Capítulo 3 - Como ratas

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Cincuenta y uno... cincuenta y dos... cincuenta y tres... los inexpertos gemelos Jorge y Tobías observaban con cara de bobos como la temperatura de aquella luna subía vertiginosamente.

Sus medidores de pulsera monitorizaban casi todo; temperatura ambiente, temperatura corporal, ritmo cardíaco nivel de deshidratación... e incluso servían como transmisores/receptores para comunicaciones a larga distancia. Unos juguetes demasiado caros en manos de un par de jóvenes que apenas rondaban los veinte años.

Habían sido enviados junto a su coronel a Oculus para recoger y llevar a la tierra un artefacto calificado como de "origen desconocido". No se les había dado más información, aunque realmente tampoco la necesitaban. Solo eran mulas de carga, mano de obra barata. Además, si llegasen a convertirse en un problema no sería difícil librarse de ellos.

La sala en la que se encontraban estaba en una improvisada instalación militar situada junto a una excavación en lo que parecían ser unas antiguas ruinas... de "origen desconocido", por supuesto.

Llevaban en Oculus casi un mes. Hasta el momento las temperaturas se habían mantenido estables pero repentinamente empezaron a subir y se evacuó la instalación.

Por orden directa de los Legisladores, se quedaron para custodiar el artefacto hasta que mandasen a alguien para recogerlos. Para asegurarse de que realizaban correctamente su labor, el aspirante a guardia de justicia y coronel Tom S. Serus se quedó con ellos.

El tiempo corría en su contra. Llevaban más de diecisiete horas esperando el visto bueno de la nave Cora para poder abandonar aquel desolado lugar, pero no obtenían respuesta, y eso no le hacía ninguna gracia al coronel.

Colocó su pulsera delante de él, introdujo una combinación numérica, una pequeña pantalla se desplegó y el coronel comenzó a hablar:

· Capitán, se le contrató para esta misión debido a la importancia del cargamento y a su... digamos excelente... hoja de servicio...

Al otro lado de la sala estaban los gemelos junto al artefacto, colocado sobre una especie de parihuela metálica con mangos de plástico en los extremos de las barras.

· Eh, Jorge. - Susurró Tobías

· ¿Qué pasa?

· Te apuesto una noche con una hermosa prostituta a que no aguantas más de cinco segundos tocando esta caja.

· ¿Estás de broma? No pienso tocar eso, ya sabemos lo que pasa.

· Gallina.

· Imbécil.

· GA-LLI-NA... -dijo Tobías con una malévola sonrisa en su rostro

· Que sean cinco - le respondió malhumorado

· ¡¿Cinco prostitutas?! - le respondió sobresaltado

· Cinco noches o no hay trato... una noche por cada segundo.

· Interesante... trato hecho. ¡Venga tócalo! - dijo riéndose

Jorge acercó su mano temblorosa hacia el oscuro artefacto y la posó sobre su pulida superficie. Los extraños símbolos dorados que había en la zona de alrededor reaccionaron cambiando a un color rojo intenso.

Un chasquido, seguido de una potente chispa, lanzó a casi un metro de distancia al pobre Jorge. Tobías no podía parar de reír.

· ¡Cinco noches! - Vitoreó

Se acercó a su hermano y le ayudó a levantarse. Fue en ese momento cuando se dieron cuenta de que el coronel Tom S. Serus les observaba... su furiosa mirada les hizo tragar saliva a ambos.

Sin mediar más palabra, y cambiando por completo la expresión de los rostros de los jóvenes, el coronel salió por la puerta de la sala mientras Jorge y Tobías hacían un esfuerzo y levantaban la parihuela y, en consecuencia, la caja.

Comenzaron así la insufrible caminata que en aproximadamente dos horas los llevaría hasta su transporte de salida. Cada paso era una eterna lucha por no dejarse avasallar por el penetrante calor, por no tropezar con las duras piedras y por evitar que se les cayese el pesado artefacto. Las bombonas de oxígeno que llevaban colgando de sus espaldas eran un peso añadido que hacía aun más difícil su labor.

Finalmente, a lo lejos vislumbraron el hermoso resplandor plateado de una gran nave con el nombre "Cora" escrito con letras grandes en su parte frontal.

Acrecentaron la velocidad, pues ansiaban llegar, soltar la pesada carga y descansar. El coronel volvió a desplegar la pantalla de su pulsera mientras seguían caminando:

· Aquí el coronel Tom S. Serus solicitando acceso a Cora.

· Acceso denegado. - dijo una voz femenina

· Puta maquina... - la pantalla se cerró bruscamente

· Coronel... - Tobías tragó saliva - ¿Algún problema? - suspiró agotado

· Ninguno, ¡Continuad!

Cuando apenas les quedaban cien metros para llegar a la nave, una mujer apareció de improviso bloqueando la rampa de entrada y amenazándoles con algún tipo de arma.

· ¡No os detengáis! - exclamó Tom

· Eh, Tobías, parece que esta buena ¿no? - susurró Jorge

Estaban a pocos metros cuando un chispazo salió del arma de la mujer, lo que asustó a los gemelos provocando que se tambalease un poco el artefacto. El coronel ni se inmutó.

Cuando casi habían llegado, vieron como un anciano se acercaba por detrás a la mujer, le ponía la mano en el hombro y, acto seguido, esta bajaba el arma. El coronel pasó a su lado golpeándola y siguió inmutable mientras subía por la rampa.

Por fin habían llegado. Los gemelos dejaron el artefacto y se tumbaron en el suelo, sonriendo y respirando con rapidez. El anciano y la mujer subieron a la nave tras ellos. Un joven,aparentemente asiático, pulsó un botón y la rampa subió cerrándose tras de sílas compuertas de la nave... el silencio se apoderó del lugar.

Cora: Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora