré directamente. Le sonreí.

-¡Rayos! Olvidé la andadera, en seguida regreso.

Su voz nos hizo salir del pequeño trance en el que habíamos entrado, asentí y ella salió. Gerard se apoyó más en mi. Anteriormente habíamos hecho esto, caminaba poco en el día para reponer fuerzas. Pero no pasaba del pasillo, valga la redundancia.

-¿Cuál es el punto de decir todo lo que siento ahora? 

-Uh, bueno, expresar lo que sientes siempre es bueno. No te reprimas las cosas. 

ColdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora