La mujer que amo

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Estaba oscuro. Me había quedado dormida en el sofá. El televisor estaba apagado, tal vez Stanley lo había apagado. Tal vez el me llevó al sofá. Me revolví en el pequeño espacio intentando conciliar el sueño de nuevo, pero habia algo que me molestaba. Un sonido extraño.

Me incorporé y encontré el teléfono sobre la mesita de centro. La pantalla brllaba y aquella palabra me heló la sangre. Extendí la mano para tomarlo, pero no lo alcancé. Algo tiró de mi cabello y sentí una respiración en mi cuello.

--te dije que debias responder—habló aquella voz que tanto me atormentaba—dile adiós a tu noviecito

El hombre me obligaba a levantar la mirada y un grito escapó de mi boca cuando vi el cuerpo de Maison colgado del techo.

Abrí los ojos y cubrí mi boca con las manos. Estaba en la habitación, a oscuras.

--Rebecca, ¿estas bien?—Maison se levantó y colocó una mano sobre mi hombro

--una pesadilla—solté casi sin voz

--oh amor, no era una pesadilla—me gire a ver a Maison y este solo me empujó fuera de la cama—esta es tu realidad

El rubio se colocó sobre de mi y sus manos apretaron mi cuello con fuerza mientras una sonrisa cruzaba su rostro. Una sonrisa muy diferente del resto, una sonrisa enferma.

--eres una maldita puta de porquería—sus manos sujetaron mi cabeza, la cual comenzó a etellar contra el suelo—te mataré tan lentamente por haberme mentido

Un grito escapó de mi garganta y este empeoró cuando sentí unas manos sobre de mi.

--¡Sueltame! ¡No me toques!—intenté alejarlo de mi pero estaba acorralada—¡sueltame!

--¡Rebecca, soy yo! ¡solo fue una pesadilla!—habló Maison mientras intentaba sujetar mis manos para evitar que siguiera golpeándolo

--¡No me toques! ¡Quieres matarme!—lo empujé y como pude me arrastré fuera de aquella pequeña habitación

--¡Becca! Becca, calmate, soy yo, Stanley—mire al chico de ojos verdes y me aferré a él con todas mis fuerzas—tranquila, estoy aquí, tranquila

--Quiere matarme—balbuceé contra su pecho mientras mis lagrimas mojaban su playera—me lo dijo, una y otra vez, no se detuvo nunca—llevé las manos a mi cabeza sintiendo que explotaría en cualquier momento—no quiero morir, yo no hice nada malo

--no vas a morir cariño, no dejaremos que nada te pase—los brazos de Stanley me sujetaron con fuerza mientras su cuerpo se mecía suavemente—ven a sentarte—dejé que arrastrara mi cuerpo a la cama y me sentará—respira, lento por favor—asentí e intenté hacer lo que me pidió—ire por agua—sujeté su brazo con fuerza y negué con la cabeza

--no me dejes sola—pedí entre lagrimas

--solo ire a la cocina, Maison se quedara contigo—negué con la cabeza de inmediato pero Stanley no se detuvo—no te hará daño, el no te lastimaría nunca—Stanley sonrió para transmitirme confianza y dejé que mis manos lo soltaran—ya vuelvo ¿si?—asentí y lo ví salir de la habitación

Me quedé en la cama intentando respirar lento como Stanley pidió. Un par de veces mire a Maison y lo encontré mirándome, rápidamente aparté los ojos y me concentré en respirar. Stanley volvió pronto de la cocina, con un vaso de agua y unas pastillas. Me las tomé y comencé a sentir mi cuerpo ligeramente más relajado. La cabeza ya no me dolia tanto, como hace unos minutos, y el agua habia calmado el ardor de mi garganta, que se habia generado a causa del vomito.

--tu también deberías recostarte—pidió Stanley a Maison

--¿Qué sucede aquí?—preguntó ignorando a su primo—Eso no fue una simple pesadilla—levanté la mirada con temor y encontré su semblante molesto, bajé la mirada y me pegué a Stanley

Entre Amor Y MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora