La oscuridad reinaba, inmutable, alrededor del viejo y afligido capitán Wolvert. Arropado en finas sabanas, hechas con un material flexible y de textura similar al plástico, soñaba con recuerdos borrosos que su mente modificaba constantemente, con esa magia surrealista típica de los sueños, y los convertía en pesadillas recurrentes que acababan bruscamente entre sudoración fría y un violento despertar.
Hacía frío en aquel pequeño habitáculo. Los sistemas de la nave habían resultado dañados ligeramente durante el aterrizaje en aquella sórdida luna, que vagaba sin descanso alrededor de un planeta solitario y extinto de vida denominado Horus. Dicha luna, bautizada como Oculus, era una de las nueve lunas que orbitaban alrededor de Horus. La gran actividad volcánica concentrada únicamente en su polo norte la hacía parecer desde la lejanía un enorme ojo rojizo que observaba el espacio infinito.
Las turbias imágenes que rondaban los sueños del capitán se disiparon velozmente tras el choque de una nave envuelta en llamas contra un ennegrecido océano. Una gota de sudor frío recorrió la frente de William Wolvert al mismo tiempo que su cuerpo convulsionaba durante una milésima de segundo y sus ojos azules se abrían en medio de las tinieblas que lo rodeaban. Un ruido mecánico precedió a un continuo zumbido y, poco a poco, la luz empezó a inundar el cuarto mientras la protección metálica que bloqueaba la ventana de la nave desde el exterior iba desplazándose y desapareciendo.
A pesar de ser el capitán de la nave, William no se permitía ningún tipo de lujo. La honradez era la base moral sobre la que intentaba sustentar todas sus acciones desde hace dos años, y consideraba que nadie debía ser más que nadie dentro de la nave. Su habitación era una muestra de ello. Ningún título ostentaba en las paredes, tampoco trofeos por hazañas pasadas ni medallas que demostrasen su valor. Una simple cama unipersonal, una mesa, una silla, un armario, todos metálicos a juego con el color platino de la estancia, y una foto de él junto a una mujer era lo único que se podía ver.
William se incorporó de la cama y observó, pasmado, sus envejecidas manos. "Despierto para vivir un día más..." susurró. Se sentó en el borde de la cama y serenó sus pensamientos mirando de reojo el fulgor rojizo del mundo que se extendía al otro lado de la ventana, mientras una gélida brisa proveniente de los conductos de ventilación erizaba los pelos de sus brazos.
Se empezó a materializar ante él la forma de una mujer joven, esbelta, con un largo cabello azabache y vestida con una prenda de ropa de cuerpo entero bastante ceñida y de color celeste. La mujer se acercó lentamente al capitán, se sentó junto a él y, mientras le pasaba sus delicados dedos por el canoso pelo sin que este pareciera notarlo, pronunció a través de sus hermosos labios:
· ¿Estás bien?
· Si Caroline... no te preocupes... cosas de la edad...
· Tu tensión arterial ha variado bruscamente en menos de un minuto, tienes sudoración fría...
· No sigas, por favor... – le interrumpió – Estoy bien.
Caroline se levantó de la cama, se volvió a colocar en el lugar exacto donde había aparecido, con una exactitud milimétrica, y fijó sus ojos marrones de mirada intensa más allá de la ventana:
· Sistemas primarios al 82%... Sistemas secundarios al 98%... Todos los sistemas estarán listos para el despegue en cuarenta y tres minutos... Temperatura media exterior de 55 grados centígrados... Temperatura media interior de 15 grados...
William fijó su mirada en la mujer, con ojos melancólicos, y le interrumpió nuevamente:
· ¿Alguna notificación importante Caroline?
· Mensaje del Coronel Tom S. Serus, ¿Desea escucharlo?
· Claro... – suspiró
Caroline alzó sus manos al frente, a unos centímetros de la cabeza de William, y una pantalla se desplegó ante él comenzando en aquel mismo momento a reproducir un archivo de video en el cual aparecía un hombre de tez oscura hablando:
· Capitán, se le contrató para esta misión debido a la importancia del cargamento y a su... digamos excelente... hoja de servicio. Como entenderá es inaceptable que llevemos más de 17 horas de retraso. He ordenado que carguen el artefacto en la nave con o sin su permiso, estaremos allí dentro de dos horas. Las condiciones ambientales de este lugar empeoran por momentos, debemos evacuar antes de que nos achicharremos por el calor. Confío en que este todo listo para nuestra llegada.
La pantalla se cerró, la mujer volvió a su postura inicial:
· ¿Cuando recibimos este mensaje?
· Hace una hora, cincuenta minutos, treinta y dos segundos.
· Mierda... avisa a la tripulación, – se levantó de la cama – protocolo 55. Intentemos hacer esto lo más rápido posible – se dirigió al armario
· A sus órdenes capitán Wolvert – dijo mientras seguía a William con la mirada
· Si hay algo que no aguanto – abrió el armario y cogió el uniforme de trabajo – es sin duda a esos lameculos del gobierno...
La mujer desapareció conla misma rapidez con la que había llegado, desvaneciéndose en medio de aquel cuarto, mientras William susurraba "Un día más..." y se ponía el oscuro uniforme. Segundos después una alarma resonó por toda la nave junto a la femenina voz de Caroline que repetía una y otra vez: "Protocolo 55".
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Cora: Destino incierto
Science FictionLa nave Cora y su tripulación son los encargados de trasladar un artefacto de origen desconocido hallado en la moribunda luna Oculus, que orbita alrededor del lejano planeta Horus, hasta la tierra. La aparentemente sencilla misión dirigida por el ca...