El peor castigo para el hombre

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Charlie pasó meses en aquella cárcel esperando el Infierno. Su mente se perdía lentamente entre tanta oscuridad. Recuerdos de sus crímenes se mezclaban con el miedo a lo desconocido. La cadena incrustada en él le impedía moverse y escapar de esa cueva con hedor a sangre y paredes palpitantes.

—¡Johnny! ¡Johnny, prepárate! —le decían los verdugos invisibles. Charlie no comprendía por qué esas sombras lo llamaban así.

Un día, unas manos lo arrastraron fuera del encierro. La Muerte se le apareció para decirle:

—John, el peor castigo para el hombre es regresar al mundo que tanto daño le causó…

A «John», esas palabras lo hicieron llorar. La luz de la sala lo cegaba y, asustado, buscó resguardo en su nueva madre.

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