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14 de febrero del 2014. 1 mes, 15 días después de la ruptura.

La temperatura del departamento era cálida, con una suave brisa adentrándose por los grandes ventanales que mantenía abiertos para que circulara el aire.

Londres olía a humedad aquella dulce mañana de febrero, arrancándome una pequeña sonrisa sincera fuera de los labios. El habitual ruido de la ciudad había comenzado a oírse desde hacia unas horas atrás, exactamente a las 5 de la mañana, hora en la que las personas salían de sus hogares para ir directo a sus trabajos o a sus escuelas.

En este exacto momento eran las 11:47 de la mañana del 14 de febrero del 2014. Mi cumpleaños número 25 Y también el día de San Valentin.

Siempre había tenido esa extraña duda, que aunque muchas veces resultara tormentosa, era algo que yo necesitaba y detestaría conocer, era acerca de; ¿realmente mis padres habían pasado un 14 de febrero en una sala de parto para darme a luz? ¿Qué estaban pensando?

Mi teléfono no dejaba de vibrar sobre la mesa del comedor. Cada pequeña notificación y mensaje provenía de todas aquellas cuentas a las que seguía y de todas aquellas cuentas que me seguían de vuelta. Los únicos mensajes que había leído de la bandeja de entrada provenían de mi madre y de mi hermano, nada más.

Una fresca brisa se coló entre los ventanales y agitó suavemente mi cabello. La ciudad se veía tranquila aquella mañana, y esperaba que el tráfico no fuera demasiado aquel día. Estaba por tomar un vuelo que me llevaría a uno de los lugares en donde esperaba alcanzar la cumbre de mi carrera artística, y volverme una de las mejores bailarinas de ballet del mundo.

De manera lenta y con pasos cortos, di media vuelta sobre mi propio eje y la luz que se filtró a través de los cristales me dio la vista perfecta del salón vacío a mis espaldas, que ahora se encontraba frente a mi.

Sólo quedaba la mesa, los muebles habituales de la cocina y una pequeña mancha en la pared que había sido obra de una noche descontrolada tres lunes atrás, cuando intenté por todos los medios olvidarme del que en algún momento llegó a ser el amor de mi vida.

Mi antiguo hogar estaba vacío. Incluso yo me sentía vacía.

La puerta del lugar se abrió mostrando a un hombre de edad avanzada que usaba tintes oscuros para cubrirse las canas del bigote.

-Señorita Tolkins, su auto está esperando por usted abajo.

-Iré en un momento, gracias.

El amable señor asintió y me dedicó una bien disimulada sonrisa lastimera. El portero del lugar, aquel que acababa de abandonar la estancia, había sido el encargado de alejar a los paparazzis que siempre intentaban abordarme con sus absurdas y molestas preguntas acerca de mi ruptura con Sebastian Stan cuando yo ponía un pie en la acera frente al edificio.

Miré el lugar por ultima vez. Éste sitio había sido el único lugar donde yo había hallado paz luego de un mes en solitario.

Londres era mi escape, y éste apartamento mi refugio.

Al estar abajo, a merced de los camarógrafos y los flashes, los micrófonos y los espacios reducidos, recordé porqué estaba yéndome.

Necesitaba superarlo, necesitaba irme lejos y dejar de arrastrar la sombra de un fraudulento amor que sólo me había causado problemas.

Sentí un enorme alivio cuando el auto se detuvo frente al aeropuerto y los guardias de seguridad me adentraron a la zona privada de donde partiría mi avión.

HAPPIER ━━Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora