Bajo las decoraciones de rosa, rojo y blanco, las chicas bailaban con sus parejas de Valentín. Sin embargo, mi panorama se enfocaba en quien estaba a solas en su mesa y escaneando a la multitud con sus ojos achocolatados. Hacía girar una rosa rosada entre su pulgar y su dedo índice. Su nombre era Vanessa, y era, sin lugar a dudas, la chica más linda del colegio. No solo por su físico, sino por su temperamento dulce e inocente. Desde el primer momento en el que la vi, estuve perdidamente enamorado. Hoy al menos podía dejarle un regalo de San Valentín.
—¿Tu cita te dejó plantada? —le pregunté, acercándome.
—Supongo —respondió con un suspiro—. Ni siquiera sé quién es, solo que me dejó esta rosa en mi casillero. Traía una carta atada, que decía: «Para la chica más linda del colegio».
—Ah, suena a que tienes un admirador secreto —bromeé, dándole un codazo en su hombro; ella sonrió con timidez y sus mejillas se enrojecieron—. ¿Ponche? —le ofrecí, extendiéndole uno de dos vasos.
—Gracias —me dijo, agarrándolo.
Continuamos la conversación mientras observábamos a los demás bailar al ritmo de la música que se tocaba. Luego de quince minutos, Vanessa empezó a desorientarse.
—Oye, ¿estás bien? —le pregunté mientras ella se inclinaba con su cabeza en sus manos.
—No… No estoy segura —se quejó—. De pronto… me siento mareada.
—Ven —le dije, ayudándola a levantarse—. Vamos afuera para que respires algo de aire fresco.
Afuera del gimnasio, me arrodillé a un lado de Vanessa mientras ella trataba de recuperar su compostura.
—Creo… que necesito irme a… casa —alcanzó a decir—. Llamaré a mis padres; no puedo… manejar así.
—Bien, entonces ¿qué tal si yo te llevo a casa?
—¿Estás seguro? No quiero… ser una carga.
—No tengo nada mejor que hacer —contesté, encogiéndome de hombros.
Ella murmuró una respuesta afirmativa en tanto la guiaba a mi auto y le colocaba el cinturón. A medida que encendí el auto y lo saqué del estacionamiento, mi corazón golpeaba mi pecho con emoción; estaba ansioso por llevar a la chica más linda del colegio a casa.
—Gracias, de nuevo… por ayudarme —habló con dificultad antes de que sus ojos se cerrasen.
—Lo que sea por mi alumna favorita.