Capítulo 20 - El invitado

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William golpeaba desesperadamente las puertas metálicas que lo separaban de su esposa. Shao rebuscaba entre decenas de cables diminutos, intentando encontrar la combinación adecuada para que el panel numérico volviera a estar operativo y pudieran abrir la puerta:

· Ahora siéntense y disfruten del viaje. - la diabólica voz del coronel volvió a escucharse - Les recomiendo que se abrochen los cinturones. En solo diez horas llegarán... al infierno...

· ¡Maldito psicópata! ¡Qué coño te pasa! - dijo mientras seguía golpeando las puertas, de sus doloridas manos comenzaron a brotar gotas de sangre

Al cabo de unos segundos la puerta se abrió unos centímetros. Un grito ensordecedor, mezclado con un ruido que ya había escuchado no hace mucho recorriendo la nave, colapsó los oídos de William.

A través de la rendija de la puerta observó como una masa de humo negro, voluble y huracanada, rodeaba el cuerpo del coronel haciéndole retorcerse de dolor y desgarrando su piel con la facilidad de un bisturí:

· ¡Pero qué cojones...! - exclamó Shao

William miró hacia abajo y vio como Shao miraba también a través de la rendija con la boca abierta, fascinado y aterrorizado simultáneamente. Segundos después los gritos cesaron y aquel extraño ente empezó a desvanecerse, convirtiéndose en una niebla oscura que ascendía hasta el techo de la sala y era absorbida por los conductos de ventilación.

El capitán fijó su mirada en el cuerpo de Caroline, que yacía inmóvil sobre el frío y ensangrentado suelo plateado. Desesperado, introdujo sus arrugados dedos por la abertura, ejerció toda la fuerza que pudo sobre las puertas y estas comenzaron a abrirse lentamente. El joven Shao salió por fin de su ensimismamiento y le ayudó, consiguiendo abrir así las puertas por completo.

William se abalanzó sobre su mujer, la cogió en brazos y la abrazó. No había vuelto a estar tan cerca de ella desde hace prácticamente dos años... todos sus sentidos se agudizaron.

El simple contacto con su piel le provocó un dulce escalofrió que recorrió toda su columna vertebral, distribuyéndose equitativamente por el resto de su cuerpo. Al ver su hermoso rostro un torrente de bellos recuerdos saturaron su mente. El aire que espiraba ella se convirtió en un dulce aroma que inspiraba él. El resistente corazón de Caroline latía con tanta fuerza que William era capaz de escucharlo.

Sin dudarlo un segundo más besó los labios de la que un día fue la única mujer que realmente lo había amado. Durante aquel instante, solo durante unos segundos, olvidó por completo la situación y revivió aquella hermosa sensación que solo ella era capaz de hacer aflorar de su marchito corazón:

· William... - dijo Shao, interrumpiendo aquel momento de serenidad

· Dime... - toda la felicidad desapareció para dar paso a la angustia que produce vivir una realidad que no se desea

· Esta destrozado. - Shao miraba la pantalla que había al lado de la mesa donde antes reposaba Caroline - El virus ha corrompido por completo el sistema. Esa cosa... ese oscuro ser... ha destrozado no solo al coronel sino también el sistema de soporte vital que mantenía con vida a Caroline... no... no hay forma de repararlo William...

Los ojos de William comenzaron a enrojecerse, pero no lloró. Se levantó del suelo, con su mujer entre sus brazos, y miró fijamente a Shao:

· Se acabó.

Dicho esto, abandonó el lugar. Shao no comprendió las palabras de William... o quizá no quiso comprenderlas. Simplemente se quedó allí de pie, quieto, solo, rodeado de chispas, sangre y oscuridad.

Al otro lado de la nave, la última de las bisagras de la puerta cayó al suelo. Los gemelos se apartaron en el instante preciso, pues la puerta emitió un chirrido y comenzó a abombarse... pero eso fue todo. Inamovible, permaneció fija en su lugar.

Layna intentó hacer fuerza desde dentro, pero fue inútil. Sin saber qué hacer, Tobías miró a su hermano y este le devolvió la mirada:

· ¿Alguna idea hermanito?

· No Tobías, no tengo ninguna idea. - ambos fijaron su vista nuevamente en la puerta de metal.

· Por un momento pensé que lo habíamos logrado...

· No es la primera vez que fracasamos en algo que nos proponemos, ni será la última...

· Cierto. Parece que por mucho que nos esforcemos estamos abocados al fracaso...

· Mira el lado positivo, al menos la puerta no nos ha estallado en las narices...

Como un rayo de esperanza surgido del lugar más inesperado, la solución apareció ante ellos. Con una picara sonrisa en sus labios, se dieron la vuelta y abandonaron la zona de escape a gran velocidad.

Layna era una mujer fuerte, pero estaba asustada. Al ver como se marchaban aquellos dos desconocidos de los cuales dependía su vida y al no saber qué había pasado con Caroline, William y Shao, una fuerte sensación de impotencia se apoderó de ella.

Por primera vez en muchos años volvía a estar sola, y odiaba tanto aquella sensación que por un momento pensó en cerrar los ojos, deshacerse del tubo y dejar de respirar.

Cora: Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora