Recibes lo que pagas

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«¿Te gusta esto, bebé?», me susurra a medida que se pasa su camiseta delgada por encima de su cabeza, arqueando su espalda para mantener sus senos a plena vista de la cámara web. La luz se cuela por las cortinas cerradas de su habitación. Es una habitación desordenada, el cuarto de una chica de universidad, decadente y medio vacío. Seguramente necesita el dinero. Yo solo necesito ver.

«Sí, sí…», musito en mi habitación oscura, buscando torpemente el zíper de mi pantalón. Diana es mi favorita. Mira nada más su estómago plano y adorable, incluso con el piercing de vientre que probablemente se colocó en el colegio. Tan joven. Sus pequeños senos blancos casi brillan bajo la luz que se inclina desde su ventana abierta.

Espera. ¿Abierta? ¿En qué momento la…?

Mi quijada se cae cuando un hombre vestido de negro asesta un puñetazo en la cara de Diana, tumbándola entre un quejido. Se golpea en el suelo con un ruido sordo tan alarmante que casi lo sentí. Espera… ¿lo sentí?

El hombre la levanta antes de que yo pueda parpadear, y la estrella contra la pared desde su rostro. Gotas oscuras se derraman sobre el teclado, pero no es eso lo que estoy viendo; estoy viendo al marco de fotografía que acaba de saltar en la pared de mi apartamento. La pared que comparto con un vecino que nunca he conocido.

El hombre está desgarrando su ropa, y la escucho llorar —llorar desde la cámara web… y a través de la pared—. Cada golpe, a medida que el hombre la arrastra hasta la cama, llega a mis oídos dos veces.

Oh, Dios. Diana es mi vecina. Vive justo al lado. Y la puedo salvar de esto, de ser violada, ¡de ser asesinada!

O puedo ver.

Noches de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora