36,400,000. Ese es el número estimado de civilizaciones inteligentes en nuestra galaxia, según la famosa ecuación de Drake. Durante los últimos 78 años, hemos estado transmitiendo todo sobre nosotros al resto de la galaxia: nuestra radio, nuestra televisión, nuestra historia, nuestros mayores descubrimientos. Le hemos gritado nuestra existencia a todo pulmón al resto del universo, preguntándonos si estaremos solos. Treinta y seis millones de civilizaciones, pero en casi un siglo de escuchar, no hemos oído nada de vuelta. Estamos solos.
Eso fue hasta hace más o menos cinco minutos.
La transmisión vino desde todo múltiplo trascendental de frecuencia de hidrógeno que estábamos escuchando. Los armónicos trascendentales —como frecuencias de hidrógeno elevadas a la pi— no aparecen en la naturaleza, así que sabía que tenía que ser artificial. La señal siguió pulsando intermitentemente y muy rápido con amplitudes uniformes increíbles. Mi reacción inicial fue que esta era algún tipo de transmisión binaria. Medí 1,679 pulsos en el minuto que la transmisión estuvo activa. Luego de eso, el silencio se retomó.
Los números no tenían sentido al comienzo. Solo parecían ser una mezcla de sonidos aleatorios. Pero los pulsos eran tan perfectamente uniformes, y desde una frecuencia que siempre era tan silenciosa… Tenían que provenir de una fuente artificial. Busqué la transmisión de nuevo, y mi corazón dio un vuelco. 1,679, ese era el tamaño exacto del mensaje de Arecibo hace cuarenta años. Con emoción, empecé a ordenar los dígitos binarios del rectángulo 73×73 original. No llegué a la mitad antes de que mis sospechas fuesen confirmadas. Este era el mismo mensaje, exactamente. Los números en binario, de uno al diez. Los números atómicos de los elementos que constituyen la vida. Las fórmulas de nuestros nucleótidos de ADN. Alguien nos había estado escuchando, y quería que supiéramos que estaban ahí.
Luego me llegó: el mensaje original fue transmitido hace solo cuarenta años. Esto significa que debe haber vida a veinte años luz de distancia. ¿Una civilización a suficiente distancia como para establecer contacto? Esto revolucionaría cada campo en el que he llegado a trabajar. Astrofísica, astrobiología, astro…
La señal estaba pitando de nuevo.
Esta vez, era lenta. Deliberada, incluso. Duró menos de cinco minutos, con un dígito binario llegando cada segundo. Aunque las computadoras los registraban, por supuesto, comencé a escribirlos. 0. 1. 1. 0. 0. 1. 1. 1… Sabía de inmediato que no era el mismo mensaje de antes. Mi mente se aceleró en tanto consideraba las posibilidades de lo que podría ser. La transmisión terminó, habiendo transmitido 288 dígitos. Seguramente, eso era demasiado pequeño como para ser un mensaje significativo. ¿Qué gran mensaje para otra civilización puedes enviar con solo 288 dígitos de información? En una computadora, los únicos archivos así de pequeños estarían limitados a…
Texto.
¿Era posible? ¿En verdad nos estaban enviando un mensaje en nuestro propio lenguaje? Ahora que lo pensaba, no era tan descabellado: hemos transmitido en prácticamente casi todo idioma vigente en el planeta por los últimos setenta años… Comencé a descifrar con el primer código de caracteres en el que pude pensar (ASCII). 01100111, eso es una G. 01110101, una U…
Cuando terminé de unir el mensaje, mi estómago se hundió como un ancla. Las palabras delante de mí respondieron todo: «Guarden silencio o serán escuchados».