Ten Cuidado con los Ladrones de Mascotas

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Últimamente, ha habido una epidemia de ladrones de mascotas.

Operan por la noche, infiltrándose en los patios traseros de las personas y acercándose a dueños de mascotas distraídos en las calles. No está claro por qué desean tanto nuestras mascotas. Pero, sea cual sea la razón, no pondrán sus manos en la mía.

Mi noche empezó como cualquier otra. Tras comer la cena y ver algo de televisión, agarré la correa de Bailey para sacarlo a pasear. El bribón se apresuró hacia la habitación y se sentó derecho, jadeando con emoción. Bailey ama salir a pasear. Dado que vivo en un pueblo aislado de Utah, siempre me he sentido seguro caminando después del anochecer. Algunos vecinos me saludan o se detienen para acariciar a Bailey, pero de otra forma se limitaban a sus propios asuntos en paz. Solo llegamos a tener problemas cuando los forasteros aparecieron. Estaba seguro de que eran ellos quienes estaban robando nuestras mascotas.

La noche continuó. Me topé con mi vecina, Samantha, y nos detuvimos a discutir eventos recientes mientras Bailey y Fifi se olfateaban. Samantha concordó en que era probable que los extranjeros estuviesen detrás de las abducciones, pero no pareció estar muy preocupada por ellos. Bailey y yo solo estábamos a un bloque de nuestro hogar cuando finalmente avisté a uno: la silueta de un ladrón de mascotas agachada tras un velo de arbustos. Por el rabillo del ojo, podía verlo espiándonos atentamente. Estaba tomando fotos de Bailey.

Eso me bastó. Había tenido suficiente.

Até a Bailey a un poste de luz, me oculté cerca de una intersección y lo observé. El ladrón fue cauteloso, como si esperase una trampa, pero pronto abandonó toda prudencia y se aceleró hacia mi mascota. Reconociendo al hombre, aparentemente, Bailey se lamentó incesante. Aunque fue raro, el ladrón imitó esta emoción; las lágrimas caían por su rostro a medida que forcejeaba con la correa de Bailey. Antes de que pudiera escapar, di unos pasos y salí de mi escondite. El ladrón lanzó su mirada hacia mí, sobresaltado. Su expresión de temor se renovó por una de enojo.

—Gente enferma, ¡¿qué mierda le hicieron a mi hermano?! —gritó intentando escudar al hombre desnudo sollozante que estaba atado al poste de luz. Le devolví la mirada, inexpresivo. Un forastero típico.

No mucho tiempo después, la policía local arrestó al ladrón. Sus días de secuestrar mascotas habían acabado. Ya encontraremos un uso para él, como hicimos con Bailey y los demás.

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