Amenazas

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Después de que dieran de alta a Maison y de terminar de llenar algunos papeles, los tres subimos al auto de Stan. El viaje fue una mezcla entre diversión y vergüenza, ya que el rubio no dejaba de hacer bromas acerca del poco contacto físico que hemos tenido Maison y yo.

--Creí que se devorarían mutuamente en Tailandia—soltó como si fuera lo más normal del mundo

--Por favor, ya deja de hablar—pedí mientras enterraba el rostro entre mis manos, logrando con eso hacer reir al tonto de Stanley

--¿Qué? Es naturaleza, no creí que tu primordialmente te avergonzaras al hablar de este tema—fulmine al rubio con la mirada para luego desviar la vista a la ventanilla—lo siento Becca, solo era una broma

--Déjala o te golpeará—habló Maison desde el asiento trasero—y por favor, deja de hablar de sexo—pidió con voz timida

--¿No me digas que tu también?—se burló Stanley nuevamente—¿No me digas que aun eres virgen May may?

--¡¿Qué cosas dices?! ¡Claro que no! He estado con muchas mujeres—llevé las manos de regresó a mi rostro—yo...no...lo que quise decir...—mire a Stanley de reojo y este solo se carcajeaba—¿Por qué trato de disculparme? Tu debes de haber estado con muchas mas personas que yo

La risa de Stanley se cortó de pronto y con ello, el ambiente se volvió más pesado. Odiaba hablar del tema porque eso solo llevaba a una discusión. Maison nunca perdía la oportunidad para recriminarme mi supuesta fama de zorra, y como era costumbre, termine molesta.

El resto del camino transcurrió en silencio, en algún momento Stanley intentó bromear con otro tema, pero a pesar de que en cualquier otro momento sus tonterías me harían reír, en aquel momento no me sentía de humor, no solo por la estúpida actitud de Maison, no podía sacarme de la cabeza la voz de aquel hombre.

Llegamos al edificio y un escalofrío recorrió mi columna cuando baje del auto. Mire a mi alrededor tratando de encontrar a aquel hombre, pero no había nadie, al menos, no vi a nadie. Cargué la mochila en mi hombro y seguí a Stanley y Maison desde atrás.

--¿Por qué no se adelantan? Ire a buscar mi ropa y regreso—Stanley salió del ascensor y nos dedicó una sonrisa

Las puertas se cerraron y mis manos se cerraron en torno al barandal para soportar la sensación de vértigo en mi estómago. Conté en mi mente hasta cien, los nervios me estaban consumiendo poco a poco, incluso dentro de esa caja de metal, sentía que alguien me miraba.

--¿Estas bien?

Abrí los ojos y mire a Maison con espanto. Subí una mano a mi pecho y asentí, las puertas del ascensor se abrieron e internamente grite de emoción. Me apresuré a salir y luego recordé que debía esperar a Maison.

--si te molesta, puedes ir, puedo caminar solo—soltó con tono serio. Solté su brazo y fui a abrir la puerta

Admito que esperaba encontrar el departamento hecho un desastre, las cosas tiradas y rotas, o tal vez que unos hombres saltaran sobre de mi y comenzaran a golpearme. No lo sé, solo esperaba lo peor, pero no fue nada de eso. El lugar estaba en perfectas condiciones, tal y como lo deje antes de irme.

—no creí que fueras a hacerlo—habló Maison mientras cerraba la puerta detrás suyo

--dijiste que podías caminar solo—contesté de inmediato. Dejé la mochila en el sofá y fui a la habitación. Necesitaba revisar la casa, comprobar que no había nadie ahí

--¿Siempre vas a actuar así?—preguntó el chico mientras me seguía con caminar lento. Revisé el baño y el closet y por suerte no halle nada raro—¿no puedes olvidarte de tu enojo por un momento? ¿aun cuando estoy enfermo?

Entre Amor Y MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora