El olor a muerte infestaba el aire. La putrefacción de los cadáveres de las celdas contiguas era palpable a pesar del grosor de los muros de cemento que delimitaban la diminuta y oscura celda donde un temeroso niño, acurrucado en una esquina, esperaba una salvación que nunca llegaría.
Días, semanas, meses... el tiempo parecía no pasar en aquel entorno hostil donde la vida carecía de sentido para los hombres que lo habían apresado y retenido en contra de su voluntad, separándolo de su familia a tan temprana edad.
En una sangrienta cruzada de varios años de duración que sería recordada trágicamente en la historia como "La purga", millones de personas fueron calificadas como "lacra" para ser posteriormente perseguidas y ejecutadas. Las únicas motivaciones de los soldados encargados de dicha tarea eran el poder y una errónea idolatría hacia una dictadura impuesta a nivel mundial.
La superpoblación había traído consigo guerra y hambre en todo el mundo. En aquel ambiente de desesperación y continua frustración nacieron los Legisladores, hombres y mujeres de diferentes religiones, estatus social y etnias cuyo único objetivo era acabar con el sufrimiento al que les había llevado una natalidad sin control, la sobreexplotación de los recursos naturales y las banales políticas establecidas por los gobiernos anteriores al caos reinante.
Mostraron al mundo una propuesta que subsanaría todos los problemas de la sociedad en unos pocos años y, a cambio, solo pidieron libertad total de acción. En tiempos de desesperación es curioso ver como el ser humano es capaz de aferrarse a una solución fácil sin evaluar antes las consecuencias de dicha decisión. La aceptación de este comité fue prácticamente unánime. Pocos fueron los que vieron la realidad y se opusieron a aquella dictadura... pero solo lograron ser marcados como lacra posteriormente.
Durante el primer año los guardias de justicia arremetieron cruelmente contra todos los pequeños poblados que se extendían desde el sector 158 hasta el sector 164. Saqueaban por la causa, torturaban por la causa y asesinaban por la causa. Lo que comenzó como un inofensivo estudio de la población acabo convirtiéndose en una minuciosa lista de selección con los nombres de personas que, según los Legisladores, no eran capaces de aportar nada de utilidad al nuevo mundo.
Solo había una excepción en aquel diabólico plan para reducir la población... los niños huérfanos. No tener a nadie que se ocupase de su educación y mantenimiento los convertía en una carga para la sociedad o, en otras palabras, una lacra.
No obstante, la necesidad constante de nuevos reclutamientos dio una idea a los Legisladores. Aquellos jóvenes que superasen una serie de pruebas, elegidas por el oficial asignado a la zona a limpiar, serían reclutados y, en consecuencia, dejarían de ser considerados lacras.
La puerta de la celda chirrió al abrirse. El escuálido niño observó al hombre uniformado que le miraba desde el umbral:
· ¡Tenemos uno vivo! – exclamó el soldado
El sonido de unos pasos precedió a la aparición de un segundo hombre uniformado. Oteó la celda hasta encontrar al niño, entró con paso firme y lo sacó a rastras de allí.
Segundos después de disiparse la ceguera producida por los rayos del sol tras salir de su celda, el niño contempló horrorizado cientos de cuerpos apilados unos encima de otros... siendo rociados con algún tipo de combustible por hombres que sonreían mientras les prendían fuego.
Ni el inmensurable calor, ni el tacto del árido suelo que le rasgaba su delicada piel a medida que era arrastrado, ni el hambre atroz y ni siquiera el temor subyacente surgido de imaginar a su familia entre esos cuerpos podía describir la sensación que le provocaba la brutalidad de los actos que se estaban cometiendo.
El hombre que lo arrastraba se detuvo, le soltó y arrojó una pistola al suelo:
· Mátale. – dijo mientras señalaba con el dedo a un anciano amordazado y atado de pies y manos.
El niño miró el arma y, acto seguido, al hombre. Entendió sus palabras, pero no entendió la razón por la cual debía hacer algo así:
· Mátale. – repitió
Al ver que el niño no reaccionaba lo levantó del suelo bruscamente, colocó el arma entre sus pequeñas manos, puso el dedo índice del niño sobre el gatillo, apuntó el arma hacia la cabeza del anciano y dijo:
· No te lo repetiré más veces. Su destino ya está escrito y, si no quieres que sea el mismo para ambos, ya sabes lo que tienes que hacer.
Ya fuera por la paranoia producida por aquella irreal situación en la que se encontraba o por la presión y el temor a la muerte... aquella sensación que hace apenas unos segundos saturaba los pensamientos del niño desapareció. Apretó el gatillo sin dudarlo y la sangre salpicó su flácido rostro. Inmutable, extendió su mano hacia el sorprendido hombre y le entregó el arma:
· Interesante... – susurró el hombre – ¿Cómo te llamas joven?
· Tom... – carraspeó – Tom Serus...
· Enhorabuena Tom. – dijo mientras se guardaba el arma y asentía con la cabeza – Eres un soldado nato... – le miró fijamente – Soldado Tom Serus... no... Tom Soldado Serus... si, ese será tu nombre. Bienvenido a tu nuevo hogar, estoy seguro de que encajarás perfectamente aquí.
El hombre se alejó de allí mientras aquel joven, con sangre en el rostro, mostraba una pequeña sonrisa por primera vez en mucho tiempo.
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Cora: Destino incierto
Science FictionLa nave Cora y su tripulación son los encargados de trasladar un artefacto de origen desconocido hallado en la moribunda luna Oculus, que orbita alrededor del lejano planeta Horus, hasta la tierra. La aparentemente sencilla misión dirigida por el ca...