Encontré a una chica que conozco en una porno

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Muchos aquí en Reddit hablan de encontrar personas que conocen en /r/gonewild, o en una porno, o algo. Pero les puedo asegurar de primera mano que no siempre es como las personas dicen que es.

Tenía once años el verano que Kathy Ritter, de mi misma edad, huyó de casa, fue secuestrada, o fueran cuales fueran las mentiras que los periódicos estaban publicando aquel mes. Entre eso y que la familia Ritter se hubiese mudado luego de que el rastro se congeló, nunca comprobamos qué fue lo que pasó. Y, eventualmente, nos olvidamos de ella.

Años después, la vi de nuevo. No de manera breve, en persona, sino que en línea. En un video pornográfico.

Yo tenía dieciséis años y el video se veía reciente. Al menos, tenía una fecha de publicación reciente. Lo cerré y apagué mi computadora de inmediato. Estoy avergonzado de admitir que no fue a raíz de mi preocupación por Kathy, fue porque tenía miedo de lo que me pasaría si se me descubría viendo lo que técnicamente era pornografía infantil.

Eso ocurrió semanas antes de que la curiosidad y una noción estúpida de heroísmo adolescente —podría ser yo quien finalmente descubriese lo que le pasó a Kathy— me sobrecogieran, y regresé al mismo sitio web. Ella era sorpresivamente fácil de encontrar. Participaba en muchos videos bajo seudónimos como Katty Kathy, Kitty y similares.

Fue inútil. Todos los videos tomaban lugar en el mismo sótano, en la misma cama. Los videos eran todos iguales, más o menos. Kathy usando trajes. Kathy y otra chica. Kathy y dos hombres. Otros videos utilizaban intereses más radicales, como Kathy teniendo relaciones con un minusválido o algún actor vestido de caballo, pero no me molesté en verlos.

Sin embargo, Kathy nunca hacía juego de roles de manera activa, incluso cuando usaba trajes de enfermera o lo que sea. Ni siquiera hablaba en ninguno de sus videos. Me di cuenta de que apenas hacía sonidos —no gemía ni respiraba agitadamente—. Cuando otros actores la penetraban o utilizan otras cosas para hacerlo, no había ninguna reacción de parte de ella además del ocasional ceño fruncido.

Y, de vez en cuando, ella veía hacia la cámara. No era una mirada de enojo o resentimiento, o de súplica, como uno esperaría de alguien que estuviera siendo forzado a participar en porno. Al final, la identifiqué.

Era resignación.

Tuve que dejar de ver sus videos después de eso. Ahora estaba seguro de que eso no respondía a su voluntad, que ella había sido capturada y encasillada dentro de esa vida. Pero no había forma de que lo demostrara o de descubrir en dónde estaba.

Reporté los videos a la policía, pero nada salió de ello. Dijeron que no había manera de probar con seguridad quién era la chica de los videos. Yo sabía que era Kathy; ellos solo habían decidido hace mucho tiempo que Kathy estaba muerta y que el caso había terminado.

Traté de presionarlos, pero me dijeron que me detuviera. «Niño, piensa en sus padres. ¿Porno? Para muchos, creer que tu hija está muerta es más confortante».

Rastreé a la familia Ritter. Mi mamá me dijo que sus nombres eran Harry y Laura Ritter, y una búsqueda rápida de Google me dijo que vivían en Oregon.

—¿Señora Ritter? —dije cuando una mujer contestó el número de teléfono enlistado en las páginas amarillas—. Soy Max Page.

—Hola, Max —respondió, cautelosa. No me recordaba.

—Vivíamos en el mismo vecindario —le expliqué—. Conocía a su hija. Creo que la encontré.

La mujer escuchó en silencio mientras le dije lo que había descubierto y con cuál sitio web lo había hecho.

—No es mi intención hacerla sentir mal. Pero su hija está viva. Apuesto que la encontraría si va a la policía.

Clic. La mujer me colgó la llamada.

Pensé que la policía estaba en lo correcto y dejé de tratar que los videos recibieran atención. Dejé de visitar la página y traté de olvidarme de ello.

Pero luego recibí un correo. Era de uno de los administradores del sitio web anunciando que tenían una actualización nueva. Ligeramente desagradado por que aún tuvieran mi información, entré en el enlace rápidamente para poder borrar mi cuenta, y fue ahí cuando entendí a lo que se referían con la actualización. Era porno gore.

Casi ignorante de lo que hacía, y con una sensación helada de terror sumergiéndose en mí, hice clic para confirmar mis miedos. En el primer video aparecía Kathy.

Nunca lo quise ver, pero sabía que tenía que hacerlo, porque el título del video tenía mi nombre en él: «Para Max».

Kathy, temblando y llorando, acostada en la cama. Un hombre la estrangulaba sosteniendo un cuchillo.

«Repite lo que te dije», comandó alguien desde afuera del ángulo de la cámara.

«Esto es para ti, Max Page», pronunció Kathy. Y luego un alarido inhumano cuando el hombre desgarró su abdomen con el cuchillo. Introdujo su mano en la herida, ocasionando otro bramido, y jaló hasta que sus intestinos —y al menos uno de sus órganos— se derramaron sobre la cama.

Vomité a mi costado antes de cerrar el video. Kathy estaba muerta por mi culpa. Nadie me había creído cuando dije que era Kathy, y ahora estaba muerta…

Y la voz en el video. La reconocí inmediatamente. Era la misma voz que contestó el teléfono, la voz que pertenecía a la mamá de Kathy.

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