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Daichi;
Estabas algo nerviosa, al igual que tu novio. Abriste la puerta algo temblorosa y ahí los viste; tus padres.
Les hiciste pasar al salón y estando ahí tomaron asiento en el cómodo sillón.
-Lindo departamento, querido.—Comentó tu madre.
-Muchas gracias.—Hizo una reverencia algo robótica.
-Al grano, niño.—Habló tu padre. -¿Qué intenciones tienes con mi hija?
Tu mamá y tú se llevaron la palma de la mano a la frente.
-¿Enserio, papá?—Dijiste apenada.
-Las mejores intenciones que puedan haber en la tierra, señor.—Tomó tu mano com firmeza. -Yo la amo y nunca dejaría que le hagan daño.
Tu rostro enrojeció ante sus palabras, la seguridad con la que las dijo, te volvió loca.
Suga;
-Cariño, ¿puedes pasarme aquél plato?—Pidió con amabilidad.
-Enseguida.—Le tendiste lo que pidió.
Se encontraban haciendo la cena, a la cual asistirían tus padres.
Terminaron justo a tiempo para bañarse y alistarse, pues el timbre sonó a la hora exacta acordada.
Tu novio abrió la puerta con una radiante sonrisa —como siempre, perfecto— y recibió a tus progenitores.
Aunque uno de ellos no lo sea biológicamente.
-Buen día.—Abrió paso para ellos. -Pasen, por favor.
Al verlos los saludaste de abrazo y beso, como se hace en tu país natal.
-Vamos al comedor.—Empezaste a caminar, siendo seguida por la pareja mayor.
Una vez sentados y listos para comer, hablaste.
-Mamá, papá.—Les llamaste. -Él es Sugawara Koshi y como ya saben, es mi novio.
Tu mamá sonrió complacida, pues ante sus ojos —como los tuyos— era perfecto para ti.
-Tienes linda cara, ¿acaso eres un mujeriego?—Tu padre frunció el ceño.
-P-Para nada, señor.—Se rascó la nuca apenado. -Jamás podría engañar a _____, la amo demasiado y sé que no lo merece.—Te miró fijamente. -Porque es grandiosa.
