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El chico —obligado por Kuroo— fue a revisar las duchas del gimnasio, para asegurarse de que éstas estuviesen vacías. Logró divisar una silueta, por lo cual se acercó más, viendo algo que nunca creyó ver; una especie de híbrido.
Ante la impresión retrocedió, dandose de golpe contra la pared, creando un sonido hueco que —gracias a tus orejas— pudiste escuchar sin problema.
Volteaste instintivamente topándote con sus ojos ámbar abiertos de par en par. Rápidamente volviste a transformarte normalmente y hablaste.
-Por favor Kenma, no le digas nada a nadie.—Susurraste rápidamente.
El solo asintió lentamente, aún si creerse lo anterior, y lo peor, sin entender el porqué su corazón latía demasiado rápido.
-Muchas gracias.—Sonreíste. -Eres muy amable.
Esa sonrisa fue como un arañazo al corazón del rubio de bote.
El amor iba creciendo con el paso del tiempo, ambos se aceptaron tal y como eran. Iniciando así, una linda relación, que años después, a una más íntima.
¡Que vivan los novios!
Años después, una hermosa familia algo peculiar.
¡No arañes los sillones!
Todo perfecto para ambos, y seguirían así hasta sus últimos días.
