Capítulo 32 - Fiel amigo

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Siempre es difícil decir adiós, así que Shao se mantuvo en silencio mientras cerraba la pesada compuerta metálica de la cápsula de salvamento.

En aquellos últimos momentos lamentó no haber aprovechado mejor el tiempo que se le había dado... catorce largos años de compañía sesgados repentinamente por un capricho del destino. Una semana antes ni siquiera había imaginado como sería su vida sin su pequeño amigo y, ahora, no era capaz de afrontar una vida en la que Lobo no existiera.

La compuerta se cerró. Con la facilidad con la que el viento mece las hojas de los árboles, todo se desvaneció alrededor del temeroso joven. Ya no habría más "nosotros", ya no habría más "mañanas"... todo se había transformado en un doloroso recuerdo en un abrir y cerrar de ojos, ojos que ahora sangraban lágrimas:

· No había otro camino, Shao. – le susurró Layna

· Siempre hay otro camino... el problema es que tardamos demasiado en verlo.

Al otro lado, Lobo permanecía inmóvil. "Mi nombre es Shao", "Mi nombre es Shao"... esas palabras no dejaban de repetirse una y otra vez en un bucle infinito que colapsó su sistema. Su memoria había almacenado una descomunal cantidad de recuerdos asociados a esas palabras y, ahora, los revivía uno a uno como si de una película reproducida a cámara rápida se tratase.

Puede que Lobo estuviera siendo controlado por una entidad externa, pero si la vida le había enseñado algo es que el bien y el mal son opciones, y que, a veces, se debe actuar según lo que dicta tu corazón... incluso aunque esté compuesto de cables y microchips.

Poco después de que la compuerta se cerrase por completo, la imagen de un niño asustado y desvalido se mezcló con la de un joven valiente y autosuficiente... y en aquel momento, y no en otro, Lobo supo que su paso por el mundo había merecido la pena... que gracias a él, un niño pudo convertirse en hombre. Sabiendo eso, se desconectó de su sistema principal para, finalmente, descansar en paz:

· Shao, debemos irnos. – posó su mano sobre el hombro del joven

· Layna... ¿Crees que sabía cuánto lo quería? – murmuró entre sollozos

· Tú nunca me has dicho que me quieres, pero eso no me ha hecho pensar lo contrario. Querer no solo se basa en decirlo. Querer es algo que se demuestra día a día con cada pequeño gesto de agradecimiento, con cada sonrisa, con cada lágrima... ¿Qué sí creo que sabía cuánto lo querías? Sinceramente Shao, no creo que Lobo haya dejado de sentirse querido ni un solo día de su vida.

Shao respiró profundamente, cerró los ojos y dirigió su mano hacía un interruptor rojizo que adornaba la pared cercana a la compuerta. Un chasquido, el sonido de aire comprimido liberado y un pequeño balanceo, eso fue todo. Ahora, Layna y Shao se aventuraban en el espacio, dirección a la tierra, al margen de lo que sucedería con Cora.

William observó un monitor cercano y suspiró aliviado:

· Parece... que nos hemos quedado solos.

El oscuro ente se retorció en el aire con ferocidad, golpeó a Tom y lo empotró contra la pared, haciéndolo estallar en mil pedazos y cubriendo de sangre el puesto de control. Ante la posibilidad de que aquel ser optase por utilizar las cápsulas de salvamento para escapar, William las eyectó manualmente... lo que pareció enfurecer más al monstruo:

· Supongo que desde el principio debió haber sido así. Debería haber acabado con todos nada más ser liberado, dejándote solo a ti con vida para tripular la nave.

· No hablaba contigo...

Después de fallecer su esposa, William había estado mirando la única foto que tenía de ella... una foto en la que ambos eran jóvenes y que siempre reposaba sobre la mesa de su habitación. "Parece...", sacó la foto de su bolsillo, "...que nos hemos quedado solos", dijo mientras acariciaba con su pulgar el rostro de Caroline:

· Aterrice la nave, capitán. – dijo la representación de Caroline

· ¿Recuerdas aquel día? – colocó la foto delante de él – Cuando nos vimos por primera vez en la escuela de aeronáutica...

· Aterrice la nave, capitán. – insistió

· Entre todos los allí presentes, el destino hizo que nos encontrásemos.

· Aterrice la nave, capitán. – cada vez parecía más enfurecido

· Nunca he olvidado aquella sonrisa que te convirtió en la dueña de mi corazón.

· Aterrice la nave, aterrice la nave, aterrice la nave... – repitió una y otra vez

· Y nunca la olvidaré.

Dicho eso, William se hizo con los controles de la nave. Aferró entre sus manos los mandos, introdujo la nueva ruta sin pensarlo y miró con determinación al hermoso orbe de cobalto que se extendía ante él.

Layna y Shao habían dejado atrás la nave y, ahora, la observaban desde la lejanía a través de unos diminutos cristales que los separaban del exterior:

· William... – susurró Layna

Su resistencia innata al dolor no pudo impedir que las lágrimas comenzasen a recorrer sus sonrojadas mejillas. Inmediatamente intentó serenarse:

· Madura, Layna, madura. – se golpeó la cabeza con la palma de la mano – Madura, maldita sea, madura.

Cuando se dispuso a golpearse la cabeza nuevamente, Shao le agarró la mano y ambos intercambiaron miradas. Con una sonrisa, algo forzada debido a la situación, Shao le transmitió unas palabras de alivio que no necesitaron ser pronunciadas... unas palabras que decían "Todo saldrá bien".

Cora: Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora