Regresas a tu humilde bloque de apartamentos tras un largo día de trabajo, y lo único que quieres es poder descansar. Estás a punto de sacar tus llaves y abrir la puerta de tu hogar, pero notas que ya ha sido abierta. Una vez que giras la perilla y das unos pasos al interior, presientes que algo es diferente. Permaneces en la entrada tratando de identificarlo, y luego te golpea: estás en el apartamento equivocado.
Mientras te giras para irte, algo atrapa tu mirada. Hay un hombre agazapado sobre un plato de carne rojiza, devorándola con sus manos, partiéndola como un animal salvaje haría con su presa. Gotea carmesí por un lado de su boca, y el olor que emana desde ahí es enfermizo.
El panorama te aturde. Inconscientemente, te cubres tu boca y nariz; esto hace que golpees tu codo contra la puerta por accidente.
Te congelas. Ha dejado de comer al escucharte y se ha levantado. Tus piernas se empiezan a mover por sí solas, y de un momento a otro te encuentras corriendo y corriendo lo más lejos posible de ese apartamento y de los horrores que contiene.
…
El hombre se levanta de su comedor, cierra la puerta y se vuelve a sentar. Luego agarra otro pedazo de pizza y murmura para sí mismo: «Pinches veganos dramáticos».