070 → real life

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Sebastian sentía que su estómago estallaría en cualquier momento.

Las carcajadas que salían de éste eran estruendosas, llenando el silencio que se encontraba instalado hasta hacía pocos minutos antes de que Savannah se resbalara por el suelo, directo a la pared.

—Imbécil.

La rubia lo observó con desagrado mientras tomaba asiento junto a él en el sofá. Ella, junto a Chris, recién llegaban de una cita —no era una cita en realidad, pero Evans había creído que salir a cenar le subiría el ánimo— que el rubio había propuesto por la tarde, sin embargo, nada más poner un pie dentro de su casa temporal, dio media vuelta y volvió a salir.

—Hey, no es necesaria tanta agresividad —El castaño la codeó con suavidad, logrando que la chica se fuera de espaldas contra los cojines. Ante esto, Stan alzó una ceja y la observó con más atención—. ¿Estás ebria?

—Uh... Noup —El ceño de Savannah se frunció, pero sus labios se curvaron en una sonrisa inocente pocos segundos después—. ¿Porqué? ¿Luzco como una?

—Algo... ¿Estás segura de no estarlo?

La rubia dejó escapar una carcajada y se derrumbó sobre el regazo de Sebastian, su rostro casi hundiéndose en el abdomen del castaño. Las mejillas del rumano se encendieron de inmediato.

—Definitivamente estás ebria.

—Chris me dio mucho vino —Savannah se enderezó sobre sus rodillas y miró a Sebastian con un puchero en los labios. El castaño no pudo evitar que su mirada se centrara en ellos—. Es su culpa, no mía.

Sebastian no pudo resistirse.

Apenas aquellas palabras abandonaron su boca, él se inclinó y rozó sus labios con los de ella. El más inocente y puro toque entre ambos, que, sin embargo, encendió una chispa en su interior.

El cuerpo de Savannah reaccionó en automático. Sus manos buscaron su nuca con desesperación, mientras que sus bocas se unían con urgencia, deleitándose ante el familiar sabor mentolado del aliento de Sebastian.

Se podría decir, que todo ocurrió en cuestión de minutos. Para cuando ambos se dieron cuenta de lo que sucedía, ya se encontraban en la habitación del rumano, con sólo su ropa interior cubriéndolos.

El cabello castaño de Sebastian estaba desordenado, su bien trabajado pecho subía y bajaba con frenesí. En sus pantalones se notaba un bulto, que claramente lo incomodaba. Savannah no estaba lejos de aquel aspecto. Su blusa había desaparecido junto con todo rastro de ebriedad que estuviera dentro de su cuerpo, su cabello estaba ligeramente alborotado, y sus mejillas estaban sonrojadas.

La rubia se encontraba encima del regazo del castaño, con sólo unas bragas cubriéndola, su sostén había desaparecido por igual.

Cuando se miraron a los ojos, descubrieron que las orbes del otro ardían con pasión, una clara tensión que habían necesitado liberar desde hacía muchísimo tiempo, pero que ninguno de los dos se había atrevido a liberar hasta aquel día. Las manos de Sebastian buscaron las caderas de Savannah, y ésta tembló ante su tacto. Era sorprendente la reacción que ella tenía ante él.

—Si quieres parar... —Comenzó diciendo él, con la respiración agitada—. Lo haremos. No voy a obligarte a nada, Savannah.

Ella sabía que Sebastian estaba intentando meter algo de sentido común a su cabeza, después de todo, ambos estaban comprometidos con una tercera y cuarta persona. Ambos tenían pareja, y ambos saldrían perjudicados de esto sin lugar a dudas. El sexo siempre había significado algo para ellos, no era simple sexo, no eran simples roces ni caricias, ni mucho menos. Era amor, amor puro que sentías cuando tomabas la decisión de entregarte en totalidad a la otra persona que amabas. Al menos, aquella era la definición que Savannah siempre le había dado.

Los dedos de la rubia se enterraron en la larga cabellera del castaño, mientras sus labios se presionaban con suavidad contra los otros, dándole así una respuesta.

Lentamente, Sebastian la recostó sobre el colchón, sus labios recorriendo cada espacio que él consideró digno de atención sobre el cuerpo de la rubia. La habitación comenzó a llenarse de jadeos, de suaves susurros y palabras lindas que se entremezclaban con los ligeros gemidos que Savannah emitía.

Poco a poco, y por breves momentos, Savannah perteneció a Sebastian, y Sebastian perteneció a Savannah.

HAPPIER ━━Sebastian StanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora